El río Guadalquivir se ha convertido en una auténtica autopista fluvial para el narcotráfico, tanto para las mafias del hachís como, más recientemente, para las de la cocaína, por lo que su cauce y sus riberas suponen un peligroso escenario. Cuando hace unos años los narcos de La Línea descubrieron el trazado de este río vieron que estaban ante un filón. Sus afluentes, que se adentran en tierra varios kilómetros, y sus marismas enormes, hacen de este un escenario ideal para el comercio de la droga a gran escala.
El reciente choque de dos narcolanchas a la altura de Lebrija (Sevilla), en el que resultaron heridos dos narcos, uno grave, ha vuelto a poner de manifiesto el trajín de embarcaciones en este cauce andaluz, desde su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, hasta casi Sevilla.
En este tramo, en los últimos 15 meses han muerto tres narcos y han resultado heridos al menos otros seis y dos agentes. La madrugada del pasado 14 de noviembre un narco murió y dos agentes resultaron heridos en la desembocadura del río. El accidente se produjo cuando una patrullera avistó cinco narcolanchas cargadas que se adentraban río arriba e inició su persecución.
La patrullera y una de esas embarcaciones rápidas colisionaron, y la última huyó hacia la orilla del Coto de Doñana. Allí, dos de los tres ocupantes escaparon a pie, dejando herido en la nave a su compañero. Cuando los agentes trataban de salvar la vida al herido, que finalmente murió, los que se habían dado a la fuga regresarony prendieron fuego a la barcaza con todo el cargamento de droga en su interior. El 31 de agosto del año pasado otro, narcotraficante perdió la vida y cuatro más resultaron heridos cuando huían de la Benemérita en el río, y cruzaron de lado a lado el cauce a tal velocidad que la embarcación terminó volcada boca abajo. Los agentes intervinieron 121 fardos de hachís.
Seis meses después, el 31 enero otro hombre que viajaba en una narcolancha falleció tras colisionar con una patrullera de la Guardia Civil en la desembocadura del río.
En su interior, se hallaron 90 garrafas de 25 litros de gasolina, de las que habitualmente se usan para surtir a estas embarcaciones.
El río Guadalquivir ha sido uno de los puntos históricos utilizados por los traficantes de hachís para introducir la droga desde Marruecos. Pero su uso por parte de las mafias se ha visto incrementado exponencialmente desde hace seis años, cuando la presión policial en el Campo de Gibraltar, mucho más cercano a la costa africana, hizo que la actividad se dispersaraa otros puntos de la costa.
Su abundante y largo caudal, sus ramificaciones, y sus orillas plagadas de marismas y paisajes agrícolas, han transformado este río en un escenario fácil para las redes de la droga, y muy difícil de vigilar.
«Aquí hay miedo, nadie oye ni ve nada por temor», asegura un vecino de la zona, que apunta que el trasiego de narcolanchas casi se ha «normalizado» porque las ven a diario. «Al principio era de noche, ahora a todas horas», y especialmente cuando hay temporal. «Desde lo de Barbate están más protegidos aquí», comenta.
Cultivo de garrafas
En puntos como el municipio de Lebrija se ubican las narcogasolineras del río, donde se suministra combustible a los traficantes una vez que depositan sus alijos y se preparan para volver al mar. «El nuevo cultivo que tenemos por aquí son las garrafas vacías. Está toda la orilla plagada», bromea otro vecino.
Más arriba, las márgenes de Coria del Río han pasado a ser uno de los puntos en los que la droga se descarga y se esconde, a la espera deemprender su viaje hacia el mercado final.
El Ayuntamiento de esta localidad, que desde hace tiempo recibe quejas de pescadores y deportistas de la zona que han vivido situaciones peligrosas al toparse con narcolanchas, ha sugerido incluso que se instalen barreras físicas o tecnológicas que impidan su acceso al estuario del Guadalquivir.
Su alcalde, Modesto González, afirma que el río se ha convertido «en una autopista fluvial para las mafias», por lo que reclama al Gobierno que ponga medios «desde la desembocadura del Guadalquivir, porque una vez que las narcolanchas entran en el estuario resulta muy difícil controlarlas».
Y el miedo se ha incrementado porque se ha detectado que las redes criminales de cocaína también han encontrado útil este cauce y son mucho más peligrosas. El pasado 27 de diciembre, la Guardia Civil localizó siete toneladas de cocaína en dos zulos subterráneos hechos con contenedores marítimos en una finca en Coria del Río. Era el mayor alijo interceptado hasta la fecha proveniente de narcolanchas en el sur de España. Los tres hombres que custodiaban los contenedores portaban ametralladoras, lo que indica la escalada del riesgo.
«Se trabajó mucho en los primeros años del 2000 para que los clanes de la cocaína no irrumpieran en las rutas del hachís», explica un agente de la zona, que señala que finalmente lo han conseguido.
La cocaína que llega en barco desde América es trasladada en narcolanchas desde las costas de Marruecos o en mitad del mar.
Y esa droga supone un salto cualitativo en la violencia y el riesgo con el que operan las mafias: «mueve mucho más dinero, si desaparece un kilo de cocaína, alguien lo va a pagar. Eso no pasa con el hachís, se pueden perder 1.000 kilos en un viaje y se vuelve a cargar la embarcación, no hay represalias tan fuertes».
A la vista del aumento del peligro y del uso habitual de fusiles de asalto por los clanes, la Benemérita ha autorizado a los agentes a portar armas largas cuando se enfrenten a narcolanchas, según indicó la Asociación de la Guardia Civil.