El futuro era esto

MARTÍN GARCÍA BARBADILLO
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En el Sonorama Ribera 25 han pasado muchas cosas: vuelta a la normalidad, reencuentros, Leiva, aniversario, Izal y Xoel López en la plaza del Trigo... pero quizás quede en el tiempo por una: fue el año en que C. Tangana anticipó el futuro

Antón Álvarez (C. Tangana) avanza por la pasarela del famoso escenario principal del Sonorama. - Foto: Alberto Rodrigo

Regresó el Sonorama (a full) tras dos ediciones extrañas y cumplió años y expectativas. Se volvió a repetir el milagro de ver las calles de Aranda llenas en mitad de agosto, se pudo sentir de nuevo el goce de doblar una esquina y toparse con un concierto; engancharse con un riff de guitarra de un grupo argentino, caer hipnotizado ante una banda desconocida, sudar entre cientos en la Plaza del Trigo, cantar a pleno sol, olvidarse de todo, gritar mirando al cielo, disfrutar de nuevo.

En estos cuatro días, se ha puesto otra vez en marcha la máquina de fabricar recuerdos, momentos únicos, sensaciones en las que refugiarse cuando se regrese a los días rutinarios de noviembre, a la apisonadora de la vida regulada; para eso sirven estas cosas también.

Y así, apareció, más o menos por sorpresa, Leiva; Izal se abrazaron con su historia en la Plaza del Trigo; Las Ginebras pusieron sobre la mesa en el mismo escenario ración triple de pop-pop, Mikel Erentxun regaló esa colección de poemas sonoros que vive en la mente de dos generaciones... Cada persona que se ha reencontrado con Aranda esta semana podría subrayar un instante o una sensación solo suya que se convertirá en un recuerdo luminoso. 

Esta claro, el Sonorama de 2022 cumplió, sí, y además hizo 25 años. Y probablemente por lo que será recordado, por encima de todo lo anterior, es por haber sido el año en que C. Tangana volcó sobre el escenario principal de Aranda un espectáculo total que anticipa el futuro.

Lo de C. Tangana del sábado no fue un concierto, o sí, o no solo. Era también una película en directo de factura hollywoodiense; un viaje en el que las imágenes lo sumergían a uno en el interior de la trompeta de una orquesta latina y al instante estaba sentado con toda la aristocracia gitana del flamenco o caminando entre los violines de una sección de cuerda clásica. Todo resultaba apabullante para los sentidos, pero a la vez cercano y cálido. Y además estaba toda esa música, la raíz de acá y de allá, abordada sin prejuicios y de la mano de sus cracks. 

C. Tangana bautizó a este invento, a su gira, «Sin Cantar Ni Afinar». El tipo es consciente de sus limitaciones, pero más todavía de sus puntos fuertes: es el más listo del barrio, marca el camino y en Aranda lo reventó. Se quiera o no, habrá que estar atentos, a ver por dónde sale y cómo dibuja un futuro que, de momento, parece estar en sus manos.