Un momento delicado

Diego Izco (SPC)
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Koundé, en el Barça-Las Palmas. - Foto: Europa Press

Su historia es la del lateral derecho que no quiere ser lateral derecho y, al tiempo, la de un futbolista descomunal que quiere ser figura. Cuando ambos conviven en armonía, irrumpe en escena un tipo arrollador, una fuerza de la naturaleza, capaz de devorar kilómetros y rozar la perfección; cuando el joven y rebelde Jules protesta internamente contra su destino, pegado a la cal, la voz interior («¡Yo quiero ser central!») le descentra y aparece el jugador despistado, el competidor mediocre capaz de cometer fallos incomprensibles. No hay una forma más 'lógica' de explicar la temporada de Koundé: aquel de las 10 primeras jornadas con cinco asistencias en su haber, este de los errores de concentración que ha llevado al Barça a pensar que tiene un problema. 

Es, realmente, una preocupación que viene de largo. Exactamente, desde que se formó un agujero en la salida de Dani Alves en verano de 2016. En ese período no hubo un fichaje específico: Sergi Roberto se acopló a la banda derecha y el Barça perdió mucho 'punch' en el costado. Aleix Vidal no cuajó, Douglas o Montoya volaron de cesión en cesión, Semedo (17/18) no mejoró a Sergi, Emerson Royal (18/19) fue una operación de 14 millones que nadie entendió, Moussa Wagué no encontró sitio en el primer equipo, Sergiño Dest (20/21) fue una promesa de 21 millones que no demostró ni una quinta parte de lo que prometieron, Mingueza parecía demasiado blando para el puesto, Cancelo casi jugó más minutos en la banda izquierda, Bellerín no dio la talla… incluso en la 21/22 el Barça 'refichó' a un Alves de 38 años para ver si su recuerdo ayudaba al club a apuntalar el lateral. 

La llegada de Jules Koundé (23 años) a cambio de 50 millones auxiliaba, a priori, a sellar la fuga en el eje de la defensa -en la salida de Puyol y en la decadencia de Piqué-… pero Xavi, en su afán por contener la sangría, apostó por la pareja Araújo-Christensen y entregó las llaves del carril diestro al francés (o al uruguayo si el rival era Vinícius). En cada charla entrenador-jugador, Koundé decía a Xavi que no le gustaba jugar ahí. Pero, con los números y el físico en la mano, no había mejor futbolista para el puesto. Y allá se asentó. 

Comodín

En ningún momento había recorrido tanto kilómetro: siempre actuó guardando la espalda de sus compañeros en el Girondins (70 partidos) y en el Sevilla (133), sus dos únicos equipos en la élite antes de llegar al Barça (109). Su condición fue determinante para que los entrenadores lo usaran de 'comodín', pero eran soluciones puntuales o alternativas tácticas esporádicas. 

Sin embargo, fue aprendiendo el oficio. Sus únicos pecados tienen la raíz en 'ir de sobrado', confiar demasiado en su potencia para solucionar cualquier contratiempo. Sus virtudes también enraízan ahí: en que el futbolista se ve capaz de todo. Y lo suele conseguir. Este año, por ejemplo, se ha convertido en un pilar fundamental para la explosión de Lamine Yamal: guardaespaldas del chico, protegiendo la banda derecha y la progresión del prodigio de Esplugues. Pero sin el atacante, los rivales se liberaron y encontraron más espacio para descolgarse por su banda. Y Koundé sufre. Y el Barça tuerce el gesto. 

El entorno lanza rumores incesantes para buscarle competencia… o directamente un recambio. Han sonado alternativas 'low cost' y perfil bajo para apretarle las clavijas, como Ratiu (Rayo) o el prometedor Andrés García (Levante), pero también ha habido rumores sobre Geertruida (Leipzig), Kayode (Fiorentina) o Dedic (Salzburgo), jóvenes con nivel para arrebatarle la titularidad a un Koundé melancólico.