Eran mitos eróticos. Seres de una sensualidad tan exuberante que, en aquella España aún en blanco y negro, constituían fruta prohibida, anhelantes sueños, diosas carnales. Así que su presencia en Burgos aquel mes de junio de hace ahora cincuenta años armó un buen revuelo: no todos los días se podía ver pasear por el Espolón a Brigitte Bardot o a Claudia Cardiale. El rodaje en Burgos de Las petroleras, del que se cumple ahora medio siglo, alteró el latido cotidiano de los burgaleses más aficionados a las sesiones dobles de cine. Era, además, la primera vez que ambas divas del celuloide trabajaban juntas. Había tal expectación ante su llegada que los medios locales dedicaron mucho espacio en los días previos.
En alguno de aquellos artículos se anticipaba el carácter agradable de la italiana y el arisco de la francesa. Basten como ejemplo algunos extractos de la crónica a pie de avión que le hicieron a la Cardinale: "Sonríe a cada instante y responde a todo"; "no puso reparos en contestar a preguntas"; mientras que de la Bardot se dijo que llegaría "dando el silencio como respuesta y algún bolsazo como de costumbre". No se equivocaron en las predicciones. BB y CC se alojaron en el Hotel Landa Palace. Aunque la película se iba a llamar Las petroleras su rodaje no se llevó a cabo en la comarca Las Loras, donde no hacía demasiado tiempo que había brotado el oro negro, sino en la comarca del Arlanza (como evocación de Arizona) y a lo largo de la línea ferroviaria del Santander-Mediterráneo.
Todas las crónicas de la época coincidieron en afirmar el carácer afable y simpático de Claudia Cardinale, quien aprovechando un descanso en el rodaje se dio un garbeo por el centro de la ciudad, donde realizó compras, y visitó la Catedral, de cuya belleza quedó admirada. Comió en el Mesón El Cid, donde el avezado Fede la retrató bien sonriente. En una de las entrevistas que concedió durante su estancia en Burgos alabó la belleza de la ciudad. "Es preciosa. Me ha gustado mucho ese paseo estupendo que tienen. Creo que le llaman El Espolón. También la Catedral, sus monumentos, la plaza mayor y esos árboles tan bien cuidados que tienen".
Mientras, la Bardot se hallaba en el entorno de Salas rodando distintas escenas con otros compañeros de reparto: las también bellísimas Patty Shepard y Emma Cohen y con el protagonista masculino de la cinta, Michael Pollard. En torno al tren que se utilizó para las escenas, la Bardot se mostró en todo momento esquiva. Cierto era que, en su papel de bandolera, debía exhibirse embozada; pero también lo era que en los momentos de descanso no hizo un solo guiño ni a los fotógrafos de prensa (ni siquiera a una cámara de televisión) ni a los curiosos que se arracimaron a una distancia prudencial para poder admirar la belleza sin igual de la francesa. No actuaron así sus compañeros de reparto, que se dejaron retratar e incluso conversaron con plumillas y vecinos.
"Todos los artistas participantes en la película salieron del vagón y efectuaron su almuerzo al aire libre en el término de Cascajares para aliviarse del fuerte calor reinante; pero B.B. aguantó todo el tiempo dentro del tres y cuando dejó verse, un tanto a distancia, apareció siempre con la cara cubierta por un gran antifaz, a fin de evitar toda fotografía, siquiera fuera a distancia. Todo el equipo restante rivalizó en simpatías y amabilidades, pero Brigitte Bardot se obstinó en constituir la nota disonante a este respecto. Lo sentimos. Por ella", recogía este periódico en una de sus muchas crónicas sobre la diva de aquellos días.
Pero hete aquí que al día siguiente en que le tocaba descansar, la belleza francesa hizo lo mismo que jornadas antes había hecho Claudia Cardinale: salir a recorrer Burgos en la compañía de su pareja, un guapo de libro. Fue toda una sorpresa. Y así quedó de manifiesto en la prensa: "Increíble. Brigitte Bardot se dejó ayer retratar en el Espolón y no rompió la cámara al fotógrafo. La famosa actriz al exhibirse en el principal paseo de la ciudad, en uso de sus plenos derechos a andar por donde le plazca, sin duda ha querido demostrar que no tiene motivos para ocultar su bello rostro, aun cuando exigencias del rodaje de la película Las petroleras y su propia voluntad, la moviesen a aparecer disfrazada y con antifaz. ¿Habrá que convenir, entonces, que B.B. no es tan inasequible como se dice? ¡Cualquiera se atrevo a responder!", se pudo leer en este periódico.
Destacó la prensa que la actriz se paseó descalza, con las sandalias en la mano; que visitó la Catedral y cenó en el Ojeda. En algún momento la ‘extravagante francesita de larga cabellera rubia’, como fue nombrada en alguna crónica, se sintió agobiada por algunos admiradores, exclamando ‘¡Fatigué!’, en más de una ocasión. No era para menos que acabara hasta el moño, toda vez que sufrió alguna que otra persecución a pie y en coche (a velocidades que superabana los 120 kilómetros por hora). Siempre escoltada por un séquito de varias personas, amén de la compañía inseparable de su galán, no hizo una sola concesión. Esto le ganó la enemiga de muchos gacetilleros, que volcaron su inquina y su ironía para castigar tan arrogante actitud. Se dio la casualidad de que durante la estancia de Bardot el cine Tívoli estrenó Y Dios creó a la mujer, película que creó el mito erótico de la Bardot tanto por los desnudos y el erotismo que emanaba como por la promiscuidad del personaje que interpretaba (la película, de 1956, había sido censurada en España). Quizás temiéndose un escándalo mayor, la Bardot no asistió a estreno.