En Madrid, capital de la política, se hacen apuestas desde hace meses. Pero desde que se suceden las derrotas parlamentarias del Gobierno y se ha producido la sorprende noticia de que el fiscal general del Estado borró de su teléfono y ordenador todas las comunicaciones comprendidas en los días que el Supremo pidió a la UCO que investigara, son pocos los que siguen pensando que Pedro Sánchez podrá mantenerse hasta el final de la legislatura. Sin embargo, hay señales que apuntan a que en Moncloa y en Ferraz se ha instalado la incertidumbre. Las caras expresan inseguridad donde antes había triunfalismo.
El Gobierno ha tocado fondo hace mucho tiempo. Ha perdido peso dentro y fuera de España, el nivel de eficacia, experiencia y bagaje político de la casi totalidad del equipo de Pedro Sánchez es ínfimo y los fallos se viven día a día.
Moncloa no ha dado importancia a que el nuevo secretario general de la OTAN no haya invitado al presidente español esta semana a la primera reunión que ha mantenido con los principales dirigentes europeos, pero la tiene. Esta semana se ha producido también otra importante cita en Bruselas, la primera del Consejo Europeo convocada por Antonio Costa, el nuevo presidente. Ahí Pedro Sánchez, que siempre se dijo que aspiraba a ser en el futuro quien dirigiera ese organismo, el más importante junto a la Comisión, seguro que se preguntó que tienen el exprimer ministro portugués para alcanzar tan alta responsabilidad, cuando dimitió por un asunto de corrupción que, a los pocos días, se demostró falso.
El propio presidente de Portugal le pidió que reconsiderase su dimisión. Pero Costa, que sí es implacable con la corrupción y no estaba dispuesto a que nadie dudara de su honorabilidad, mantuvo su renuncia. Fue rescatado por la UE, que le eligió para el Consejo con un respaldo incuestionable.
La corrupción cerca a Pedro Sánchez aunque se niega a asumirlo. Su reacción al conocer el borrado del móvil del fiscal general ha sido la peor que podía dar: no hay pruebas, no hay delito. Pero sí hay pruebas, las tiene el Supremo, y los avances tecnológicos podrán recuperarlas a pesar de haber sido borradas. Incluso si no fuera así, las recogen los móviles de sus interlocutores.
Esa reacción ridícula de no hay pruebas no hay delito es demostración clara de que el presidente del Gobierno está perdiendo el norte, en una carrera enloquecida de pedalear insensatamente para no caerse.
En su círculo explican que está indignado por lo que considera una persecución implacable a su mujer para intentar así dañarle a él, al presidente; pero dicen también que por encima de la indignación advierten en su comportamiento, en sus gestos, en sus palabras, una preocupación infinita por lo que está viviendo. Y hay personas en ese círculo que ya confiesan con naturalidad que no saben siquiera si llegará al verano.
Asuntos letales
Una de las personas que todavía confían en su continuidad, y que da alguna pista a cambio de que no aparezca su nombre, cuenta que lo que más preocupa en el sanchismo es que no saben qué informaciones manejan los medios de comunicación que indagan en los casos de corrupción que se están conociendo, y que pivotan sobre los nombres Ábalos, Koldo García, Aldama, Begoña Gómez, Barrabés, Goyache y García Ortiz entre otros, y a los que se ha añadido recientemente la ministra Reyes Maroto.
Saben perfectamente que esos medios -principalmente El Mundo, The Objective, El Confidencial y Voz Populi, con alguna aportación también de La Sexta y ABC- disponen de muchas historias que todavía no han salido, pero que saldrán... temen que saldrán. Les llega desde muy diversas fuentes, aunque Moncloa y el presidente están obsesionados con que procede directamente de la UCO y de jueces, de ahí las descalificaciones de Sánchez a magistrados y a la Guardia Civil.
Confiesa nuestro interlocutor que en el mundo del sanchismo empiezan a ser habituales los rumores sobre asuntos que podrían ser letales para Sánchez… y no saben si los medios los conocen o los pueden conocer en el futuro. Rumores, no pasan de ahí, pero cuando el río suena…
Por otra parte, los cambios que se han producido las últimas semanas en el Gabinete de Moncloa se consideran relacionados con las informaciones sobre la corrupción en los aledaños del Gobierno, y la torpeza con que se han manejado desde la Moncloa. Por si no tuviera Sánchez suficientes problemas con las noticias sobre corrupción y el hecho de que su fiscal General del Estado esté imputado -nunca antes se había dado el caso- y que además profundice en el descrédito del Ejecutivo con la torpeza de sus maniobras para salvarse, la coalición de investidura que Sánchez intentó sin éxito que fuera una coalición de legislatura, parece desmoronarse a pasos agigantados.
Está asumido entre esos socios -Junts, ERC, Bildu, BNG y PNV- hasta ahora los más fiables, que la mayoría de leyes que se aprueban porque son exigencias de esos socios, no se van a aplicar. Y se conformaban, Pero los últimos días han cambiado las tornas: a la alianza del PP con Junts, para tumbar la ley de hidrocarburos se han sumado PNV y Vox. El PSOE pone el acento en que el PP se ha aliado con Puigdemont, lo que es cierto y Feijóo tendrá que valorar las consecuencias. Pero también es importante que se haya roto el grupo de apoyo de Pedro Sánchez fuera del PSOE, y que PNV y Junts, visceralmente contrarios a Vox, no hayan hecho ascos a votar una ley con Santiago Abascal.
Por otra parte el partido de coalición, Sumar, está en situación de enfermo crítico y la propia Yolanda Díaz, para levantar su bandera, anuncia que no votará iniciativas socialistas que considera impopulares para sus seguidores.
La política gallega no va a conseguir recuperar terreno, se ha convertido en una figura política irrelevante. Pero además se ha producido una nueva situación: parte de los votos de Sumar se están yendo al PSOE, lo recogen todos los sondeos, pero también se van buena parte de ellos a Podemos.
Y ahí se abre un nuevo frente para Sánchez: Podemos no es Sumar, Pablo Iglesias tiene tentaciones de regresar al plano político abiertamente, -no desde atrás, como hasta ahora- e incluso Irene Montero, que no acaba de encontrar el punto al parlamento Europeo por razones personales - es una mujer con mucho apego a la familia- regresaría a la política española si hay un adelanto electoral.
Porque ese el asunto clave, el que surge en todas las conversaciones en las que se hacen cábalas sobre el futuro: cuánto tiempo durará el mandato de Pedro Sánchez.
Muchos de los que afirmaban que acababa la legislatura, cuentan ahora que si llega al verano será un milagro. Temen que salgan informaciones que le obliguen finalmente a presentar la dimisión.