Hace un año y medio, Aurora Vilariño y su familia decidieron hacer las maletas y cambiar Madrid por la Ribera del Duero. ¿La razón? El colegio de Milagros. Tal cual. "Vinimos por el cole, solamente por el cole", dice. Tras una 'escala' en la localidad segoviana de Riaza hasta que encontraron casa en Milagros, algo que les resultó "muy complicado", se muestra convencida de que el cambio ha merecido la pena. Porque sus hijos, Edgar, de ocho años, y John, de cinco, están "encantados" en el CRA Valle del Riaza. "Aquí la educación es innovadora, no tiene nada que ver con la de Madrid, que es más clásica", dice en referencia al proyecto de vida que han creado en torno al centro.
Ellos han priorizado estar rodeados de naturaleza, la cercanía y una educación activa con grandes dosis de innovación y en Milagros lo han encontrado. Hasta tal punto que Vilariño no duda en defender que "deberían ser así todos los colegios: humanos, donde se prima el esfuerzo y la motivación". A su juicio, resulta clave "dar sentido a los conocimientos" y que los niños tengan herramientas para enfrentarse a la vida real.
En ello juegan un papel fundamental los profesores, con quienes esta fotógrafa se deshace en halagos. "Se nota que les apasiona, que están todos a una". Pone como ejemplo que los alumnos, a partir de tercero y cuarto de Primaria, cursan la asignatura de plástica en la residencia de mayores que se encuentra muy cerca del colegio. Según afirma Vilariño, "a los abuelos les viene bien por la motricidad y por la alegría de tenerlos cerca" y "los niños están muy contentos". Además, unos y otros aprenden a escucharse y si algo valoran es compartir tiempo.
También destaca que los alumnos han creado un pequeño recorrido por Milagros en el que figuran diversos puntos de interés como la cooperativa, las bodegas o el antiguo molino, sin olvidar el huerto ecológico en el que aprenden ciencias, matemáticas o lengua, entre otros tantos proyectos. Por eso, Vilariño aboga por "cuidar y mucho" un colegio que vale su peso en oro y que hace unos años sufrió un bache, con cursos más flojos en matrículas. Desde entonces ha remontado hasta superar los 70 estudiantes en la actualidad. Casi nada para un pueblo con unos 430 empadronados.
De hecho, su alcalde, Pedro Luis Miguel, aplaude que ahora se encuentren "a tope", consciente de que "si algo nos fija población son la guardería y el colegio", así como las consultas médicas que mantienen a diario o el hecho de disponer de dotaciones deportivas y culturales. "Es cierto que viene gente de fuera por la calidad de la enseñanza, por la forma que tienen de enseñar matemáticas en el huerto, porque aprovechan todos los espacios del pueblo...", enumera satisfecho, mientras recuerda que el centro ha recibido varios premios.
"Es un regalo". En esta misma línea se pronuncia Patricia Llorente, también madrileña de origen y que también ha apostado por el CRA Valle del Riaza. En su caso, residen en Aldehorno, a 15 kilómetros de Milagros. Vivían en San Sebastián de los Reyes y, gracias a las raíces de su familia política, se hicieron una casa en este municipio, con idea de que fuera su segunda residencia. Pero llegó la pandemia y con ella el confinamiento. En ese momento, se plantearon cómo sería su vida en el pueblo. Después, con el teletrabajo, se mudaron. Faltaba una pieza: el colegio. Descubrieron el de Milagros y admite que se emocionó. Así que todas las piezas encajaron. "Es un regalo, un 10", concluye agradecida.