Minutos antes de que el reloj marque las nueve de la mañana, Dona, el presidente de la Asociación de Fincas Rústicas de Los Balbases, espera a que el resto de la cuadrilla aparezca para iniciar una nueva jornada de cacería. Ya son muchas seguidas y tanto él como el resto del equipo se muestran cansados. «Casi tanto como los conejos», bromea. Se dirigen a una zona de cultivos -cereal y leguminosas- muy afectada por la plaga con escopeta y unas jaulas de color rojo en mano en las que portan unos curiosos ayudantes que asoman sus hocicos. Solo es necesario dar dos pasos para localizar varias madrigueras en las lindes de una finca de grandes dimensiones y dejar a los mamíferos hacer lo que mejor se les da.
A pesar del aparente carácter amable y juguetón, son depredadores natos, y rápidamente lo demuestran. Los criadores Jordi y Vicente los introducen en los agujeros y estos se guían por el olor de forma incansable hasta dar con su presa, la cual, asustada, tiende a huir para salvar su vida sin saber que Ramón y Pedro la espera con ganas. La puntería no les suele jugar malas pasadas y el número de capturas suele rondar de media y por día el centenar. Esta vez no ha habido tanta suerte y se tienen que conformar con cuarenta, que tampoco está nada mal. No obstante, los esfuerzos de tiempo y dinero, «la munición no es gratis», recuerda Dona, dan resultados, pero no los suficientes.
«Hemos matado 4.400 conejos en tres meses -desde diciembre- pero la plaga es incontrolable», se lamenta el agricultor. Ante una situación que Iván, el guarda rural de los cotos de Los Balbases y Castrojeriz, define como «crítica», los afectados reclaman «medidas más allá de la flexibilización» de la caza con hurón. «Necesitamos que nos autoricen a intervenir en las zonas colindantes a las infraestructuras públicas, autovías y vías del tren, porque es ahí donde están los principales focos», manifiesta Jordi. «La solución está en instalar mallas que impidan que se socaven huras. Los agricultores pagamos las consecuencias de la superpoblación pero los daños los debería asumir el Estado», añade Dona.
El guarda se encarga de que la cacería «marche bien» y de que las «normas se cumplan», y mientras contempla un montón de animales muertos reconoce que «hay que tomar otras medidas. Las caza nocturna sería efectiva o utilizar perros, todas las modalidades posibles que no afecten a otras especies cinegéticas que estén criando».
La gran invasión de conejos que sufren en esta y otras localidades -Villariezo, Villagonzalo Pedernales, Villaquirán o Villaldemiro- ha llegado a oídos de cazadores de otras regiones -País Vasco, Madrid, La Rioja o Cantabria- que participan desde diciembre en la erradicación de la plaga. Más de 300 cuadrillas en total que pueden llegar a mirar en medio centenar de guaridas cada día. Si bien, a estas alturas del año las hembras crían y a los hurones les cuesta más sacarlas de sus refugios. Aún así, los disparos no cesan.
Según Iván, la plaga de conejos afecta tanto a «estas tierras desde hace cuatro años pero a día de hoy ha incrementado muchísimo la población. Se han aniquilado 4.400 animales mientras que en anualidades anteriores rondaban los 2.500», expone con preocupación.
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