Hijo de un maestro de escuela natural de Cayuela y de una mujer de Pedrosa de Muñó, José Miguel García Sagredo, actual secretario general de la Real Academia Nacional de Medicina, nació y pasó los primeros años de su vida en esta localidad del alfoz, de la que recuerda el frío y las bodegas de la zona y donde tuvo, dice, una infancia feliz. Las primeras letras se las enseñó su padre, con quien estudió en casa hasta el bachillerato elemental y a quien siguió en su itinerario por Castilla como era habitual en los docentes hace unas décadas. Vivió en Castronuevo de Esgueva (Valladolid) y más adelante en Segovia cuando la familia fue buscando acercarse a Madrid para que el joven José Miguel pudiera ir a la universidad. Fue en el curso 1963-64 cuando llegó a la Facultad de Medicina, no sin antes haber tenido alguna duda sobre si iniciar estos estudios o los de Ciencias Exactas que se llamaban entonces. Al final, pudo la Medicina «porque era una ciencia más moderna y más humanista». Se desarrollaba en ese momento en la universidad española un potente movimiento de confrontación con el franquismo y él recuerda bien aquellos años de asambleas, cierre de clases y octavillas: «El primer curso íbamos a clase, de forma obligatoria con traje y corbata; al año siguiente todo esto se pasó y me dejé crecer la barba», rememora con humor.
No obstante tales agitaciones, no perdió el pulso de los estudios, con un expediente lleno de sobresalientes y matrículas de honor, en parte por su enorme vocación pero también por la responsabilidad de saberse becario «porque el sueldo de un maestro de escuela no daba para mucho». No intuía en esos momentos que su nombre iría vinculado para siempre a la Genética, especialidad que ha sido aprobada hace apenas unas semanas en el Consejo Interterritorial de Sanidad, con él ya jubilado. «Daba vergüenza que fuéramos el único país de Europa que no la tuviera», reflexiona García Sagredo, que afirma que desde antes de que existiera el Ministerio de Sanidad, cuando solo había una dirección general adscrita al Ministerio de Gobernación, y hasta hace bien poco ha ido a visitar a todos y cada uno de los ministros para explicarles lo necesario que era oficializar esta rama de la Medicina, que, si todo va como está previsto tendrá en el año 2026 sus primeras plazas MIR.
¿Y cómo es posible que García Sagredo se haya dedicado toda su vida profesional -primero fue adjunto y después jefe del servicio de Genética Médica del Hospital Ramón y Cajal- a ella sin que existiera oficialmente? Pues como pasa tantas veces en la sanidad española, gracias al empuje de personas que creían en su potencial para resolver problemas de salud o, al menos, diagnosticarlos. En 1970, cuando termina la carrera, no existía aún el MIR pero sí había una suerte de pre-MIR organizado por la Fundación Jiménez Díaz, el Hospital Central de Asturias y el Marqués de Valdecilla de Santander, que la ofrecía y José Miguel García Gallardo la cursó y con tanto aprovechamiento que en el segundo años, recuerda, publicó su primer artículo científico en inglés.
Para darle continuidad a este ámbito de la Medicina, García Sagredo, ya en el Hospital Ramón y Cajal, propuso que en la Facultad de Medicina de Alcalá de Henares, vinculada a ese centro sanitario, hubiera una asignatura troncal. No lo consiguió pero sí sacó adelante una titulación propia, especialista en Genética Clínica, que ha dirigido durante treinta años y en la que se han formado muchísimos de los profesionales que ahora pueblan los servicios de Genética de los hospitales más grandes de España.
Evolución. Lo que ha visto en todos estos años el profesor García Sagredo ha sido una impresionante evolución, desde el más tremendo de los desconocimientos hasta el diseño de mapas genéticos de poblaciones enteras -el de España se está desarrollando a través de un proyecto del Instituto de Salud Carlos III- y la implantación paulatina de lo que llama la medicina 4P: de precisión, preventiva, personalizada y predictiva. «En mis tiempos de estudiante, en los libros de Biología podíamos leer que los hombres tenían 48 cromosomas y las mujeres, 47, eso era así porque no se podían contar, porque solo se estudiaban en tumores y en biopsias testiculares de presos británicos y estadounidenses, y cuando empecé nos limitábamos a contar cromosomas y poco más y la variedad genética la estudiábamos a través de las huellas dactilares».
La Genética es la especialidad que incluye el diagnóstico, tratamiento, prevención e investigación de las enfermedades provocadas por alteraciones en los genes, las denominadas raras o minoritarias, así como el manejo integral de las discapacidades que suelen ir vinculadas a ellas. También trabaja, entre otras materias, en el diagnóstico prenatal, el cáncer familiar y algunas enfermedades infantiles y problemas de reproducción. ¿Y qué son los genes? Así lo explica García Sagredo: «Las instrucciones escritas de cómo nos vamos haciendo y creciendo y que tienen un diálogo con todo lo que nos rodea, desde la familia en la que nacemos hasta el barrio donde vivimos, la alimentación o los hábitos».
El especialista aventura cuáles serán algunos de los resultados del estudio del genoma español: «Se verá que no somos muy distintos de los demás y a lo mejor, alguna sorpresa, que somos europeos pero tenemos un porcentaje muy elevado de genes del norte de África y judíos. Por aquí ha pasado de todo. Como ejemplo, de la hemocromatosis (sobrecarga de hierro en la sangre), que es una enfermedad más prevalente en zonas costeras, se sabe que llegó de la mano de los vikingos, que no solo saqueaban las tierras sino que dejaban embarazadas a las mujeres».
En este contexto, es rotundamente claro cuando se le pregunta qué nos dice la biología sobre la (mala) costumbre de aplicar determinados comportamientos al origen de nacimiento: «El racismo no tiene ninguna base científica; de hecho, la palabra raza está proscrita en Genética, no existe, la raza es un constructo social y cuando oigo discursos abiertamente racistas me repelen completamente, me ponen muy nervioso porque son absolutamente injustificables». La misma contundencia aplica a otros de los mantras de la sociedad actual, el cambio de sexo y la asignación del sexo al nacer: «El sexo no se puede cambiar, lo que sí se puede hacer con los caracteres sexuales secundarios y, por supuesto que nadie asigna sexos al nacer sino que se observan y en el caso de que un niño tenga genitales ambiguos lo primero que se hace es un cariotipo para saber si es XX o XY. El sexo es el de los cromosomas, no hay vuelta de hoja».