Los vecinos de Canicosa de la Sierra llevan ya varios meses sufriendo la falta del servicio de botiquín farmaceútico en su pueblo. Cada uno, a través de profesionales con farmacias en pueblos del entorno, se las va apañando para hacerse con los medicamentos. Dejan las recetas en una casa y después recogen lo prescrito allí o se lo reparten en su propio domicilio. Cierto «descontrol» como reconocen desde el Ayuntamiento de la localidad, donde llevan ya un tiempo dando pasos para recuperar el botiquín o reabrir una farmacia.
Ramiro Ibáñez, su alcalde, incide en el «interés especial» del Consistorio por restablecer algunas de las dos fórmulas anteriores y que permitan a los habitantes tener un acceso más sencillo a los fármacos. «Hemos mantenido ya conversaciones con la Junta de Castilla y León para conocer el proceso», afirma el regidor, que asegura que lo primero es encontrar un profesional que quiera hacerlo y después tramitar las solicitudes pertinentes, un procedimiento que podría solventarse de forma exitosa en un periodo corto de tiempo.
En el caso del botiquín el Ayuntamiento de la localidad facilitaría al profesional un local para que lo utilice para dicho fin. Por otro lado, si lo que se consigue es un farmaceútico dispuesto a abrir una farmacia, tendría que ser en otro inmueble.
Canicosa de la Sierra, como también sucedió con otros pueblos de la comarca de Pinares, empezó a disponer de una farmacia a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado. «Hubo una expansión de este tipo de servicio por toda la comunidad. A Canicosa llegó un matrimonio. Él llevaba la farmacia del pueblo y su mujer la de Vilviestre», recuerda el alcalde.
Tras varios lustros dando servicio, estos primeros farmaceúticos decidieron marcharse a otra localidad. Su establecimiento de Canicosa, ubicado en el antiguo edificio municipal en el que luego se levantó el actual centro de día, pasó a ser un botiquín gestionado por la farmaceútica de Quintanar, que ha venido utilizando para prestar servicio el local del consulorio médico.
El problema ha llegado al municipio cuando hace unos meses se jubiló la persona que trabajaba para la farmacéutica y que se encargaba de recoger las recetas para después llevarlas a una vivienda donde la gente iba a por ellas. En ese punto, desde el Ayuntamiento se pusieron en contacto con la boticaria de Quintanar para pedirle «un servicio efectivo» si continuaba con el botiquín, y terminó renunciado al mismo, según explican desde el Ayuntamiento. «Ahora no haya nada, por lo que es factible su reapertura al existir la renuncia», afirman.