En torno a la escultura de la pareja de abuelos de la calle Laín Calvo se arremolinó ayer a última hora de la tarde un mogollón de gente, arengada al grito de '¡Aquí está la resistencia trans!'. Todos ellos caminaban minutos antes a la par que el resto de los participantes en la manifestación del 8-M, el mayor acto en defensa de la igualdad entre mujeres y hombres que celebra esta ciudad y que ayer fue boicoteado de forma deliberada por los abanderados del 'transfeminismo combativo'. Y no porque de entrada fueran muchos -más bien al contrario- sino porque al bloquear la marcha en la recta final, casi en la entrada a la Plaza Mayor, consiguieron confundir a parte de las asistentes y, al final, partir la comitiva en dos.
El interés por evidenciar fractura ya se subrayó en la convocatoria del año pasado, cuando los partidos defensores de la polémica 'ley trans' se separaron al final del recorrido y leyeron junto a la Diputación un manifiesto propio mientras en la Plaza Mayor hacían otro tanto las representantes de la Coordinadora Feminista de Burgos, abiertamente en contra de la controvertida normativa «para la igualdad real y efectiva de las personas trans» y muy crítica con otras medidas adoptadas por el Gobierno en la anterior legislatura.
Pero como hubo quien no se enteró de lo sucedido hasta que los medios de comunicación divulgaron las primeras crónicas, ayer se optó por dejar patente la división con un 'acto' propio en medio de la manifestación. Las razones, más allá de la defensa de los derechos de las personas transexuales, no quedaron claras, dado que no se escuchó prácticamente nada de lo que leía quien llevaba la voz cantante en medio del corro que se formó al comienzo de Laín Calvo.
La cabecera recordó que en esta convocatoria se exigía, una vez más, la abolición de la prostitución y la regulación de la pornografía, dado que son dos grandes focos de machismo. - Foto: Alberto RodrigoPara la mayoría de las 3.000 personas que recorrieron ayer las calles del centro, según datos de la Policía Nacional, no obstante, las razones para secundar la manifestación del 8-M tienen poco que ver con una ley concreta y mucho con su día a día.
Es el caso de Beatriz, burgalesa de 20 años y estudiante de FP, quien explicó su participación por la «falta de igualdad efectiva en la sociedad y la falta de concienciación entre los jóvenes». A las alumnas de la UBU Cristina y Marta les preocupa que «puede ser que tengamos menos oportunidades laborales y que cobremos menos». Este último argumento también fue uno de los esgrimidos por Sheila, de 15 años, y por su amiga Sara, quien explicaba que «hemos avanzado a lo largo de la historia , pero hay cosas en las que todavía hay que mejorar». ¿Por ejemplo? «A los hombres se les toma más en serio», dijo. Era la primera vez que marchaban por la causa y junto a ellas, otros tres amigos: dos Hugos, de 14 y 15 años, convencidos de la importancia de involucrarse en la consecución de «la igualdad y los derechos de las mujeres», y Miguel, también de 15 años, quien dijo que «creo en un futuro en el que la mujer sea libre en todo el mundo».
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