Un total de 80 pacientes nuevos recibió en 2023 la Unidad Regional de Trastornos de la Conducta Alimentaria (URTA) ubicada en el Hospital Universitario de Burgos, una cifra que supone un ligero descenso con respecto a años anteriores y normaliza, de esa manera, el pico que se experimentó inmediatamente después de los meses de confinamiento por covid, allá en 2020. Pero esta reducción, que en principio pudiera considerarse n una buena noticia aunque sea poco significativa, tiene un aspecto menos positivo, y es que, según cuentan las expertas de la unidad, las pacientes que llegan a sus consultas lo hacen con una mayor gravedad y a edades cada vez más tempranas. Las pacientes -el 80% de las afectadas son chicas jóvenes y mujeres, un dato que no cambia en el tiempo aunque también hay casos de varones- de menor edad que han atendido tienen 11 años.
«No podemos hablar de que esta patología esté al alza, no hay esa sensación de que se van incrementando cada vez más el número de casos Lo que sí aparece al alza es la gravedad, estamos viendo un incremento en la gravedad de los pacientes y también un descenso con respecto a la edad de inicio de la primera consulta: son cada vez más jóvenes y cada vez más graves», resumen Erika García, psicóloga, la psiquiatra Pilar Tejedor y la enfermera especialista en salud mental Carmen Juarros, parte del equipo especializado del HUBU.
¿Por qué mayoritariamente siguen siendo mujeres las afectadas por estas graves enfermedades? «Forma parte de todo el proceso de influencias externas que han podido aparecer a lo largo de mucho tiempo pero también vemos cada vez más que tiene que ver con rasgos de personalidad, inestabilidad emocional y la diferentes manera de canalizar las emociones en mujeres y hombres», añaden.
Las expertas explican que a pesar de que sus pacientes llegan con más gravedad que antes, no es porque se demore su derivación desde las consultas de medicina Familiar o Pediatría, más bien al contrario, «se hace bastante rápido», lo que quiere decir que los profesionales sanitarios están formados para detectar cuándo una afectada necesita la atención de la URTA ya que el contacto es permanente entre la atención primaria y la hospitalaria. Y en cuanto a la hospitalización -que está abierta a toda las provincias de la comunidad autónoma- se toma esa decisión cuando se considera que es oportuno dentro del proceso de tratamiento y de la evaluación o cuando aparecen causas orgánicas «graves y complicadas» que tienen que ver con un bajo peso excesivo o un aumento de los vómitos que puede comprometer la salud de la joven.
Los diagnósticos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son cada vez más rápidos debido a la experiencia existente en la actualidad y a la investigación constante (en el caso de Burgos se está llevando a cabo un estudio con la Universidad Isabel I y con la Universidad de Oviedo). Y los más frecuentes son aquellos que no llevan un nombre, que son 'no especificados' porque no cumplen toda la sintomatología para ser una anorexia nerviosa o una bulimia nerviosa. «Sí es cierto que tenemos casos de anorexia muy graves; los de bulimia han disminuido y también tenemos casos de trastornos por atracón, que es cuando se produce una ingesta rápida de muchos alimentos pero que no tiene por qué estar relacionado con un aspecto emocional sino que hay más aspectos que pueden influir -factores orgánicos, metabólicos, hábitos-, es decir no es tan simple como vincular emoción y conducta».
En el equipo multidisciplinar que conforman tiene un protagonismo significativo la labor de las enfermeras. Carmen Juarros explica que son las responsables de la acogida inicia, de hacer seguimiento en cuanto a la educación nutricional, de valorar el riesgo orgánico y las constantes y de intervención con familias, sobre todo para formarlas sobre las singularidades de estas patologías: «Es muy importante para la evolución del paciente que su entorno entienda la enfermedad y la sepan gestionar».
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