Con la mirada nublada y la emoción contenida, el operador de cámara Miguel Molina evocaba la pesadilla de aquel 14 de marzo de 1980, cuando una avioneta que planeaba sobre Alaska se estrelló en la nieve llevándose por delante la vida de Félix Rodríguez de la Fuente y otros dos compañeros del programa 'El hombre y la tierra'. Molina, que filmaba desde otro avión, recuperó los cuerpos y se ocupó de llevarlos a España, pero no encontró fuerzas para acudir al entierro en Poza de la Sal, donde nació el naturalista otro 14 de marzo de 1928.
Tampoco había visitado el mausoleo del cementerio de Burgos, donde posteriormente se trasladó el féretro por deseo de la familia. Hasta ayer, cuando decidió acudir al homenaje organizado por la Fundación Oxígeno y Paleolítico Vivo para rememorar el 45 aniversario de su muerte.
«Estaba muy cansado, llevaba tres días recogiendo sus enseres y fue muy duro», relataba mientras observaba de reojo la escultura de Félix, que le recordó a otra estatua que él mismo encargó poco después del trágico suceso. «Pesaba 70 kilos, la llevé al lugar donde se estrelló la avioneta y también está con unos lobos», recordaba. «Le puse en quechua: 'En la mitad de la tarde te llegó la noche'», añadía.
A su lado se encontraba Enrique Jerez, arquitecto burgalés que realizó un trabajo sobre la obra del mausoleo (diseñado por Miguel Fisac y Pablo Serrano) y que actualmente está restaurando el lucernario. Le explicó la simbología del lugar, la magia de los materiales y del bosque mediterráneo que rodea la tumba. «Es un mensaje positivo, como esa vida que siempre se renueva», decía a modo de consuelo.
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