El Rockefeller de Neila

H. Jiménez / Burgos
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Recepción al infante don Fernando, primo del rey Alfonso XIII, que se alojó en el Palacio Rioja durante tres meses en 1920. - Foto: diariodeburgos.es

Fernando Rioja Medel, nacido en el pueblo serrano a mediados del siglo XIX, emigró a Chile y allí levantó un imperio empresarial apoyado en el tabaco y las artes gráficas.  Empleó parte de su fortuna en la filantropía y el mecenazgo emulando a los grandes magnates norteamericanos de su tiempo

En la calle Quillota esquina con la Tres Norte se levanta un bonito palacete de estilo francés construido en los años dorados de Viña del Mar. Tras el terremoto de Valparaíso de 1906, esta localidad chilena a 130 kilómetros de Santiago se convirtió en destino para adinerados que no escatimaron a la hora de construirse sus mansiones. Uno de ellos era burgalés y amasó en tierras americanas una enorme fortuna.

Fernando Rioja Medel nació en Neila el 30 de mayo de 1860. Hijo de Pedro e Isidora, oriundos de la cercana localidad riojana de Mansilla de la Sierra, pasó de una infancia serrana en un país subdesarrollado a poseer uno de los mayores imperios empresariales del cono sur a principios del siglo XX.

Su destino cambió cuando fue a Granada a hacer prácticas en teneduría de libros y allí conoció a Francisco del Río, comerciante que se había establecido en Chile y que le invirtió a conocer aquello. Con 19 años se plantó en Valparaíso y allí comenzó una nueva vida.

Empezó como empleado pero en pocos años progresó como solo lo hacían los grandes hombres de su época, en un momento de explosión industrial en el Nuevo Mundo donde las oportunidades podían ser multimillonarias. Su apasionante biografía la recogió hace unos años el historiador Juan Antonio García-Cuerdas y Sánchez de Lollano en el libro La Rioja y los riojanos en Chile.

Fernando Rioja puso los primeros pilares de su imperio en 1895 con la fábrica de cigarrillos ‘La Corona’, que acabó siendo en 1909 la gigantesca Compañía General de Tabacos y aún sobrevive como Compañía Chilena de Tabacos (ahora en manos británicas). Llegó a copar más del 90% del mercado nacional y, lejos de limitarse a las fronteras chilenas, el audaz neilense no se conformó con ello y fundó otras tabacaleras, incluso en Buenos Aires, para expandirse hacia Argentina.

Pero lo suyo eran las artes gráficas, así que diversificó sus inversiones con imprentas y litografías a partir de 1912 hasta que colocó a ‘Universo’ como la empresa más grande del país en su sector. Aquello tampoco era suficiente para el burgalés, e invirtió también en la agricultura a través de fincas latifundistas, en la ganadería con enormes rebaños, en el textil, la minería del hierro, el cobre, el carbón o el petróleo, empresas salineras, compañías de seguros y hasta en el mundo de los armadores de buques. Incluso se aventuró en el negocio financiero con los bancos Español-Italiano o Español-Chileno, que presidió hasta su muerte en 1922.

Su figura, cuentan las crónicas chilenas, es comparable a los grandes magnates norteamericanos que fueron contemporáneos suyos como John D. Rockefeller, Vanderbilt, Henry Ford o Carnegie. Y no solo por el tamaño de su fortuna, que posiblemente sería menor a la de este póker de ricachones que construyeron Estados Unidos tal y como hoy lo conocemos, sino también por su filantropía.

El inabarcable hombre de negocios era también un gran mecenas que contribuyó, sobre todo, con instituciones fundadas por españoles. Su patria estuvo siempre muy presente en la reconstrucción que él mismo financió del Círculo Español de Valparaíso, en la Compañía Bomba España, en la Comisión Patriótica que mandó un millón de pesetas a España para sus desastrosas guerras de 1898, en la Asociación Patriótica de la Peseta que tenía fines educativos, en la Cámara Oficial Española de Comercio o en la Sociedad Benéfica Provincial de Logroño.

Su dinero, desde luego, pero también estas y otras contribuciones le hicieron famoso a uno y otro lado del charco, hasta que una de sus mayores satisfacciones le llegó dos años antes de su muerte, cuando, en 1920, recibió en persona al infante don Fernando María de Baviera y Borbón, primo del rey Alfonso XIII que había llegado a Valparaíso para conmemorar el descubrimiento del Estrecho de Magallanes. Iba para dos semanas y se quedó tres meses. La ciudad gozó y se escandalizó a un tiempo por los fastos que organizaron en su honor.

Tras aquello, el primo debió de hablar bien de su anfitrión. El propio monarca le concedió la Orden de Isabel la Católica y hasta el título nobiliario de Conde de Rioja de Neila. El rey de España firmó los honores antes de que el gran empresario y filántropo falleciera, pero el Real Despacho llegó tarde: se emitió el 14 de julio de 1922, cuatro días después del deceso, así que el conde nunca llegó a ostentar el título, que ni fue heredado por ningún familiar ni cuya sucesión o rehabilitación nadie solicitó desde 1922, por lo que actualmente es solo un título histórico. Al funeral, según recogieron las esquelas de la época, convocaron una asistencia masiva varias instituciones a las que el empresario había apoyado, presidido o participado durante su vida. Fue todo un acontecimiento social.

Fernando Rioja se había casado con Sara Ruiz, boliviana, y tuvo ocho hijos. La familia entera vivía en el Palacio Rioja, donde tenían 40 sirvientes, pero los herederos no pudieron o no supieron continuar la obra de su padre y el imperio empresarial se resquebrajó. Su residencia pasó a manos de la municipalidad de Viña del Mar en 1956, llegó a ser la sede de la Alcaldía, en los años 80 fue declarado Monumento Nacional y hoy en día sirve como sede de recepciones oficiales y Museo de Artes Decorativas. Sus visitantes difícilmente se imaginarán que quien levantó todo aquello a orillas del Pacífico nació en un pequeño pueblo encaramado a las montañas que cierran Castilla por el este.

El actual alcalde de la localidad, Valeriano Arribas, tiene en su despacho un viejo libro sobre el destacado neilense. «Biografía del Excelentísimo Señor Don Fernando Rioja Medel», reza el título del ejemplar firmado por Peláez y Tapia e imprimido por la Imprenta Victoria en 1923. El regidor de Neila explica que gracias a eso supo del ilustre paisano, pues su figura tampoco es demasiado conocida en el pueblo.

Los apellidos Rioja y Medel son habituales en la zona (más todavía el segundo), pero apenas quedan ya familiares lejanos. Arribas recuerda que hace unos años murió una señora que era sobrina carnal de quien fue el hombre más rico de Chile y que llegó a conocerle, a cartearse y a intercambiar regalos con él. Pese a todo, el gran magnate de principios del siglo XX no tiene ningún recuerdo en su localidad de origen. Ni placa ni calle. La memoria no se compra con dinero y a veces no dura ni dos generaciones.