El pan se alza como un producto básico y eso requiere que todos los días de la semana se deba llevar hasta los vecinos que viven en los pueblos, por pequeños que sean. Pero mientras durante el verano la provincia se encuentra a rebosar, el invierno se hace duro. Y a ello se suma ahora el incremento de costes que se sufre a nivel general, que complica en gran medida realizar las rutas más largas. La cantidad de kilómetros que se tienen que recorrer con el actual precio del gasoil se une a la inflación de otras materias primas como la electricidad, la harina o la levadura, lo que dificulta aún más la situación del sector.
Ese riesgo de quedarse sin pan se convirtió en una realidad hace unas semanas en Los Altos, donde de hasta ahora se encargaba de llegar la Panadería Ceballos. «Era inviable, hacíamos muchos pueblos y teníamos un trabajador para ello, que ya supone 2.000 euros, y que se suman a otros 1.200 de gasoil al mes», comenta Alicia Ortiz, responsable del negocio. Les ha dolido especialmente tener que dejar la ruta puesto que dejan sin servicio a los vecinos, e incluso ellos cuentan con familia en esta misma zona. «No salen los números, a pesar de que el verano es muy bueno», explican, mientras reconoce que llevaban allí repartiendo casi tres décadas.
A las dificultades por la inflación se añade también el hecho de tener que recorrer carreteras en mal estado o que durante los meses de invierno resultan un peligro por culpa de la niebla, la lluvia o la nieve. «Mi producto es perecedero, lo que no venda hoy lo tengo que tirar», desarrolla Ortiz, que en su caso tienen el obrador en el Alto de la Varga y ahora -en lugar de alejarse para realizar tantos kilómetros- se han centrado en puntos más próximos a la capital como Arcos de la Llana o Sarracín.
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