Aranda de Duero, 1961. Se crio en una familia numerosa de clase media marcada por el emprendimiento. Amalia Blanco fue de las pocas mujeres de su promoción en Derecho y Dirección y Administración de Empresas por la Universidad Pontificia de Comillas. Su primer trabajo estable lo tuvo en Arthur Andersen, donde ejerció como auditora. Pasó a hacer lo propio en el Santander, donde permanecería una década antes de pasarse a la comunicación corporativa y las relaciones externas en gigantes como Gamesa, Ferrovial o Hidrocantábrico (ahora integrada en EDP Energía). A la madre de todas las batallas se la presentó José Ignacio Goirigolzarri cuando fue nombrado presidente de Bankia y reclutó a Blanco para su comité de dirección. Ahora preside la distribuidora A Contracorriente Films ('As Bestas') y es socia de Mi Mundo Travel Planner.
Tuvo, literalmente, Madrid a sus pies. Desde la torre de plaza Castilla que hoy es de CaixaBank, Blanco dirigió la comunicación de Bankia en un momento crítico para la entidad y el país, que se jugó en aquel rescate la supervivencia de su sistema financiero. La absorción de la entidad cerró un ciclo profesional para ella y le abrió una vida más entregada a pasiones personales que supo cocinar a fuego lento para convertirlas en actividad laboral. Ahora, desde el loft en el que opera se ve la misma torre, pero a la altura de las personas que caminan ensimismadas mientras en el local entran y salen personas como Maribel Verdú o Juan Luis Cano, por citar las dos visitas más recientes.
Necesita, aclara, un lugar físico en el trabajar. Un espacio "donde se pueda estar con la gente" para no caer en el "aislamiento" que detecta entre los jóvenes. Blanco pasó por varias de las compañías y bancos más importantes del país y allí asistió a los episodios nacionales de los últimos 40 años. Acabó en la élite como directora de comunicación y lo hizo siendo mujer y madre, un empuje que ella suele atribuir a la genética familiar. Su abuela aprobó una oposición hace 100 años, se independizó y se fue a Tarragona a trabajar para Hacienda sin pensarlo dos veces. Su abuelo tuvo un cine en Aranda y su padre fundó Biona, la empresa de fertilizantes. Del cine -el de arriba, concreta- sacó la pasión por el celuloide, que ahora cultiva distribuyendo cintas como 'As Bestas', la triunfadora de los últimos Goya. También anda metida en una agencia de viajes y asiste a varios patronatos para apoyar toda suerte de causas. Un aviso: lo del Atleti es una religión para ella, así que mejor no provocar.
Amalia Blanco, empresaria y exdirectora de comunicación. - Foto: Alberto RodrigoMenos mal que iba para financiera.
Bueno, para financiera fui. Y ejercí muchos años. La empresa de cine la montó mi hermano en 2004. Me preguntó si me apuntaba con él y no lo dudé. Me fui preparando bien el terreno para que no llegara una mañana en la que me preguntara qué hacer. Siempre tengo cosas que hacer y eso es una gozada. ¡Es que yo me monté muy bien mi jubilación! He cultivado mucho, incluso desde el punto de vista empresarial, mis aficiones. Ahora me dedico al cine, que es lo más importante que tengo, a una agencia de viajes y a ser patrona de la Fundación del Atlético de Madrid.
¿Ese espíritu renacentista es inconformismo o un oportunismo de manual?
Amalia Blanco, empresaria y exdirectora de comunicación. - Foto: Alberto RodrigoNo soy nada inconformista, así que será oportunismo. Son ganas de abrir la vida y expandirla. Los años de Bankia fueron, profesionalmente hablando, los más bonitos de mi vida. No solo por el trabajo en un momento tan difícil, que fue un reto precioso.
A veces, el conformismo fabrica estupendos jarrones chinos. Saber hasta dónde llegar y cuándo irse no está al alcance de todos. Hay quien se aferra al poder y no sabe vivir sin él.
A mí siempre me ha parecido que cambiar de trabajo es alargar la vida. Pasé de Arthur Andersen al Santander, de ahí a Hidrocantábrico, de ahí a Ferrovial, luego a Gamesa, a Bankia… Cambiar de sectores y actividades te alarga la vida. De repente, eres consciente de que cada día estás aprendiendo cosas. Cuando te apalancas en un sitio a hacer lo mismo día tras día, la vida se pasa volando y no te has enterado de que has vivido. Entiendo que haya gente a la que le dé vértigo el salto, pero para mí era una forma de aprendizaje continuo y de que los años cundieran. Yo pienso que las mujeres, dentro de las muchas dificultades que a veces tenemos en nuestras carreras profesionales, también tenemos una oportunidad bonita, y es que nadie cuestiona que dejes un trabajo porque quieras dedicarte un tiempo a tus hijos. Un hombre lo tiene mucho más complicado, tiene que estar demostrando permanentemente. Yo dejé el Banco Santander y me fui a mi casa. Tenía una niña de la que no había disfrutado y nadie me lo cuestionó cuando quise volver. No entiendo por qué la gente se aferra. No es que a mí me vaya la marcha, es que me gusta acostarme sabiendo que he hecho algo productivo y que he aprendido algo.
Usted dio a luz y a las cuatro o cinco semanas se subió a un avión para seguir trabajando.
Sí. Yo rompí aguas en la oficina, un viernes por la tarde. Di a luz el sábado. Fue en febrero del 95 y coincidía con la boda de Rocío Jurado y Ortega Cano. Estaba en mi casa viendo a María Teresa Campos y me caían lagrimones pensando qué hacía yo allí con la boda de Rocío Jurado. Me incorporé enseguida y no me arrepiento de haberlo hecho. Creo que mi hija me ha necesitado más en otras edades. Me necesitó más cuando tuvo cinco años y empezaban las tareas. Es evidente que yo me podía permitir tener una persona en casa, no quiero extrapolar situaciones porque son diferentes. Pero teniendo bien atendido a un bebé, yo creo que te necesitan menos que los niños a otras edades o en la adolescencia, y eso sí genera cargo de conciencia.
Mujer, burgalesa, madre y alcanzó el éxito. Ergo es posible.
No sé si el éxito, pero sí hice lo que me apetecía. Nunca aspiré a más. Estaba en comités de dirección del Ibex y en ninguna de esas posiciones pretendí ser la consejera delegada. Estaba encantada con el trabajo que hacía, me gustaba y si además me daba tiempo para leer, ir al cine, estar con mis amigos y mi hija, tenía una vida completa. Los hombres tienen unos retos que les impone la sociedad para seguir creciendo profesionalmente y quizás se autoexigen más, o lo hacen las familias, el entorno…
Los hechos son tozudos. Ahora hay alguna más, pero cuando usted empezó a pisar los consejos de administración del Ibex, mujeres había las justas tirando a ninguna.
Sí, había pocas. Es verdad que somos muchas mujeres en el mundo de la comunicación, pero no todas las empresas dan a la comunicación la importancia estratégica que yo creo que debe tener. Hay muchas directoras de comunicación, pero hay pocas empresas que las meten en el comité de dirección. Solemos estar en lugares a los que no se da la importancia debida. Yo he tenido la suerte de tener jefes que sí lo han entendido.
No puedo decir que me hayan pagado menos o me hayan puesto un tapón por ser mujer. Yo me he sentido tratada con respeto"
Ha sido jefa de muchos hombres. ¿Tuvo problemas por eso?
Yo creo que lo llevaban bien, creo que he sido una buena jefa y he dejado amigos en todos los sectores de donde me he ido. Somos más difíciles entre las mujeres; he tenido más problemas con mujeres que con hombres. Igual porque hay determinadas áreas a las que las mujeres hemos llegado hace más tiempo, pero antes de dedicarme a la comunicación, que fue en el año 2000, yo era la controller (directora de contabilidad) del Banco Santander y también tuve hombres y mujeres en mi equipo sin que eso supusiera un problema. Es evidente que muchas los han tenido y los tienen, no quiero pontificar, pero yo no he tenido esos problemas. No puedo decir que me hayan pagado menos o me hayan puesto un tapón por ser mujer. Me he sentido tratada con respeto.
¿Qué opina de imponer las cuotas por ley?
No me gustan las cuotas, pero es verdad que es una forma de mover el péndulo. Yo estudié Derecho y Económicas en Icade. Empecé en el año 79 y en la clase éramos cuatro chicas y 60 chicos, pero si vas ahora a la misma titulación, hay las mismas mujeres que hombres. Estoy segura de que cuando esas promociones lleguen a tener edad para entrar en consejos y comités, habrá paridad. Pero la habrán dado los estudios previos. No me parecen mal las cuotas para hacer ese pequeño movimiento pendular. Y hay una cosa por la que sí me parecen bien, que es porque me parece que los equipos mixtos enriquecen mucho y, si todavía no hay mujeres con la formación para acceder, de alguna manera tienes que forzarlo porque es enriquecedor para una empresa. Las cuotas desaparecerán cuando las promociones de gente más joven vayan llegando.
Decía antes que comenzó como auditora y controller. ¿Las empresas hacen muchas trampas?
(Ríe). No, qué va. En lo que yo puedo juzgar, no. Empecé de auditora en el año 84 y… Bueno, después fue el caso Enron (un escándalo contable de una compañía energética norteamericana que produjo la disolución de Arthur Andersen), siempre hay, supongo, empresarios o directivos que las hayan hecho, pero yo nunca me he encontrado con una empresa tramposa.
La empresa vuelve a estar en el epicentro del debate político…
Porque la han puesto los políticos ahí al criminalizarla. Tenemos grandísimas empresas, ojalá tuviésemos muchas más. El sistema español es demasiado de pyme, y yo creo que debería haber políticas que favoreciesen la concentración y la creación de empresas algo mayores. Son las empresas las que están manteniendo el estado de bienestar. No puedo entender que desde la política se criminalice a la empresa porque es la que sostiene todo. Hay que hacer políticas para que las empresas triunfen y tengan que contratar a más gente, son la base del bienestar.
Casi siempre que una empresa española ha alcanzado masa crítica para salir al mercado internacional, se lo ha comido.
Sí, es verdad. Yo estuve en Ferrovial y es un modelo de expansión internacional alucinante (en el momento de hacer esta entrevista, la compañía no había anunciado la salida de España de su domicilio fiscal). Mira a la banca, a Repsol o a Iberdrola. La empresa es un modelo. Y no hay que irse al mundo de las grandes compañías. Hay muchas empresas medianas que son extraordinarias. Puedo llegar a entender que haya una parte de la sociedad que, por una causa ideológica, ataque a la empresa, pero que los políticos lo hagan me resulta incomprensible. No se le está explicando bien a la sociedad quién sostiene el estado de bienestar, que son los empresarios y los trabajadores del sector privado. Los funcionarios también pagan impuestos, pero el neto entre lo que cobran y lo que pagan es gasto público. No digo que no sean necesarios, yo estoy a favor de un sector público fuerte que genere un estado de bienestar poderoso, y eso hay que financiarlo con un buen sector privado. Igual nos quieren a todos viviendo de subvenciones, pero no sé quién va a generar los recursos.
Aquel rescate que detuvo el pulso al país
Lo de su llegada a Bankia sucedió por causalidad. La causa, en concreto, fue que tenía contacto con José Ignacio Goirigolzarri (por entonces exconsejero delegado del BBVA) en un patronato de la Universidad de Alcalá. Y sucedió que a Goirigolzarri le ofrecieron la Presidencia de Bankia cuando había que encarar una reestructuración que incluía un rescate público inédito en la historia de España y un ERE sin precedentes. Era una situación extrema para la que el afamado banquero se rodeó de un minúsculo equipo de cuatro personas entre los que Blanco fue la única mujer. Asumió la Dirección General de Comunicación de una marca que en los años sucesivos se enfrentaría a la herencia del pasado con el procesamiento judicial de multitud de exdirectivos de la firma o de Caja Madrid (la más relevante de las integradas en Bankia), todo encabezado por el exvicepresidente español y exdirector del Fondo Monetario Internacional Rodrigo Rato.
Al nuevo equipo le tocó limpiar, y no poco, una casa que estuvo años en los titulares. Cuando 200 directores de comunicación votaron para conceder el primer Premio Forbes al mejor de los suyos, la elegida fue Amalia Blanco. Ocurrió en 2018 y fue el reconocimiento coral a un trabajo que empezó siendo imposible y acabó siendo un modelo de éxito.
Hablemos de Bankia. Llevar la comunicación después del hundimiento cotizará en el podio de los imposibles del gremio.
Supongo que ha habido crisis grandes, pero una tan larga como la de Bankia, no. Yo me incorporé a Bankia en el 2012, pero es que en el 2014 salieron las tarjetas black, luego… Fue un reto muy bonito. Yo lo intuía, claro. Nunca había trabajado con José Ignacio (Goirigolzarri) pero nos conocíamos porque los dos estábamos en el consejo asesor del Instituto Franklin, que es un Instituto de la Universidad de Alcalá de Henares. Le mandé un mensaje cuando aceptó ser presidente. Ya sabes: menudo marrón, pero cómo has aceptado… A los dos días me llamó y yo pensaba que era para hablar de su nombramiento. Pero no. Me preguntó si yo me iría a Bankia. Acababa de montar la distribuidora de cine y se lo expliqué. Me dijo: no te lo voy a forzar, pero quiero que pienses si en el momento que vive España estás donde más puedes aportar. Consulté con mi hermano y le escribí de madrugada para decirle que aceptaba. Me contestó inmediatamente: a las ocho de la mañana en mi despacho. Y allí, sin conocer ni sueldo ni funciones, me incorporé. Eso, el día que El Mundo publicaba que estábamos teniendo fuga de capital en las oficinas. Sabía que era un marrón, pero no pensé que tanto. Hay cosas que sí nos pillaron de sorpresa. No pensábamos que Europa iba a dar un tratamiento a las preferentes como el que dio, ni que la salida a bolsa fuese a postergarse, que fueran a aparecer las tarjetas black… Sabía que iba a una entidad que lo estaba pasando mal y que necesitaba dinero público, pero los marrones adyacentes fueron sorpresas. Imputaron a todo el consejo, hubo una demanda de UPyD… En fin.
No entiendo que desde la política se criminalice a la empresa, que es la que lo sostiene todo"
¿Alguna vez tuvo que poner pie en pared?
Nunca tuve que hacerlo. En el fondo, los sustos eran para todos. Los vivíamos mirándonos como diciendo 'esto es increíble'. José Ignacio transmite muy bien y tiene un gran sentido común. Un director de comunicación llega hasta donde llega. Si no tienes un jefe que respeta y entiende… Hombre, alguna de las decisiones que tomé sí fueron más controvertidas. Hubo mucho debate sobre si manteníamos el nombre de Bankia o lo quitábamos, yo era partidaria de mantenerlo, pero es cierto que no sabía todos los líos que iban a venir después. Me parecía que cambiando el nombre no se trabaja una crisis. Eres quien eres con lo bueno y lo malo que traes de tu historia. Lo que hay que hacer es que los valores con los que en ese momento te asocia la gente, cambien. Para eso hay que actuar de forma diferente, no ser distinto perro con el mismo collar. Además, hay que invertir mucho para que una marca sea conocida.
Entonces eso de vender la sede para cambiar el rumbo de un partido político tampoco parecía una buena idea, ¿no?
No. La gente no es tonta. Otros cambiaron y les salió bien, pero a mí me parecía que teníamos que ser muy honestos y transparentes.
Había dos agentes relevantes que iban a determinar la evolución de la crisis de Bankia. Uno era el Gobierno y el otro los grandes medios de comunicación. ¿Qué encontró en unos y otros?
Tanto los medios como el Gobierno fueron muy respetuosos. José Ignacio solo puso una condición al Gobierno para aceptar ponerse el frente de Bankia: que le dejaran gestionarlo con criterios profesionales, sin injerencias políticas. Nunca hubo problemas. Tampoco los hubo con el Partido Socialista. Y de los medios solo puedo hablar bien. Gestionar aquella comunicación no era pretender que no contaran cosas que era lógico que contaran, pero siempre contrastaron y entendieron nuestra situación. Tampoco presionamos nunca para que no se hablase de determinadas cosas. Ambos tuvieron un comportamiento extraordinario.
Se lo preguntaba porque la crisis de Bankia fue una crisis de país. Tenía una trascendencia enorme y, en cierto modo, era la piedra de toque de todo el sistema financiero. Si Bankia cae…
Cuando la gente dice que se debió dejar caer a Bankia no es consciente de lo que hubiese supuesto para el país dejar caer a una entidad con 60.000 millones en depósitos no cubiertos por el fondo de garantía. Si se hubiese dejado caer, habría caído un banco tras otro. Se crearía la mayor crisis de confianza en el sistema bancario español. Las frases de siempre: se salva a los banqueros y no se salva al pueblo. ¿A qué banquero se salvó? Todo el consejo estaba dimitido y después imputado. Solo se salvó a los depositantes, que no perdieron ni un euro. José Ignacio decía que se había peleado siempre por haber conseguido una solución al tema de las preferentes diferente a la que Europa nos dio. Europa forzó que los preferentistas perdiesen. Desde Bankia se peleó por proteger esos ahorros. Al final acabamos devolviéndolo, solo que vía judicial y con un impacto reputacional irrecuperable. En otros países como Italia, visto el caso, se dieron soluciones mucho más razonables que la de Bankia. Fuimos conejillos de indias y Europa se equivocó.
¿En qué momento pensaron que Bankia estaba salvada?
Teníamos mucha esperanza en que saliera bien. Evidentemente, el día en que lo pensamos fue el día que Europa aprobó el rescate. Hubo unos meses, entre enero y noviembre, en los que no sabíamos qué iba a pasar. Ese año, a José Ignacio le dieron el premio limón, pero era porque no podíamos contar nada. No podíamos hablar del futuro porque no sabíamos qué iba a suceder. Y no queríamos hablar del pasado porque se dañaba aún más a la institución. Fueron meses complicados. Cuando Almunia dijo que Europa había aprobado el rescate, pensamos que nos habíamos ganado el derecho a seguir vivos. Todos éramos muy conscientes de que estábamos jugando con la marca España. Los resultados empezaron a acompañar, pero hubo momentos muy difíciles. El plan era complicadísimo porque obligaba al cierre de mil oficinas y a prescindir de 6.000 personas. Paradójicamente, se salvaron muchísimos empleos y a todos los depositantes. Mi sensación es que la gente acabó cogiéndonos cariño.
Es un caso muy señalado en la memoria colectiva.
Sí, recuerdo que nuestro primer claim fue 'Empecemos por los principios'. Internamente, eso nos removió mucho. Yo nunca había visto, tras muchos años trabajando en el Ibex, cosas como las reuniones de los viernes por la tarde de los comités de dirección para definir nuestros valores. Éramos cinco. En otras empresas lo hace un consultor. Ahí no, ahí nos lo curramos nosotros. Luego elegimos 'Sigamos trabajando', que también nos removía. José Ignacio implantó que todos los años, después de presentar resultados, nos fuéramos de gira a todas las territoriales a compartir esa información con los directores de oficina. Siendo de Burgos, para mí hay un adjetivo importante: maja. Yo les decía: me encantaría que de nosotros se dijese que somos majos. Una persona maja es una persona empática, buena profesional, alguien que escucha. Yo siempre quise sacar un claim que fuese 'Queremos ser un banco majo'.
Las decisiones importantes, ¿mejor entre pocos?
El comité aumentó después. Pero sí, a mí los órganos colegiados enormes no me gustan. Las reuniones de muchísimos, no.
Rompí aguas en la oficina. Me incorporé enseguida y no me arrepiento. Estaba en casa viendo a María Teresa Campos y se me caían las lágrimas. ¿Qué hacía yo allí?"
Hablaba de las giras territoriales. Fueron a muchas provincias que, como Burgos, habían perdido sus cajas. Esto fue socialmente desgarrador.
No tanto para Burgos porque se integró en CaixaBank y la Fundación Caja de Burgos se quedó siendo accionista de CaixaBank, pero en Ávila o Segovia o el resto de provincias que formaron parte de Bankia (Caja Madrid, Caixa Laietana, Bancaja, La Rioja, Canarias…) lo perdieron todo. Cuando Bankia fue rescatada, los primeros que pierden absolutamente todo son los accionistas, con lo cual, estas cajas no se quedaron siendo accionistas. Lo perdieron todo. Es una de las cosas que después se gestionaron bien. Parecía que aquellas cajas solo podían odiar haberse integrado en ese grupo, pero se les ayudó para financiar la obra social. Toda la obra social que hacíamos en sus provincias la hacíamos con las cajas. Tengo buen recuerdo de la relación que mantuvimos con las cajas porque no era fácil para ellos aceptarlo con resignación. Nos ayudamos mutuamente.
Las personas mayores se sienten apartados, marginados por los bancos, mal atendidos.
Hay algo evidente. Es imposible que los bancos sigan manteniendo oficinas en todas partes. No se mantienen farmacias, escuelas o médicos, y no puedes exigir al mercado privado el mantenimiento de unos servicios en la España interior que no se mantienen desde lo público. Por un lado está esa España del interior que ha perdido sus oficinas bancarias en la que hay que hacer un esfuerzo por su digitalización. Nosotros implementamos el ofibus para que fuera al pueblo al menos una vez a la semana. Y luego están los mayores. Sí, hay que ayudarles, aunque nos vamos acercando a ser mayores las personas que ya somos digitales. La banca está muy informatizada, a diferencia del sector público, con el que es tan complicado hacer cualquier trámite. Conseguir cita previa es imposible, te piden una firma digital que tienes que conseguir en no sé dónde, luego te caduca… La banca española tiene un nivel de digitalización magnífico y sencillo. Hay una labor de formar a los mayores, los hijos tendrán que echar una mano… Lo que no entiendo es el maltrato en sitios donde sí hay oficinas, y eso vale para los mayores y para los jóvenes. A veces ves cosas que… En fin. Venimos de años con los tipos de interés negativos y el negocio de la banca es captar dinero barato y prestarlo más caro. Cuando eso desaparece, solo tienes dos vías: aumentar comisiones o bajar costes. Yo, más que de comisiones, prefiero hablar de pago por servicio. En eso me recuerda a los medios. Cuando se vivía de la publicidad, no se preocupaban por el pago. Cuando la publicidad cae, hay que cobrar. Lo mismo pasaba con la banca hasta que desapareció el margen. Son cosas que la sociedad no entiende, pero son lógicas.
La comunicación, sobre todo si es buena, es cara. Conviene entenderlo.
Claro, por eso a mí me parece lógico que los medios cobren por informar. Éramos casos parecidos porque habíamos regalado nuestro valor añadido porque el beneficio lo obteníamos por otro sitio. Mantener una buena redacción requiere buenos profesionales y eso cuesta. Nos hemos acostumbrado al todo gratis.
Eso se extiende a todos los ámbitos. Cuando puedes importar un producto de un euro desde China en vez de comprarlo por uno y medio en la tienda de abajo, malo.
Está claro. Hay un problema enorme, y es que acabaremos teniendo una forma de vida parecida a la de los chinos. En la medida en que vivamos de importar de un país, acabaremos importando sus condiciones de vida, pero eso sí es difícil de transmitir a la sociedad. Para mí había dos temas en los que era difícil armar un discurso que calase. Por un lado estaba lo de cobrar por los servicios y hacer entender a la gente que son servicios muy caros de prestar y que un banco vive de ser rentable y, por otro, hacer ver que el hecho de que en términos absolutos un banco tenga un beneficio de miles de millones no significa que sea rentable en cuanto al retorno sobre el capital, que es lo que te exige un inversor. Si no atraes inversores, tienes un problema. La banca, y más ahora que han subido los tipos, tiene un reto importante ahí. Un banco tiene que ser rentable.
Cuando alguien lee en un titular que un banco ha ganado equis miles de millones y después escucha a su padre decir que no le han atendido en la sucursal, es normal que resulte difícil.
Claro. En cualquier caso, la banca está haciendo esfuerzos en muchos temas, pero en la relación con el cliente deben seguir profundizando en cómo mejorar, y más ahora, que la cuenta de resultados la van a tener un poco más desahogada. Hay que ver, además, cómo va a impactar la subida de tipos en las hipotecas. Tuve una comida con personas del Círculo de Economía de Cataluña y había muchas personas que estaban optimistas con la economía en los próximos años. Yo pensaba otra cosa. No lo sé.
Es común. En los últimos meses no es extraño encontrar, dentro de los mismos espacios de conocimiento, posiciones muy encontradas en cuanto a las previsiones económicas. Allí donde unos ven el Apocalipsis, otros prevén años de bonanza.
Yo no veo el Apocalipsis, pero sí una situación de deuda muy compleja, y salir de una situación inflacionista siempre es doloroso. A mí lo que más me preocupa es nuestro nivel de deuda. Mira el tema de las pensiones. Estamos generando un estado del bienestar que no tenemos una economía que lo soporte. Hay gente que dice que la deuda no es un problema porque no se devuelve.
Un billón y medio no parece un problema menor, no.
Y la subida de tipos de interés va a provocar que el coste de la deuda vaya a ampliarse mucho. Pero si no se devuelve la deuda, pues que todos los países se endeuden hasta el infinito y más allá. Yo no soy tan positiva tal y como está la economía, con tantas empresas pasándolo mal y con el desempleo más alto de los países occidentales. Pero sí, me encuentro con mucha gente formada que es optimista, así que ya no sé qué pensar. Ojalá tengan razón.
La gente que cree que se debió dejar caer a Bankia no es consciente de lo que hubiera supuesto para el país. Había 60.000 millones no cubiertos por el fondo de garantía"
Bueno, ahora usted es empresaria. ¿Qué se encuentra cuando hace negocios?
Depende. En el mundo de los viajes veo que la gente está viajando como si no hubiese un mañana. La pandemia también ha generado eso de 'que me quiten lo bailado'. Y en el cine no hemos recuperado los niveles de asistencia que había antes de la pandemia, pero hay plataformas, televisiones y buen cine. Yo el problema no lo veo en la microeconomía, que es lo que me afecta a mí ahora. Me preocupan los datos macro. Qué país se sostiene con más del 12% de paro, envejecido, con muchos jubilados… Y encima veo criminalización al sector privado, trabas a la inversión y legislativas. Después, sales a cenar en Madrid y todo está lleno. Por un lado ves alegría en el gasto y por otro unos datos que no funcionan.
Esa costumbre de decir lo que uno piensa
Un director de comunicación no puede pretender vivir incomunicado. El mundo exige información y hace pagar muy caros los silencios. Casi tanto como los errores. Quizás por eso, quizás por su condición aventurera, Blanco no tuvo demasiados reparos en mostrar sus razones y defenderlas. Incluso en redes. Asumió el coste -no parece que haya condicionado sus impulsos- y siguió adelante. Sigue, de hecho, adelante.
Ayuda, y así lo viene dejando claro a lo largo de toda la conversación, su equilibrio personal. Es clamoroso que hace lo que quiere y disfruta con ello. Como con la gente, con las comidas de ocio o de trabajo o con la asunción de causas en las que milita abiertamente, así sean culturales o sociales. Observa, opina y, claro, acepta que haya quien tiene otra visión del mundo.
Se viaja como nunca, se sale como nunca… Parece que la pandemia sí ha invertido algunas tendencias. Y, además, parece que el cambio avanza al margen de las alarmas.
Sí, quizás haya un carpe diem masivo. Nos han cambiado mucho los hábitos. En algunos casos para bien y en otros no tanto. En el cine, por ejemplo, la gente se ha hecho más perezosa y tiene su gran pantalla y plataformas en casa. Sí, nos ha cambiado, pero creo que todos estamos intentando disfrutar más.
Lo del cine tiene un punto romántico. A usted le falta imprimir vinilos y abrir una editorial.
Yo tengo la suerte de tener una familia muy piña y siempre he ido al remolque de mis hermanos. El que se ha dedicado toda la vida al cine es mi hermano Adolfo y él me propuso unirme a la distribuidora. Cuando mi hermana se prejubiló en la empresa en la que trabajaba y decidió montar una agencia de viajes, me sumé. Siempre los he animado mucho, eso sí. Nuestra afición al cine viene de que mi abuelo era el dueño de un cine en Aranda. Cuando éramos niños, teníamos una fila para los primos. ¡No sé cuántas veces seguidas pude ver Ben Hur! Íbamos al cine y repetíamos. En Aranda había dos cines: el de arriba y el de abajo; mi abuelo era el dueño del cine de arriba.
Antes hablábamos de pagar por las cosas que merecen la pena. El cine es una de ellas, pero cuesta convencer a la gente.
Que conste que un problema que tuvimos a principios de los dosmiles fue la piratería, pero eso ya no existe. La piratería ha dejado de ser un problema. La pandemia ha tenido un efecto positivo, y es que la gente ha salido más cinéfila. Aunque no vaya al cine, le gusta ver películas y se ha acostumbrado. Lo que nos hacía daño era la piratería, pero ahora no importa tanto en qué plataforma se vea porque todas son ventanas de explotación que tienen un valor. Queremos que haya cinéfilos. Cuantas más formas tengan de ver cine, mejor.
Lo que sí lo coloniza todo son las redes. Usted es una defensora de su uso.
Sí, y me meto en jardines de vez en cuando. En realidad, solo soy tuitera. Hace 12 años que entré en Twitter y lo hice porque me dedicaba al cine y me parecía un buen sustituto del boca a boca. Distribuimos 'Intocable', la película francesa, y el mismo día del estreno hubo un tuit de Gerard Piqué hablando de que la película era impresionante. En ese momento, Piqué tenía cuatro millones de seguidores y eso nos hizo una gran campaña de publicidad. Me acostumbré a hablar de cine y luego, ya en Bankia, me acabé metiendo en algún jardín, sí.
Es un viaje de ida y vuelta. La campaña puede ser de publicidad o de descrédito.
A veces he mostrado opiniones más arriesgadas, pero nunca he tenido debates. Recuerdo un intercambio con un tuitero muy conocido al que envié un hilo para explicarle cosas sobre la banca. Después me dio las gracias por mensaje privado.
Sí, pero por privado, no en público.
Sí, las gracias me las dio en privado.
También ha levantado la respuesta de algunos medios de comunicación. En el diario Ara, por ejemplo, fueron críticos porque usted se mostró en contra del procés.
'Directiva de Bankia en contra del procés', creo que era el titular. La verdad es que yo me llevaba muy bien con la gente de Ara y no sé muy bien qué pasó. Cuando me llamaron para decirme que lo iban a sacar casi les daba vergüenza decirlo. Lo sacaron, no tuvo ninguna repercusión y ya está. Hay veces que me dicen que no debería mojarme tanto y otra gente me lo aplaude. Yo intento dar mi opinión sin faltar al respeto. Además, no me considero una radical intransigente. ¿Estaba en contra del procés? Pues sí. No me gustaba la situación, pero no estaba en contra de las personas ni insulté a nadie por estar a favor. A mí me parece que entre todos construimos un país y que estamos en un momento en le que hay que sumar y no restar, pero creo que nunca insulté a nadie. No me gusta que Cataluña pretenda irse de España y eso no lo puedo remediar. Sobre todo, en un momento en el que tenemos que pensar cómo construir mejor Europa, y en eso tenemos que sumar todos. Eso no pasa por tener problemas internos. Tuve aquel problemilla y alguno más, ya está.
El poder solo debería servir para hacer una sociedad mejor, pero a veces se utiliza para llenar egos. Bienvenidos los poderosos que mejoran la sociedad"
¿No tiene la sensación de que la policía de lo correcto va ganando y consigue que las personas limiten su libertad de expresión para no ser censurados o atacados en público?
Yo he borrado tuits muchas veces. Pero bueno, intento mantener las formas, ser educada, no insultar a los que me insultan y ya está.
¿Alguna vez le ha salido caro decir lo que piensa?
No. A mí lo único que me preocupaba de decir lo que pensaba era perjudicar a las empresas que me pagaban. Hubo alguna vez que le dije a José Ignacio que si alguna vez pensaba que lo que yo opinara hacía daño a Bankia, me lo dijera. Alguna vez me pidió que bajara el tono, pero nunca me he arrepentido de decir lo que pienso.
¿Para qué sirve el poder?
Para llenar el ego. Es magnífico quien tiene poder y lo utiliza para hacer una sociedad mejor, pero el poder solo debería servir para eso, y a veces se usa para llenar egos. A mí me encanta que gente a la que admiro tenga poder porque me parece que eso mejora la sociedad. Bienvenidos esos poderosos.
¿Y el poder debe ser de acceso universal?
No. Hay que saber utilizarlo. Si tuviéramos más gente buena con un gran poder tendríamos un gran país.
En Bankia trabajaban desde una de las torres de plaza Castilla. Tenían Madrid a sus pies. ¿Cómo mantenían el contacto con la tierra?
(Ríe). Qué difícil… No sé. Yo siempre los he mantenido. Depende de la gente que te rodea, y yo he tenido la suerte de estar bien rodeada. La familia ayuda mucho a mantener los pies en la tierra. Y he tenido jefes que nunca han perdido el suelo de vista. Sobre todo en esta última etapa, cuando estaba tan alto en la torre, he tenido la suerte de tener cerca a todo el equipo de Bankia. Creo que es la primera vez que me fui de un sitio y no puedo decir ni una sola persona que me cayera mal. Los momentos tensos nos unieron. Bastante duro era lo de fuera como para buscar problemas entre nosotros.
El himno, el Metropolitano y Aranda de Duero
Ejerce de arandina porque lo es y lo siente, pero buena parte de la historia familiar también se cimienta en la capital burgalesa. "Allí vivía mi madre, en la calle Calera". Hoy, su madre padece Alzheimer y sus hijos han descubierto un particular antídoto cuando quieren hacerla reaccionar: pinchar el himno a Burgos. "La última vez que estuvimos en Burgos fuimos al Victoria y, cuando sonó el Himno, se lo cantó entero. Y con contundencia, no creas".
Su vinculación es mucho más intensa con Aranda, la ciudad en la que nacieron los seis hermanos por expreso deseo de la mujer que los trajo al mundo. Allí dejó su infancia, sus estudios y los recuerdos del cine en el que su abuelo proyectaba superproducciones como 'Los 10 mandamientos', películas que veía en bucle junto a sus primos. Después, y por inducción paterna, acuñó el undécimo: amar al Atlético a pesar de todo.
¿Sabía que la Aranda en la que usted nació tenía 15.000 habitantes? Visto así, tampoco le ha ido tan mal…
No tenía ni idea. A mí me parece que Aranda está genial. Los seis hermanos nacimos en Aranda porque mi madre, se pusiera de parto donde se pusiera de parto, se iba a dar a luz a Aranda. De hecho, con la última se puso de parto en Galerías Preciados y mi padre estaba en Oviedo. Un tío mío la llevó hasta Aranda para dar a luz. Pero solo vivíamos en Aranda los tres mayores. Yo fui a las dominicas a estudiar. De allí fuimos a Santander y después a Madrid. Mi casa de Aranda, en la calle Isilla, se la quedó la única hermana que sigue viviendo en Aranda. Tenemos muchos primos y vamos con frecuencia. Me apasiona el ambiente, y eso que nunca voy a Sonorama porque me pilla lejos, pero creo que es una ciudad con mucha vida.
La Ribera es de las pocas comarcas de la España interior que mantiene la población, y todo a pesar de las no pocas amenazas que se ciernen sobre ella.
Es curioso, pero es que además tiene grandes empresas: Pascual, Michelin, Glaxo…
Con lo que le gusta meterse en charcos y no se ha metido en el mundo del vino. Es extraño.
No, y mira que tengo familia en el mundo de la enología que nos lo explica muy bien. Como siempre voy siguiendo a mis hermanos y nunca lo han hecho…
Los seis hermanos nacimos en Aranda porque mi madre, se pusiera de parto donde
se pusiera, iba a Aranda
a dar a luz"
La provincia de Burgos ha quedado en un triángulo formado por el País Vasco, Madrid y Valladolid. ¿Qué le llega de lo que sucede con la lucha por las oportunidades?
La verdad es que no voy mucho. A Aranda sí voy, pero de Burgos estoy más desconectada. Sigo al equipo de fútbol y me da pena que esté perdiendo fuerza, pero no tengo mucha información sobre lo que está pasando. Sí me llama la atención lo que están consiguiendo otras ciudades como, por ejemplo, Málaga. Es verdad que tiene costa y mucha población, pero supongo que es importante qué gobernantes te tocan.
Así que sigue al Burgos. Usted, que pudo ser feliz, y eligió ser del Atlético.
Mi padre fue el culpable. Se vino a estudiar a Madrid, tenía la pensión cerca del Metropolitano y nos hizo a todos del Atlético. Eso sí, nuestro segundo equipo es la Arandina y luego el Burgos. Ser del Atlético a mí me hace muy feliz, aunque pierda. Me llevo disgustos si pierde, pero sigo queriendo al equipo.
Es curioso que alguien tan analítico como usted se muestre tan vehemente cuando habla de su Atlético. No ahorra calificativos.
Sí ahorro, sí. Si supieses lo que pienso de otros equipos… Me divierte mucho estar en la Fundación y estoy en dos peñas, una de mujeres rojiblancas y otra que es genial y que se llama 'Los 50' porque somos solo 50 peñistas. Ahí hay gente como Juan Pedro Valentín, Vicente Vallés, Rubén Amón, Juan Luis Cano, estaban Patxi Andión y Almudena Grandes… Además, gente de ideologías totalmente distintas, pero por encima de todo está el 'Atleti'.
Es curioso que en un país como España, al que no le faltan problemas, algo tan pasional e irracional como el fútbol llegue a ser tan determinante.
Es alucinante. A mí me cambia más el humor un partido del Atlético que una crisis financiera (ríe). José Ignacio era también muy futbolero. Estábamos preparando el plan de recapitalización de Bankia y su gran dolor era que habían perdido una final de la Copa del Rey contra el Atlético. Él es del Athletic de Bilbao a muerte.
¿Qué le enseñó el crecer en una familia numerosa?
A valorar el esfuerzo. Una familia numerosa en esa época… Éramos clase media, pero veíamos a nuestro padre esforzarse mucho y a nuestra madre estar atenta a todo. Te enseña generosidad, a compartir. Las familias numerosas tienen muchas ventajas. Tuvimos unos padres maravillosos, mi madre vive todavía, y consiguieron hacer una piña. Me da pena que mi hija no vaya a tener eso. Compartíamos habitación, heredábamos ropa -yo no, que era la mayor-, libros y todo. Te enseña a valorar a tus padres y el esfuerzo.
¿Se queda con ganas de decir algo?
No (sonríe). Me da pena no saber más de Burgos porque quiero mucho a mi tierra, pero es así.