El mismo día en que miles de españoles votarán a sus representantes políticos en el Parlamento Europeo, los apenas 60 habitantes de Castrillo Matajudíos tendrán otra cita electoral. En este caso su papeleta servirá para decidir si quieren cambiar el nombre del pueblo. Y es que el día 25 de mayo se someterá a referéndum en esta localidad próxima a Castrojeriz la posibilidad de borrar para siempre la denominación de la que se tiene conocimiento desde 1623. Esta vez parece más que probable que el cambio sí se aprobará, no como ocurrió en anteriores ocasiones. Quienes apoyen el sí, podrán optar a su vez por la designación Castrillo Mota Judíos o Castrillo Mota de Judíos. En todo caso, lo que es seguro es que la decisión traspasará fronteras, como lo ha hecho la noticia que avanzó Diario de Burgos el pasado 11 de abril.
Hasta ahora se conocía que el Ayuntamiento ya intentó sustituir el actual nombre de la localidad por el de Castrillo de Cabezón, en honor al organista y célebre músico Antonio de Cabezón, que nació allí en 1510. Sin embargo, la idea no cuajó.
Lo que no había trascendido es que en 1966 el Ayuntamiento también pidió sustituir el nombre por el de Castrillo de la Mota. Así al menos lo revelan Anun Barriuso y José Manuel Laureiro, estudiosos de la cultura judía en España, además de presidente y vicepresidenta de Tarbut Sefarad Madrid. En su artículo publicado en la web www.eSefarad.com ambos expertos añaden el motivo del rechazo:«El profesor Melón y Ruiz de Gordejuela muestra su desacuerdo pues disiente de ‘Mota’, ya que este término se aplicaría a una zona moteada que surge de arcillosa y rasa llanura». Sin embargo, este profesor miembro de la Real Academia de la Historia tenía su propia opinión y en el informe que publicó al respecto en el Boletín de la Real Academia de la Historia en el año 1965 recomendaba que el pueblo pasara a llamarse ‘Castrillo de la Mata’. Al parecer, dicho documento se redactó con ocasión del cuarto centenario de la muerte del organista Antonio de Cabezón, a quien no se recordará en el nombre del pueblo pero a quien sí se dedicó la remodelada plaza de la localidad, en la que, además, hay una placa con su nombre.
A propósito de todo ello, Marcelo Benveniste, editor de eSefarad.com e investigador de la cultura y la historia sefaradí, opina que «la posibilidad del cambio de nombre de Castrillo Matajudíos por ‘Mota de Judíos’ es mucho más que el cuidado estético de eliminar un nombre cuyo significado avergüenza». Defiende que «es una tardía muestra de respeto y reconocimiento al colectivo judío, que a lo largo de muchos años aportó su impronta a la construcción de la cultura del lugar y a toda la humanidad y que a pesar de eso fue expulsado y maltratado solamente por su condición de judíos».
En el mismo sentido, Benveniste considera que el paso que se dará el 25 de mayo significa «una posibilidad para el pueblo español de descubrir su propia historia, ésa que por mucho tiempo estuvo oculta y que gracias a este tipo de medidas sale a la luz».
Un cambio «lógico»
Por su parte, el cronista oficial de la provincia, René Jesús Payo, asegura que «es lógico que se vuelva a adoptar el nombre original porque el actual puede mover a confusiones», y se decanta por ‘Mota de judíos’. Sin embargo, asegura que «el nombre nunca ha tenido de manera consciente un componente peyorativo, aunque desde fuera pueda causar una imagen negativa».
Hay que recordar que fue en 2009 cuando la Corporación municipal decidió encargar una serie de estudios sobre la mota en la que se asentó la aljama judía. Sin embargo, ha sido el actual Ayuntamiento, cuyo alcalde es Lorenzo Rodríguez, del Prcal, el que ha decidido ir más allá. Se trata de un primer paso al que se unió el sábado pasado la celebración de una charla a cargo del arqueólogo Ángel Palomino, quien hizo un exhaustivo repaso sobre el origen de la localidad con el fin de formar e informar a los vecinos.
De cara al futuro, Rodríguez recuerda que el objetivo es buscar financiación para realizar excavaciones en la colina donde se asentó la colonia judía en el siglo XI. La primera fase de esos trabajos, según calcula, podría costar 80.000 euros. Pero ese capítulo aún está por escribir.