La lluvia no frenó la tradición, pero el paso del tiempo muestra una evolución incuestionable en la Feria de Mayo en Miranda. En 1254, Alfonso X autorizó su celebración, pero hoy, el rey absoluto es el caballo. Todo lo que rodea a este animal crece y ayer pese a los chaparrones y su amenaza constante, el público disfrutó de los espectáculos ecuestres en el Ferial. Por contra, las cabezas de ganado se quedaron en 28, cinco menos que el año pasado y muy lejos de las cifras que resuenan del pasado.
Uno de los pocos que acudió a primera hora para poner en el escaparate sus animales llegó desde Espinosa de los Monteros. Abascal reconocía su sorpresa por el número, pero además lamentaba que «tampoco hay gente que venga a comprar». Como otros asistentes, hablaba de los requisitos cada vez más estrictos en estas citas, pero también salía a relucir otras ferias, donde pagan para que los ganaderos acudan fieles a la cita.
Mientras el declive de la parte comercial no cesa, en las instalaciones del CD Casco Viejo se pudieron ver exhibiciones, competiciones de salto o las prácticas de oficios como el herraje de caballos. Alberto Muñoz fue uno de los protagonistas con su doma vaquera, una disciplina que imita «los trabajos que se hacían en el campo», en una tradición «más típicas de otras zonas, pero que es muy bonito de ver», resaltaba. A él, le tocó salir junto a su caballo después de una de las chaparradas, por lo que admitía que «haremos lo que nos permita el día, porque al llover el terreno está resbaladizo» (...).
(Más información, en la edición impresa de Diario de Burgos de este jueves o aquí)