La historia no puede ser más bonita: crear un idioma universal que haga posible que la gente se entienda y, así, evitar conflictos terribles con alto coste en vidas humanas. Su autor fue un oftalmólogo ruso, Ludwik Lejzer Zamenhof, que en 1887 dio a conocer este nuevo código de comunicación con el título Lengua Internacional: prefacio y libro de texto completo bajo el seudónimo Doktoro Esperanto, que puede traducirse como Doctor Esperanzado. Con el tiempo, la palabra acabaría por nombrar esta curiosa lengua que no tardaría en llegar a España y de la mano, nada menos, del que había sido presidente de la Primera República, Francisco Pi y Margall. En 1890 se creó el primer grupo esperantista en Málaga y apenas unos años después llegaría a Burgos donde entre 1909 y 1912 estuvo, de hecho, la sede de la Sociedad Española para la Propaganda del Esperanto en un domicilio de la calle La Puebla, 23.
Fueron esos primerísimos años del siglo XX de un auténtico fervor esperantista en la ciudad -al punto de que se intentó acoger el congreso internacional de 1909- y este periódico acompañó a sus promotores con igual entusiasmo hasta llegó a publicar algunas frases en esperanto. En 1905 se anuncia que la Cámara de Comercio está preparando un curso gratuito para quienes quieran conocer este idioma: «Se despierta en Burgos y provincia gran afición al esperanto, hay muchas personas que lo aprenden y otras muchas que desean estudiar esta lengua universal», puede leerse en DB bajo el epígrafe 'Noticias esperantistas', que aparecía muy frecuentemente con largos textos que describían su avance por todo el mundo.
A partir de entonces y de la mano de Manuel Esteban se va sucediendo la formación en una lengua que enseguida se vio muy útil para las relaciones comerciales y, en general, para la cultura. La segunda entidad en acoger esta formación fue la Escuela Normal de Maestras y, de hecho, dos mujeres formaron parte de la primera junta directiva de la sociedad que la impulsaba, la maestra y directora de la Escuela, Julia Alegría, y Perpetua Ruiz.
La Federación Española de Esperanto define esta lengua como «internacional y planificada, desarrollada con el objetivo de servir de medio de comunicación común por encima de las diferentes culturas, con una característica distintiva: su neutralidad, la ausencia de privilegios para los hablantes de un idioma nacional concreto».
En esperanto las reglas gramaticales no tienen excepciones, los elementos que forman las palabras son intercambiables y las terminaciones indican si una palabra es sustantivo, adjetivo, verbo, etc. Por ejemplo, el verbo en infinitivo siempre termina en -i, el substantivo en -o, el adjetivo en -a y el adverbio en -e. Todas estas normas fueron explicadas a un gran número de burgaleses y algunos las aprendieron con gran aprovechamiento y visión comercial. Esta noticia data de julio de 1907: «Hemos tenido el gusto de ver en los escaparates del comercio de D. Jacinto Martínez un bonito y artístico cartel anunciador de las ferias y fiestas de Valencia, digno de llamar la atención, no solo por su belleza, sino también por haberse publicado en esperanto para la mejor propaganda en el extranjero».
En ese mismo año comienzan a aparecer los primeros textos proponiendo a la ciudad como sede del congreso internacional: «Por las positivas ventajas que el conocimiento de este idioma universal representa, por las facilidades que para su conocimiento ofrece y da el Centro Esperantista de Burgos y por los beneficios económicos (que á la población reportará en día no lejano, son dignos de aplauso los señores que componen su junta directiva -decía Diario de Burgos- y nosotros se lo damos, desinteresado, alentándolos en su obra y seguros de que comerciantes, industriales, intelectuales y propietarios nutrirán sus aulas, formando el núcleo necesario para que un día pueda Burgos cobijar á los esperantistas de todas las naciones en fraternal Congreso, como ya los han cobijado Francia, Inglaterra y en 1908 Alemania».
En este mismo sentido se expresaba un lector en una carta publicada al año siguiente, cuando pugnaban por acoger este encuentro Burgos, Valencia y San Sebastián y él no veía demasiado entusiasmo en las instituciones para apoyar este proyecto: «¿Que no puede albergar en su ciudad tanto forastero como asistirá al Congreso? Eso es un absurdo, pues buenas pruebas de hospitalarios dieron sus habitantes cuando el eclipse y por mucho forastero que asista no han de asistir tantos como entonces. No le sobrarán las comunicaciones, pero cuenta con la principal línea de ferrocarril, cual es la de Madrid á Francia por Irún, llave, llamémosla así, de nuestra comunicación con el extranjero, á más que Burgos es universalmente famosa por su historia y monumentos que encierra, por lo que seguramente, tanto los que la conocen, como los que no, creo verían con gusto fuese en esa población».
Nuestras páginas recogían literalmente los discursos de los profesores que daban clases y se ponía en valor el trabajo de «ilustres esperantistas» como el médico de Huérmeces, Rogelio Pérez. En esa pequeña localidad también el cura, Eusebio Arroyo, era un esperantista convencido y entre los dos enseñaron a los niños a chapurrear este idioma, que formaba parte de una nueva visión del mundo que compartía con otros movimientos también emergentes a principios del siglo XX como el anarquismo, el feminismo, el naturismo y el espiritismo, que entonces, en algunas de sus maneras, despertaba el interés de los científicos.
Antaüeni. Con este título en esperanto, que significa 'avanzar' se publicó otro larguísimo artículo en agosto de 1908 postulando a Burgos como sede del congreso con argumentos de peso: «El Centro esperantista de Burgos sabe muy bien que, si la casualidad hiciera que esta querida ciudad fuese elegida para la celebración del 5.° Congreso internacional, tanto las corporaciones oficiales, como las autoridades, como las sociedades de todas clases y cuantos elementos valen y significan algo en la población, no habrían de escatimar medio alguno para que el suceso revistiera el mayor esplendor. Saben también los esperantistas de Burgos que hay entre los extranjeros grandes deseos de conocer la vida interna de nuestro país, de observar de cerca nuestras costumbres, de admirar nuestros históricos monumentos, de escuchar las dulces sonoridades de nuestro lenguaje, y Burgos es acaso una de las ciudades españolas que ofrecen campo más franco para ese género de observaciones». El artículo terminaba felicitando a un burgalés que acababa de obtener un premio por un trabajo en esperanto y lo hacía en este idioma: pro kies notinda fakto mi sincere turnas al tiu kara samideano mian plej koran gratulespimon (por cuyo notable hecho dirijo sinceramente a ese querido camarada mis más sinceras felicitaciones).
El interés por el esperanto se fue diluyendo a la vez que sus promotores se marchaban de la ciudad o se dedicaban a otras actividades pero en los años 20 el Ateneo y la Casa del Pueblo lo recuperaron con cursos de formación a cargo de significados esperantistas como el abogado burgalés Benigno de Luna o el redactor-jefe de El Socialista, Cayetano Redondo.