Cuando la tragedia en la mina fue en Burgos

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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La provincia vivió una catástrofe como la acaecida hace unos días en Asturias. Sucedió en junio de 1948: 10 mineros perecieron ahogados en la mina 'La Salvadora', en Brieva de Juarros. El bombero Ángel Vadillo también falleció al intentar sacarlos

La boca de la mina ‘La Salvadora’ encierra una historia terrible. - Foto: Patricia

Que se llamara 'La Salvadora' fue una broma cruel del destino. La mina resultó ser, como tantas, como la asturiana de Cerredo, una trampa mortal. Cerca de Brieva, entre robles y hayas, en el sendero por el que un día discurrió el ferrocarril que transportaba la hulla y el carbón que se extraía en el subsuelo de la comarca de los Juarros, sigue abierta la boca de la mina. El paraje es hermosísimo, y cuesta imaginar que ese punto fuera un día escenario de una tragedia sin parangón, una catástrofe que tiznaría para siempre el valle de una tristeza y una desolación infinitas. Sin embargo, al pie de la bocamina hay un cartel que recuerda el terrible suceso, acaecido el 3 de junio de 1948.Ese día, quince mineros se hallaban en el pozo más profundo -19 metros- de una galería que tenía 140 de longitud.

Uno de ellos, encargado de horadar una galería de ventilación, picó en una de las paredes del pozo, provocando que se abriera una grieta por la que, de forma súbita, comenzó a filtrarse el agua, incontenible: sin saberlo, había pinchado una gran bolsa del líquido elemento que, al cabo, se convertiría en el asesino de la mayoría de ellos como lo ha sido el malhadado grisú para las últimas víctimas de la cuenca asturiana. Cuando quisieron darse cuenta, parte de la pared se les había venido encima, entrando el agua en tromba con violencia homicida. Tres trabajadores, los que en ese fatal instante se encontraban más cercanos a la entrada de la galería, consiguieron salvarse del ahogamiento; hubo un cuarto, Julián Alonso, que también esquivó a la muerte de forma milagrosa, agarrándose con todas sus fuerzas al cable de elevación por el que logró ascender mientras el candil que llevaba le provocaba quemaduras por todo el cuerpo.

Cuando lograron escapar del pozo, y aunque fue su intención, nada pudieron hacer los supervivientes por sus compañeros: la zona en la que hasta hacía unos segundos habían estado trabajando estaba ya llena de agua, rebosante. Una vez en la superficie, exhaustos y en pleno ataque de pánico, dieron aviso: guardias civiles de la comarca y los bomberos de Briviesca fueron los primeros en llegar en auxilio de los mineros, ya era tarde. Siempre había sido tarde. Joaquín Peña, Gaudencio Fuentes, Pascual Arribas, Celestino Conde, Amancio Velasco, Fulgencio Santa Cruz, Honorio Pérez, Faustino Morrondo y los hermanos Teodoro e Isaías Blanco perecieron ahogados.

Las horas y los días que siguieron al luctuoso hecho fueron de abatimiento, consternación y pena. Y una angustia interminable, ya que se tardó varias jornadas en recuperar el último de los cuerpos, que aparecieron intacto, sin que registraran rasguño ni golpe alguno (...). 

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