Encaramada sobre un farallón rocoso que se asemeja a la proa de un barco, la enigmática ermita de San Pantaleón de Losa desafía a las tempestades del tiempo y del olvido. Se diría que nada, en el valle por el que parece navegar con su quietud de piedra y silencio, atesora tanta fuerza y magnetismo que esta construcción románica, secularmente rodeada por un halo de misterio merced a las evocaciones templarias y a las sugerencias de su vinculación con el Santo Grial, gran arcano de la Cristiandad. Este singular templo, cuyo pórtico está dominado por una columna que representa a un atlante (algunos historiadores señalan que podría aludir a aquellos caballeros de la Orden del Temple que debían proteger y mantener oculta la citada reliquia) es Bien de Interés Cultural desde hace 80 años(entonces se denominaba Monumento Artístico). Sin embargo, y pese a ser uno de los principales reclamos culturales y turísticos del Valle de Losa -quizás el hito románico más especial de Las Merindades junto a los también bellos e importantes de Vallejo de Mena y Santa María de Siones- está necesitado de una rehabilitación.
Y ese es el objetivo de la Diócesis de Burgos: arreglar el que considera uno de los templos más señeros de la provincia, cuya última intervención data de hace ya casi veinte años. Pero, para ello, necesita financiación. «Estamos buscando colaboración económica para poder abordar su necesaria rehabilitación. Además, es un templo catalogado BIC», admite Juan Álvarez Quevedo, delegado diocesano de Patrimonio, en referencia a que el título afecta asimismo al entorno, que tiene serias carencias. «El presupuesto que tenemos no alcanza para todo, por eso es urgente actuar». Domina la construcción sobre la llamada Peña Colorada, desde donde se atisba todo el valle y el discurrir del río Jerea, un paisaje natural de irreverente, casi dañina belleza. El misterioso pórtico está escoltado por la columna en forma de atlante a un lado y por una en forma de zigzag al otro, que se interpreta como un rayo o una serpiente e incluso como el cayado del mitológico Hércules.
Es una ermita fascinante, que subyuga desde su mismo emplazamiento. Ese deslumbramiento crece, y llega a ser turbador, gracias a su rica y singular iconografía, esculpida por canteros depositarios de los conocimientos de quienes construyeron el Templo de Salomón, propietarios exclusivos del secreto de la Geometría Sagrada y de la Proporción Divina. Elvira Gómez es pura pasión cuando habla del templo de su pueblo. Es la presidenta de la Asociación de Amigos de San Pantaleón. Conoce al dedillo la historia de la ermita en la que se casó y es consciente no sólo de su importancia artística, sino de cuanto sugiere o encierra, desde su críptica belleza hasta las teorías o leyendas que la vinculan con el Santo Grial. Es una de las personas que guían las visitas. Y lo hace de mil amores. Sin embargo, es consciente de las necesidades que urgen en torno al templo. Y subraya la necesidad absoluta de resolver el problema del acceso hasta el aparcamiento que hay casi al pie de la ermita. Se hace por un camino estrecho en el que, no pocas veces, se produce lo inevitable: dos vehículos coinciden en el trayecto, uno subiendo y otro bajando. Y no hay espacio suficiente para que los dos sigan camino. Uno de los dos debe retroceder. «Es un problema muy grave. Hemos planteado alternativas, desde semáforos de obra que den paso a unos y detenga a otros, hasta que se hagan apartaderos en la peña para poder ceder el paso. Es un asunto importante porque a San Pantaleón viene mucha gente durante todo el año. El hecho de que sea BIC afecta también al entorno. Hay que solucionarlo», sostiene Gómez.
Una 'extraña' intervención. Fue en los años 40 del pasado siglo cuando la ermita de San Pantaleón fue sometida a la más profunda intervención. Eso sí, se produjo rodeada de un mutismo absoluto. La dirigió Íñiguez Almech, arquitecto a las órdenes del Nuevo Régimen, La historiadora Mar Rey Bueno, que está escribiendo una investigación profunda sobre ello, no encuentra más que extrañas cuestiones en torno a esa actuación. ¿Qué razones habían llevado al gobierno franquista a emprender esa labor restauradora, considerando que se acababa de salir de una cruenta guerra y media España estaba destruida? «Aquella restauración no fue una restauración cualquiera. Aquella pequeña ermita en aquel lejano valle burgalés, lejos de todo y de todos, constituía, sin lugar a dudas, un punto clave para aquel primer gobierno franquista recién salido de la Guerra Civil», explicó la historiadora a este periódico.
¿Buscaban algo? ¿Qué buscaban? Esas son las preguntas que trata de responder en un libro que pronto verá la luz. Rey Bueno tiene claro que algo buscaba Íñiguez Almech en la remota ermita burgalesa del Valle de Losa. ¿Tendría que ver el hecho de que ésta se vinculaba al mito del grial tras el que el propio Heinrich Himmler, mano derecha de Hitler, vino a Burgos y España en 1940? Todo es un misterio.