Para una provincia que ha sido históricamente exportadora de misioneras y misioneros católicos por todo el mundo puede resultar extraño saber que hasta aquí han llegado también personas de otros lugares para convencer a los nativos de las bondades de convertirse en protestantes. Pero esto pasa y no solo ahora. Entre mediados de los años sesenta y principios de los setenta del siglo pasado, se establecieron de manera informal en Burgos las primeras comunidades surgidas de la mano de un pintor finlandés, de nombre, Benito Maninen, que vino con su familia en labor misionera, y un músico uruguayo, Luis Alfredo Díaz, que se asentó aquí para estudiar y en cuyo domicilio se celebraron las primeras reuniones que fueron el germen de lo que los protestantes conocieron como Las Comunidades.
No eran otra cosa estas comunidades que grupos de gente joven que compartían domicilio, gastos y vida, en general, y tenían las mismas ganas de conocer otro tipo de sociedad, más abierta que la del asfixiante tardofranquismo, y otro tipo de religión, menos culpabilizadora, cerrada y estricta que el catolicismo. De su mano salieron iniciativas culturales interesantísimas como el grupo de teatro Parábola, que tuvo un singular recorrido, con estrenos no solo en la provincia sino en el resto de España y en otros países. También, los primeros objetores de conciencia, los pioneros que le dijeron no a la mili porque no les cuadraba con lo que leían en los Evangelios.
Ahora, la historia de aquellos chicos y chicas -muchos ya sexagenarios- que rompieron esquemas familiares y sociales se está recuperando en el documental titulado Comunidades. «Nos parece de interés para la ciudad y para las iglesias evangélicas de Burgos, conocer sus orígenes y captar este momento de nuestra historia, donde la juventud avanzó y se organizó sola, lejos de las instituciones, de la tradición, de lo políticamente correcto, incluso, a veces, de la ley movidos por el inconformismo y la libertad de vivir la espiritualidad de una manera totalmente nueva y distinta», se puede leer en la página web www.iecua.es, vinculada a la iglesia evangélica del mismo nombre, que está ubicada en la calle Pessac.
El proyecto va de la mano de cuatro jóvenes, Elías, Caleb, Pablo e Isaac, que han crecido en familias evangélicas y que quieren que todo este legado no se pierda. Para ello están recaudando fondos con los que llevar el proyecto a buen puerto. De momento, se puede ver en internet un teaser de dos minutos muy sugerente: Un hombre de pelo blanco se acerca de espaldas a un coche tapado con una gran sábana. Al levantarla se ve que es un mítico Simca 1.000 con matrícula de Burgos, en el que entra y arranca mientras revisa papeles que encuentra por encima del salpicadero. Uno de ellos es una hoja volandera en la que se lee «¿Qué pasó con el verano del 79?»; otro, la portada de un fanzine de título Sephora, que está fechado en noviembre de 1980. Hay también fotos en blanco y negro y en sepia de jóvenes melenudos y programas de mano de obras de teatro.
Ese hombre bien podría ser Agustín Melguizo, actual pastor de Iecua (siglas de Iglesia Evangelista Comunidad Unida Anabaptista) y presidente del Consejo Evangélico de Castilla y León, entidad interlocutora con las administraciones, pues fue uno de aquellos inconformistas que se fueron a vivir en comuna y a rezarle a un Dios que no castigaba. Ahora, se siente muy orgullosos de ese legado y ve con interés el crecimiento que está experimentando la iglesia evangélica en la provincia, un hecho vinculado a la migración y a que los jóvenes crecidos en familias con esta fe no le dan la espalda sino que continúan participando en ella.
La suya es una de las 36 iglesias evangélicas que sitúa en la provincia de Burgos el Observatorio del Pluralismo Religioso en España, y la más numerosa de otras religiones que no sean la católica. Dentro de ella destaca la Iglesia Evangélica Filadelfia, con 15 espacios de culto, en la que participa mayoritariamente la comunidad gitana. Existen también 12 mezquitas, dos parroquias ortodoxas y seis salones del reino, denominación que los Testigos de Jehová dan a sus espacios de encuentro.
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