La activista medioambiental Greta Thunberg tenía 15 años cuando decidió que no volvería a la escuela hasta que su país, Suecia, se ajustara a los acuerdos tomados en París para frenar la emergencia climática reduciendo las emisiones de carbono. Era agosto de 2018. En las primeras imágenes que se conocieron de ella se la veía frente al Parlamento con una pancarta entre las manos con el lema Skolstrejk for klimatet (Huelga escolar por el clima) y un gesto adusto que después se ha hecho mundialmente famoso, como el discurso en la ONU con el que se dirigió muy airadamente y en un tono absolutamente dramático a todos los mandatarios que la escuchaban, a los que acusó de inactividad: «Vienen a nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza... ¡Cómo se atreven! Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías (...)». La adolescente, seguida por millones de niños y jóvenes en todo el mundo, escuchada en los principales foros del cambio climático y recientemente elegida persona del año por la revista Time, acumula, no obstante, una tremenda antipatía desde muchos puntos que le ha hecho acreedora de unos insultos dificilmente comprensibles, dado que no toma decisiones políticas y se hace eco de lo que hasta ahora ha dicho la evidencia científica sobre la emergencia climática pidiendo, además, que se escuche a los investigadores. ¿Cuál es, pues, la razón de esta animadversión por una cría de 16 años? Probablemente, que más allá de que su discurso sea políticamente incómodo ella es rara, es diferente, no es como se espera que sea una chica de 16 años. No es como las demás.
Desde que su figura se dio a conocer, su entorno nunca ha escondido que Thunberg es una persona con trastorno del espectro autista, concretamente, con síndrome de Asperger, que no es una enfermedad sino un trastorno del neurodesarrollo, una condición con la que conviven muchas personas. Así lo advierte la psicóloga María Merino, coordinadora del servicio de autismo de alto funcionamiento de la asociación Autismo Burgos y coautora del manual Todo sobre el Asperger. Guía de comprensión para profesionales, familiares y afectados: «El síndrome de Asperger ya no se da como diagnóstico sino que se habla de trastorno del espectro autista. Estas personas tienen dificultades en la comunicación pero no a nivel verbal sino pragmático, funcional, ese que permite cosas como pedir ayuda, echarle morro a una situación para salir beneficiado, pedir favores, hacer la compra, responder a un halago de forma correcta o iniciar conversaciones banales, que no vayan a ningún lado... El autismo se caracteriza por la existencia de patrones de pensamiento y de conducta repetitivos y rígidos que a veces no son visibles».
Por eso, es frecuente que tengan intereses muy marcados y sorprendentes para quienes le rodean, asuntos sobre los que lo saben todo o casi todo y de los que hablan permanentemente: pueden ser los trenes (como el personaje de ficción Sheldon Cooper, de la serie The Big Bang Theory), los mapas de las ciudades, los animales o la historia: «Pero también ocurre en muchas ocasiones que cuando sus intereses muy marcados son, por ejemplo, la psicología o el cambio climático no parece que ahí haya un trastorno, es decir, que lo que marca su diferencia no es visible ni choca, de hecho, ahora hay muchos estudios que están incidiendo en las estrategias de camuflaje que utilizan estas personas para pasar desapercibidas».
Escuchando a Merino se encuentra Gabriel Pérez. Tiene 36 años y está diagnosticado desde que era un niño. Es una de las 150 personas de entre 3 y 50 años con síndrome de Asperger con las que trabaja Autismo Burgos: «Estoy de acuerdo con lo que dice María, yo muchas veces intento pasar desapercibido hablando y participando socialmente lo menos posible para que no se sepa lo que soy». Porque su condición le ha traído infinidad de problemas y le hizo pasto de los abusones cuando iba al colegio.
Y es que por su especial vulnerabilidad, las personas con Asperger son muy a menudo víctimas de acoso escolar (las cifras triplican a las de la población general) como lo está siendo, de alguna manera, Greta a nivel global por parte de mandatarios como Donald Trump o de periodistas como Federico Jiménez Losantos, que dijo de ella, además de que no había terminado el bachillerato (crítica que, por cierto, nunca se ha hecho a ídolos del balón como Messi o Ronaldo), que estaba «loca, zumbada, mal de la cabeza « y que era «la niña de la curva ecológica».
A Gabi no le gusta nada esto que está pasando con Greta: «Me parece que tendrían que molestarse en conocerla un poco y en no opinar sin saber, porque su mensaje está muy bien, hay que cuidar el planeta. Además, me gusta la visibilidad que le ha dado al Asperger porque yo creo que tenemos muchas cosas en común. Quiero que piensen que no somos como ellos creen, somos distintos e igual parecemos raros pero podemos hacer todo igual que los demás».
(Artículo completo en la edición de hoy)