Aquí hay tomate

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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El burgalés Antonio Ramírez supera ya las 500 variedades de esta hortaliza mientras prepara el traslado de sus huertos a Ros

El horticultor burgalés, entre sus tomateras, mostrando sólo unas pocas variedades de cuantas cultiva con cariño y esmero. - Foto: Roger Roque

La calle/ se llenó de tomates,/ mediodía,/ verano,/ la luz/ se parte/ en dos/ mitades/ de tomate,/ corre/ por las calles/ el jugo... No extraña que uno de los poetas más universales de cuantos en el orbe son y han sido dedicara una oda al tomate: Pablo Neruda, al que siempre apasionó la buena vida y el buen comer, sabía bien de lo que escribía. Y no todo en su obra fue su amada Matilde y otras mujeres y el pueblo sencillo del que fue tantas veces voz: el tomate fue musa de su talento en un poema que arranca con los versos que encabezan este artículo. Que el tomate es una cima, el rey de la huerta, lo sabe, también,Antonio Ramírez, que desde hace años cultiva en su huerta más de 500 variedades de este sol fresco, profundo, inagotable, de nuevo en palabras del vate chileno.

Acumula este horticultor burgalés reconocimientos por doquier, y aunque una tormenta de junio a punto estuvo de arruinar su cosecha, ésta ya ha empezado a dar sus frutos. Una somera selección de sus variados y singulares tomates parece un bodegón de Cézanne y hace que a cualquiera se haga la boca agua. Tiene desde hace años su santuario, La Olmeda se llama, en Pedrosa de Muñó, pero pronto va a trasladarse a Ros, donde ha adquirido varios terrenos. «Cada año introduzco nuevas semillas.Pero creo que con las que ya cultivo tengo suficientes», dice exhibiendo una sonrisa como la rodaja de un tomate.Empezó en esto por pura pasión y por curiosidad. «Esto es pura investigación.El tomate es un ejemplo perfecto de biodiversidad. Me encanta poder mostrar todas las variedades», explica.

Ha recibido premios al mejor tomate nacional e internacional, porque su curiosidad y su empeño no tienen fin. Le encanta compartir sus conocimientos, y sus semillas, con otros hortelanos, buscar y conocer nuevas variedades, las posibilidades casi infinitas que ofrece esta hortaliza. Formas, tamaños, colores, sabores... Parece increíble, viendo el huerto de Ramírez, que exista tan fabulosa variedad. «A mí me gusta que la gente conozca este mundo. Y hay muchas personas que tienen mucha curiosidad, más de la que cualquiera podría imaginarse.Esto del tomate es todo un mundo», apunta.

Esto son tomates...Esto son tomates... - Foto: Roger Roque

La dedicación que tiene Antonio Ramírez con su huerto es total y absoluta. Lo mima con celo: pone a sus plantas hasta música (el reggae de Bob Marley encabeza la play list) y es incapaz de quedarse con una de las variedades, de decidir, entre todas, cuál es la más especial, la más singular, la más excepcional la más de lo más. «Tengo tantas... Es imposible.Pasa como con el vino». No vende sus tomates. Cultivarlos es para él una manera de conservarlos y de que las generaciones venideras conozcan su riqueza. Lo deja claro siempre: «Huertos La Olmeda nace de la lucha por defender las variedades tradicionales como patrimonio de todos, cultivando y salvaguardando éstas durante años».

Los muestra con íntimo orgullo a quienes quiera conocerlos, y suele regalarlos a particulares o amigos que trabajan en la restauración. Su idea sigue pasando por realizar jornadas gastronómicas o ferias, como se celebran en otras provincias.Acaba de estar en una en Torrelavega y pronto irá a otra en Valladolid, y no ha conseguido premio porque no le habían madurado lo suficiente. «Me gusta que la gente pruebe todos estos tomates, que se cultiven y, sobre todo, que no se pierdan». Se pasea Antonio por su huerta de 400 metros cuadrados como si lo hiciera por una extensión inabarcable: sus manos acaricias las tomateras, que huelen a ambrosía, a victoria. «Ha sido un año malo por el tomate en general, pero bueno, esto es así».

Riega con mimo y con abono natural su huerta, donde hay plantadas este año en torno a 400 plantas. «La clave es poco riego y purines de consuelda, de ortiga, cola de caballo para que fortalezca... Necesita mucha atención.Desde que pongo el semillero, entre febrero y abril, estoy muy pendiente. Hay que dedicarle tiempo y muchos cuidados, pero cuando algo te apasiona...».Hace un par de semanas que empezó a recoger los frutos de tantos meses de atenciones. Sus manos se deslizan entre las hojas de las plantas con armonía, con la habilidad que tiene la sabiduría que dan los años: su padre siempre tuvo huerta, y lo ha mamado desde pequeño.Le encanta vivir ese milagro estacional, que tiene mucho de mágico: uno siembra un día, en invierno, y durante mucho tiempo apenas ve nada. Meses después se obra el sortilegio: esos tomates que son como la paleta de colores del pintor más superlativo; esos tomates que atesoran formas y tamaños tan singulares que parecen inventados por un creador con una imaginación superlativa.

Ni Cézanne hubiera firmado un bodegón tan hermoso.Ni Cézanne hubiera firmado un bodegón tan hermoso. - Foto: Roger Roque

Ramírez ha sido cocinero, y tiene relación con algunos con los que intercambia sus conocimientos y algunos de sus maravillosos frutos, Habla con gente de Francia, de otros rincones de España; comparten semillas, experiencias, hallazgos. «Intercambio semillas con gente de Francia, Italia, Alemania y hasta de Finlandia.Tengo muchas conexiones, incluso conAmérica, donde hay muchos conservadores de semillas. Hace tiempo nos visitó una comunidad Mapuche. Este es un mundo muy rico», apostilla.

Enumera nombres de lo más exóticos refiriéndose a algunos de esos ejemplares que cultiva, y apunta que una de las cualidades de esta hortaliza es que surgen siempre nuevas variedades, que reciben nombres de lo más variopinto. «Yo con esto no gano dinero, es una pasión». Su próximo destino, el pueblo de Ros (en el Valle de Santibáñez), le ilusiona. Afirma que es buena tierra para su cultivo y su ambición pasa por desarrollar algún proyecto didáctivo y formativo, donde poder mostrar este arte y que haya quienes aprendan y conserven para los restos este arte. «Un tomate es una muestra muy grande de biodiversidad. La suya es una polinización abierta. Si los cruces son estables, a la séptima campaña tiene una variedad diferente y única. Lleva esos años de trabajo, pero es así de fascinante», concluye.