Es un caso inédito en la Iglesia Católica española de los últimos años y, desde luego, una comidilla imparable y, por qué no decirlo, muy suculenta para todo aquel que se considera dentro de la institución. Raúl Berzosa (Aranda de Duero, 1957) lleva desde 2018 dando tumbos por diferentes diócesis del mundo desde que, en una decisión muy poco frecuente, el papa Francisco aceptara su retiro temporal cuando era obispo de Ciudad Rodrigo por razones que nunca se explicitaron y que eran de índole personal. De la pequeña ciudad salmantina saltó a un monasterio benedictino francés donde pasó una temporada a la que le siguió una estancia en la casa de los Jesuitas en Roma (Italia) y otra, en una parroquia del extrarradio de Bogotá (Colombia). De allí marchó de vuelta a Roma donde vivió toda la pandemia. Más adelante, se supo que estaba en República Dominicana como mano derecha del arzobispo de Santo Domingo y en septiembre de 2023, apenas dos meses después de que se conociera su nombramiento allí como vicario episcopal territorial, se anunció su marcha. Pero, como ya es habitual en su caso, no las razones de la misma. Y así, ha llegado a Málaga, donde uno de sus hermanos tiene negocios de hostelería y donde se asegura que pasará una estancia temporal. Antes, durante la Semana Santa, pasó unos días en su Aranda natal durante los que pudo saludar a personas conocidas que se interesaron por él, y un par de meses en una residencia de la Conferencia Episcopal en Madrid con el objeto de «descansar y recuperarse», según algunas fuentes.
El diario local Sur recogía esta pasada semana que el obispo emérito de Ciudad Rodrigo vive en la Casa Episcopal de esa capital andaluza, celebra misa en el convento de Santa Clara y colabora con la unidad pastoral que componen en la ciudad las parroquias de Santa Teresa de Jesús, la Divina Pastora y el Buen Pastor. Como curiosidad, también en Málaga está el burgalés Francisco Pérez González, exarzobispo de Osma-Soria, de Pamplona y Tudela y castrense, por lo que la ciudad acoge en la actualidad a cuatro arzobispos, el titular, el emérito de allí y los dos burgaleses, una cantidad, sin duda, inusitada de altos y exaltos cargos eclesiales.
Así las cosas, el rumoródromo católico se ha vuelto a poner en funcionamiento. ¿Por qué Berzosa se marchó de Santo Domingo apenas unas pocas semanas de su nombramiento? ¿Por qué su presencia en Málaga es temporal? ¿Cuál será su próximo destino y con qué funciones? Fuentes conocedoras del funcionamiento interno de la Iglesia Católica aseguran que, de alguna manera, Berzosa se ha convertido en una persona «incómoda», con la que «no se sabe muy bien qué hacer». En la diócesis de Burgos, de donde en 2005 salió tras su nombramiento como obispo auxiliar de Oviedo, se desconoce cualquier detalle de sus idas y venidas y nadie se aventura a lanzar una teoría que sustente tantísima movilidad.
Tampoco las reflexiones que él mismo plasmó en un libro de carácter biográfico tras su 'exilio' de Ciudad Rodrigo dan pistas. En aquella obra de más de 300 páginas y de título Creo, amo, espero... ¡Luego existo! Del hogar monacal a las periferias urbanas, Raúl Berzosa hablaba de su estado emocional y de todo su periplo por esas diócesis de Dios confiando siempre en su ayuda para seguir adelante por mal que se pusieran las cosas.
El 28 de febrero se celebró una ceremonia de despedida en Santo Domingo tras la que le regalaron una placa de recuerdo con el siguiente texto: «Agradecimiento a Monseñor Raúl Berzosa por su testimonio de vida, su entrega, su servicio desinteresado, su cercanía, su caridad pastoral, su alegría contagiosa y su forma sabia de enseñar».