Hemos de partir de la Antigua Mesopotamia, una época dominada por la superstición más que por la ciencia, razón por la cual el hombre, impotente ante muchas cosas que le rodean, atribuye estas a entidades sobrenaturales y a la vez imaginarias y fantásticas, pues muchas veces son seres híbridos que surgen por la mezcla de partes de diversos animales reales.
Sara Arroyo Cuadra en su estudio sobre la iconografía del dragón y del grifo pone el origen de ambos en Imdugud, dios de la tormenta, un águila leontocéfala cuyos rugidos parecían truenos y sus alas venían a ser las nubes de donde estos salían. A partir de aquí surgen los dragones y los grifos que, teniendo un mismo origen, terminan evolucionando por distintos caminos: el dragón por el de los reptiles, concebido como la mayor de las serpientes, y el grifo por la senda de los mamíferos, concretamente el león, y de las aves, en relación con el águila. El grifo tiene cuerpo de león y cabeza y alas de águila, tal y como muestran los grifos de nuestra catedral.
Teniendo en cuenta que las tormentas pueden ser beneficiosas cuando la tierra necesita agua, también pueden ocasionar catástrofes. Así, el grifo tiene un significado ambivalente, es decir, tanto positivo como negativo, lógicamente en función del contexto en el que se encuentre su imagen. La Edad Media cristiana, recogiendo las aportaciones de los clásicos latinos y las Sagradas Escrituras, le llega a identificar tanto con Satán como con Cristo.
1. Los grifos y las tumbas. Noelia Silva Santa Cruz, en su estudio sobre el grifo, le considera un eficaz animal apotropaico, porque aparece como protector de las puertas de los templos y de los palacios. En los mitos griegos ya tiene esta función apotropaica al servicio de Apolo, custodiando sus tesoros frente a la ambición de los arimaspos. Arrastran el carro solar del dios o, como podemos ver en la coraza de Octavio Augusto de Prima Porta, el propio Apolo va montado sobre este animal.
Redondo Cantera en El sepulcro en España en el siglo XVI. Tipología e iconografía nos dice que los grifos como guardianes de tumbas aparecen ya con los etruscos, siendo habitual su representación en el Renacimiento en las esquinas de las camas. Aquí podemos ver una abstracción del animal, pues su imagen se reduce a una hoja de acanto rematada en voluta con una garra de león, parte integrante de la representación del grifo, por debajo. Se trata de una fórmula que parte del sepulcro del papa Sixto IV, obra de Pollaiuolo, traída ya en forma de grifo a España en el siglo XVI por Domenico Fancelli. Las garras de león con alas o follaje por encima, estilización del grifo, aparecen en las esquinas de varios monumentos funerarios relacionados con obras de Felipe Vigarny, Juan de Vallejo o Diego de Siloé.
La presencia del grifo como guardián de tumbas está presente ya en el románico. En el llamado sepulcro de Mudarra, procedente del monasterio de San Pedro de Arlanza, un grifo ocupa la metopa central y dos leones las extremas.
Ya en el gótico vemos claramente el grifo en la tumba de D. Luis de Acuña y Osorio, flanqueando su escudo con carácter apotropaico. Ahora bien, en este caso hemos de añadir también para el animal la función psicopompa. Noelia Silva dice que los grifos se encargan de conducir las almas de los bienaventurados al Más Allá, incluidas las de los emperadores en su consecratio o subida a las esferas celestiales. Aquí, en la tumba del obispo, flanquean su escudo para elevarlo al Más Allá. Es la misma fórmula que años más tarde utilizará Felipe Vigarny en el sepulcro de Gonzalo Díez de Lerma, con la diferencia de que en este caso en lugar de grifos son erotes los que flanquean el escudo.
En relación con este carácter psicopompo del grifo tenemos la leyenda sobre Alejandro Magno que quiso subir a los cielos con la ayuda de dos grifos, mas estos terminaron por precipitarlo al vacío. La figura de Alejandro entre dos grifos podemos verla en iglesias de nuestra provincia, caso por ejemplo de las de Santa María del Campo y Pedrosa del Príncipe. Esta iconografía es propia para hacer alusión al vicio de la soberbia por parte de un hombre que ambicionó más de lo que le correspondía.
Finalmente, en relación con el simbolismo funerario del grifo, podemos destacar por su calidad el que se encuentra en el Claustro de la catedral. No hemos de olvidar que este tuvo un fuerte carácter funerario con continuos retranqueos del muro para albergar tumbas bajo arquerías ojivales.
2. Los grifos y las gárgolas. Debemos a Dolores Herrero todo un minucioso estudio sobre las gárgolas en las catedrales góticas de Castilla y León. Su función práctica es expulsar el agua que cae sobre los tejados a la vía pública, lejos del muro. Mas hemos de ver también en ellas una doble función simbólica, de la que no están exentos los grifos, en consonancia con el valor ambivalente que he mencionado anteriormente.
Si lo consideramos como símbolo del demonio, su presencia en las gárgolas, fuera del templo, nos da a entender que el mal no tiene cabida en el interior de este, mas si le damos un sentido positivo sería su guardián y protector.
En nuestra catedral tenemos un grifo, con función de gárgola, en la torre sur y tres grifos más, colocados sobre monstruosas gárgolas, en el ábside de la catedral.
3. Los grifos y la heráldica. En la capilla funeraria de don Luis de Acuña y Osorio los grifos, aparte de estar presentes en la tumba del obispo, también se hacen presentes en el retablo mayor y en la entrada de la capilla, flanqueando su escudo, con la función apotropaica y psicopompa ya señalada.
Estos animales también forman parte de las armas de los escudos, tal y como podemos ver en el del obispo Enrique de Peralta, hijo de Urbán de Peralta Calderón y doña Elvira de Cárdenas y Figueroa. Tenemos un escudo cuartelado con las armas paternas y maternas: en los cuarteles impares el grifo de los Peralta rodeado por las cadenas que un tal Mosén Pierres de Peralta ganó en la batalla de las Navas de Tolosa y las calderas de los Calderón; en los pares los lobos de los Cárdenas y las hojas de higuera de los Figueroa.
Luis Valero en El grifo en la heráldica española nos da a entender que el grifo está por encima del rey de los animales en la tierra, el león, y del águila, reina del cielo, razón por la cual es adoptada por muchos nobles a partir de los cruzados, los primeros en adoptarlo. En España Enrique II adoptó el grifo como emblema en su lucha fratricida contra Pedro I el Cruel, mas cuando Enrique III, nieto de Enrique II, se casa con Catalina, nieta de Pedro I, lo elimina por sus connotaciones fratricidas. Sin embargo su hermano Fernando, con el que se introduce la dinastía Trastámara en Aragón, en 1412 funda la Orden de la Jarretera, conocida también como Orden del Grifo.