En el arranque oficial del Valle del Hidrógeno de Castilla y León (CyLH2Valley), vivido el pasado lunes en la Estación de la Ciencia con todos los protagonistas y las 42 empresas que participan en esta iniciativa pionera en España, ya se dejó entrever que su desarrollo va a ser «muy duro y exigente», y no cabe duda de que lo será. Burgos carece de las infraestructuras y de la potencia eléctrica en alta tensión necesaria para desarrollar la mitad de los 400 millones de euros de inversión anunciados y, por extensión, el equivalente a los 2.000 empleos de los que se habló.
Es más, actualmente no hay energía en alta tensión disponible y tampoco la habrá -salvo cambios radicales en la red eléctrica nacional y en la política energética de país- en los 5 años de calendario que tiene este ambicioso proyecto. Esta carencia deja cojo al Valle desde su arranque, al menos para las aspiraciones de la provincia que lo están impulsando, que es líder en producción renovable a nivel regional y nacional y que cuenta con proyectos tecnológicos, industriales y de investigación a la vanguardia en este campo renovable.
Todo el esfuerzo desarrollado en los últimos tres años desde la Asociación del Hidrógeno regional (H2Cyl), la UBU, el Ayuntamiento, la Diputación o la Junta de Castilla y León, entre otros organismos y empresas, depende ahora de la disponibilidad del enchufe a una red de alta tensión deficitaria y sin capacidad hoy para impulsar los proyectos piloto previstos para producir hidrógeno, amoniaco y metanol verde en Burgos, que es la idea que impulsa el CyLH2Valley.
Esta carencia se traduce en la imposibilidad de acometer la planta de producción de hidrógeno verde y metanol sintético que se pretende levantar en la última gran parcela de 100.000 m2 de Villalonquéjar, el mismo espacio que se contempló para la fallida fábrica de llantas de automóvil china.
El proyecto, según se informó a la Comisión Europea el pasado mes de junio, está promovido por el grupo francés Elyse Energy en unión con Kronospan y supone una inversión de 194,14 millones de euros para generar 10.000 toneladas al año de hidrógeno y de metanol verde, materia prima clave en la fabricación del tablero aglomerado.
El problema es que esta planta necesita de una potencia instalada de 80 megavatios, lo que equivale a 4 veces la que mueve a la fábrica más grande de Burgos o a uno de los mayores parques eólicos instalados en la provincia, una demanda imposible de atender en las actuales circunstancias del mercado eléctrico nacional.
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