Mañana es San Patricio, patrón de Irlanda, y muchos lugares se teñirán de verde en honor a la Isla Esmeralda. En Madrid habrá desfile de gaiteros y hasta la señá Cibeles (como la llama Sabina) se iluminará con este color. En realidad fue en Nueva York, aparte de Irlanda, donde empezó esta celebración con un clamoroso desfile por la Quinta Avenida que simboliza el origen de millones de americanos. La diáspora irlandesa, extendida por medio mundo, se encargó de transmitir su profunda nostalgia y contagiarnos de ese inmenso amor a la tierra que tan bien han recogido sus baladas.
Es fácil enamorarse de Irlanda porque, además de su impresionante belleza natural, su historia es un mosaico de prodigios y hazañas. El mundo celta generó numerosas narraciones plagadas de héroes, duendes y otros elementos maravillosos que han nutrido el arte y la vida. Y la historia está jalonada por la resistencia de un pueblo al que la corona británica desposeyó en el siglo XVI de su lengua, sus tierras y su religión, y solo en 1922, con la dolorosa escisión de la isla, logró su independencia. Los irlandeses se refugiaron en la música y la palabra, dos artes en las que han deslumbrado. Cabe recordar que una isla de cinco millones de habitantes cuenta con cuatro premios Nobel, además de la gigantesca figura de James Joyce. ¿Y qué decir de la música? No hay nada como tomarse una pinta en un pub mientras tocan y cantan los propios parroquianos con espontaneidad y virtuosismo. Lo llevan en la sangre.
Irlanda ha sabido adaptarse a los tiempos, pasando de ser una tierra de emigrantes a un país con un gran auge tecnológico y un próspero mercado laboral que le valió el apodo de el tigre celta. Y ha reforzado los estrechos vínculos que históricamente ha mantenido con España. En 1986 comenzamos un programa Erasmus entre la UBU y University College Cork, que luego extendimos a otras universidades irlandesas y que ha enriquecido nuestra ciudad con intercambios de estudiantes, profesores, amistad y logros académicos, sin olvidar las jóvenes parejas burgalesas/irlandesas que se formaron. Y fue también en la UBU donde en 2001 fundamos la Asociación Española de Estudios Irlandeses, muy reconocida internacionalmente.
Mañana habrá en muchos sitios tréboles, música y cerveza. Y yo brindo desde aquí con enorme gratitud por tantas lecciones de amor y fortaleza: ¡Sláinte! (salud), querida Irlanda. Te llevamos en el corazón.