Después de 75 años, no queda del todo claro si a los vecinos de La Vid les gusta o no su ´nuevo´ hogar. Alberto Iglesias, el alcalde, intenta zanjar el debate: «A los jóvenes sí porque es su pueblo, pero para los mayores, como mi padre, el traslado fue algo demasiado duro». Allí desembarcaron a finales de los años 40 del siglo pasado alrededor de 60 familias que venían de Linares, un pueblo de Segovia próspero y lleno de vida convertido en un pantano. Llegaron a un pueblo blanco, racional, que parece sacado de Andalucía y tuvieron que lidiar con una administración que no se lo puso nada fácil y contra su propia memoria.
Sin embargo, los que ya nacieron allí, vivieron una película diferente. En casa se escuchaban historias de Linares, pero jugaban con sus amigos en la plaza y calles blancas alrededor del monasterio, que en esa época estaba lleno de vida y frailes y organizaban actividades para los nuevos vecinos: «Algunos días señalados ponían cine y dábamos ahí la catequesis», cuentan algunos veteranos vecinos.
«Mi padre Marcelo vivió hasta los 14 años en Linares y tener que abandonar su pueblo le marcó toda su vida», recalca su hijo Alberto. No a todos les afectó por igual, como a Demetrio Iglesias, que pasó buenos y entretenidos años entre el monasterio y el frontón, hasta que con se marchara a estudiar fuera. «Los niños éramos felices porque nos lo pasábamos bien», incide Encarnita Agraz... La primera chica que vio la luz en La Vid.
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