Hace justo una semana que concluyó en Burgos el plazo para canjear los bonos al consumo y más de 3.500 cheques (2.586 de comercio y 929 de hostelería) se han quedado sin gastar. O lo que es lo mismo, si mis cálculos y mi capacidad de interpretación no son erróneos, varios cientos de burgaleses gastaron más de 20.000 euros en nada. O se lo regalaron al Ayuntamiento, según se mire. Lo que sí que está claro es que el objetivo que en teoría busca esta iniciativa no se cumplió en esos casos, ya que ni comerciantes ni hosteleros vieron ese dinero.
El Consistorio burgalés lanzó a finales de 2020, tras seis meses dando vueltas al asunto, una campaña de bonos para incentivar el consumo en los negocios de proximidad. La iniciativa que buscaba ayudar a los sectores más afectados por la pandemia llegó para quedarse. Efectiva entonces, disparatada para algunos ahora, lo cierto es que este año la ciudadanía volvió a responder con rapidez, ya que en apenas 48 horas se agotaron los 325.000 vales destinados al comercio y los 50.000 para bares y restaurantes. El importe de cada cheque ascendía a 10 euros, de los que seis aportaba el consumidor y cuatro el Ayuntamiento -o el contribuyente, en realidad-, lo que suponía un desembolso total de 3.750.000 euros a gastar en negocios locales.
Hubo quien aprovechó para ampliar su fondo de armario y se hizo con un abrigo que ya habrá estrenado estos últimos días que el invierno asoma o quien esperó al último día para pasarse por una tienda y renovar sus viejas zapatillas por otras que ya patean las calles de la ciudad. También quien se dio un homenaje en alguno de los restaurantes que rara vez pisa porque lo que cobran por barba no es peccata minuta. Y hubo quien, vete a saber por qué, regaló su dinero a las arcas municipales.