¿Hacia una escuela vacía?

ANGÉLICA GONZÁLEZ. / Burgos
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Los colegios de Burgos experimentan en la última década una pérdida de niñas y niños de 3 años que supera el 30%. Una bajísima natalidad vinculada a la falta de expectativas de muchas personas jóvenes en la provincia explicaría este fenómeno

¿Hacia una escuela vacía? - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

En 2020 se registró en el Hospital Universitario de Burgos (HUBU) el descenso de embarazos más importante de toda la historia. Se trató de un hecho plagado de sentido, pues el año de la pandemia puso en jaque a toda la población y cambió los planes vitales de muchísima gente, entre ellos el de crear o aumentar la familia. Aún así, esta realidad se enmarcaba dentro de otra más general, tanto en la provincia como en el país, de una natalidad cada vez más agónica, que lleva años colocando a España a la cola de toda Europa.

Más datos: En el año 2021 los nacimientos del HUBU no llegaron a la cifra redonda de 1.500 (se quedaron en 1.444); en el 2022 se anotaron unos pocos más (1.533) y el año pasado volvieron a caer los números por debajo de esa cifra redonda y fueron 1.468. El perfil de las nuevas madres, además, es de una edad avanzada, por lo que cada vez es más frecuente que las primerizas hayan cumplido los 40 años y que no se planteen tener más de una criatura. Esta realidad, de la que se viene hablando desde hace mucho tiempo, se refleja de una forma notabilísima en los colegios y así lo indican las cifras oficiales. 

Entre el curso 2013-14 y el  2023-24 el número de alumnos de 3  años matriculados en las aulas burgalesas de primer curso de Educación Infantil se ha desplomado un 31%, de 3.194 a 2.203, es decir, se ha 'perdido' uno de cada tres niños de esa edad, lo que supone un escenario empeorado con respecto a los que comienzan primero de Primaria, cuyo montante ha bajado un 17% en esta misma década: de 3.194 a 2.203, según datos que la Consejería de Educación tiene publicados en su página web.

El descenso de la natalidad, que lleva mucho tiempo cebándose en las escuelas rurales, comienza a notarse ya en colegios de la ciudad. El descenso de la natalidad, que lleva mucho tiempo cebándose en las escuelas rurales, comienza a notarse ya en colegios de la ciudad. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

No es un asunto meramente vinculado a la enseñanza. Se trata de un fenómeno social con elevadas repercusiones en la escuela, como lo define Jesús Moradillo, responsable del Sindicato Provincial de Enseñanza de CCOO, que alerta de que la importante bajada de alumnado debe hacer que se plantee un debate a todos los niveles: «Este descenso de niños matriculados está vinculado, sobre todo, al ámbito rural, en el que la despoblación viene de lejos pero es que es necesario que el análisis se haga más allá de la escuela, que no es la responsable de resolver problemas que son sociales, porque tras esta falta de nacimientos hay problemas estructurales de acceso a la vivienda y a un empleo digno, que hacen que los proyectos de las personas más jóvenes no pasen por tener hijos o no tenerlos, al menos, hasta una cierta edad, que suele ser alta». A su juicio, tiene que establecerse un apoyo a la natalidad mayor del que está habiendo en la actualidad y un compromiso político «y eso no pasa por soluciones que se han implementado y que no han funcionado». 

Además de este diálogo general que cree este experto que se debe poner sobre la mesa en Burgos y en Castilla y León, es conveniente, según su opinión, que se mantengan algunas medidas que ya existen, como es el transporte, que hace que las escuelas rurales puedan seguir vivas, y otras que podrían plantearse como compaginar la educación presencial y la de modo on line. «Vaya por delante que consideramos que el contacto cercano entre el profesorado y los alumnos enseña más y con más calidad que una pantalla pero se podría organizar un modelo mixto que pudiera mantener las matrículas», aclara, Moradillo, que afirma que la bajada de natalidad y, por tanto, de estudiantes, puede ser una oportunidad de mejora por lo que las bajas ratios suponen de mayor cercanía al alumno y, por tanto, más calidad.

Enfrentar el descenso demográfico con menos aulas no hará que se resuelvan los problemas»

Sobre este aspecto pivota toda la reflexión que hace Sonia Rodríguez Cano, pedagoga y doctora en Ciencias de la Educación, profesora en la actualidad en la Universidad de Burgos y con 18 años de experiencia profesional en aulas de Educación Infantil, que propone hacer de la necesidad, virtud, y aprovechar una circunstancia negativa para transformarla en una mejora de la calidad de la educación: «Quizás sea el momento de reflexionar y ver la oportunidad de que las aulas tengan una menor ratio en Infantil para ofrecer una educación de más calidad en una etapa que, a nivel de neurodesarrollo, es una de las más importantes. De los cero a los seis años es un periodo determinante a nivel cerebral, emocional y afectivo».

Asegura que todo el mundo puede entender que no es lo mismo atender a 25 niños de 3 años que a  10 o 15, y que para ello son necesarios un inversión y un compromiso público, y alerta: «Si se pretende hacer frente a este descenso demográfico eliminando unidades tendremos poca educación y los mismos problemas que ahora». Por eso propone mantener las que ya existen y también el número de profesionales con estabilidad laboral, además de fomentar «otro tipo de políticas» como ofrecer jubilaciones anticipadas, «porque, quizás, con 65 años un profesional puede no estar al cien por cien en un aula de Infantil».

Con menos niños en las clases los docentes podrían aumentar la investigación, lo que ahora es inviable»

No ve descabellado que, aprovechando esta coyuntura, puedan incorporarse especialistas en las aulas para apoyar el desarrollo de los niños, algo que, dice, no es nuevo sino que en países como Finlandia se viene haciendo históricamente. «También sería muy interesante aumentar la parte de investigación que un docente puede hacer en el aula, algo que ahora, con el número de alumnos que hay por clase es inviable. Sería estupendo e iría en beneficio de los niños que presentan dificultades, por ejemplo, trabajar en coordinación con el centro base».

Insiste Sonia Rodríguez Cano en que quitar aulas «sería un error» y en que se debe aprovechar el menor número de matrículas para incrementar la igualdad social desde la educación: «Si la escuela es la gran igualadora, lo es especialmente el nivel de Infantil, que ofrece a todos los niños elementos que algunos quizás no tienen en casa, y no podemos olvidar que con la inmigración, un fenómeno que ha llegado para quedarse, la complejidad en las aulas es mayor, por lo que no se pueden quitar unidades sino mantenerlas con un número de alumnos más manejable».

Por su parte, Elena Ferrero, del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores de la Enseñanza de Castilla y León (STECyL), pone el foco en el que el descenso de alumnado ya no es un problema únicamente rural sino que los colegios de las ciudades han empezado a experimentarlo: «Estamos viendo que se han cerrado algunas líneas en centros que eran de los más grandes de Castilla y León y que en colegios que antes no podían cubrir su demanda ahora hay vacantes. La Administración debe empezar a buscar una estrategia para usar mejor los recursos que ahora tenemos».

A su juicio, lo ideal sería que «se empezara desde ya» a adoptar las medidas que puedan ayudar a mantener la calidad en la escuela para evitar, dice, «un cambio brusco»: «Hay familias que se quejan de que a la hora de ofertar plazas la Dirección Provincial de Educación planifica a la baja, basándose en la demografía, y si estas plazas no se ofrecen no se opta a ellas, lo que para muchos colegios es una profecía autocumplida».