Eran casi las cinco de la tarde y la desierta parada de autobús de Buniel solo recibía los rayos de luz del primer día del invierno y la visita de un gato negro. La vida transcurría unos metros más allá, en el campo de fútbol, donde se jugaba un partido; o en los salones de las casas, donde los aldeanos descansaban con la lumbre encendida. En la calle del Marqués, arteria de este pueblo ubicado al suroeste del Alfoz de Burgos, varios carteles amarillos anunciaban la buena nueva que daba una función a la marquesina más allá de los días laborables:'Línea del sábado'.
Jesús de la Muñona, teniente alcalde de Buniel, relataba su batalla de seis meses contra la burocracia para conseguir conectar el pueblo con la ciudad los sábados por la tarde. «La chavalería cuando quería ir a Burgos tenía que pedírselo a los padres, que son los que se quejaron», explicaba.
La solución había sido introducir una parada más en la línea M-1, que hasta ahora pasaba por Burgos, Villagonzalo, Villariezo y Arcos de la Llana. Para respetar los horarios de las otras localidades, la pausa en Buniel se ha insertado al inicio de la ruta de ida a las 17:15, y al final de trayecto de vuelta, que parte de la estación burgalesa a las 22:45. El servicio lleva tres semanas en funcionamiento y el billete está parcialmente subvencionado por el Estado, pero el Ayuntamiento de Buniel ha tenido que asumir el sobrecosto de 3.000 euros anuales para asegurar el paso del autobús.
Ahora que ha ganado la primera batalla, Jesús se plantea remodelar la línea M-2, que circula por 26 municipios de la provincia de lunes a viernes y según el edil alarga el trayecto a Burgos considerablemente. «No tiene sentido que no haya ningún bus por la mañana, la única manera de llegar a Burgos es a través de la línea de Palencia», añadía.
Perfiles de pasajeros. Poco antes de presenciar la llegada del autocar rojo de Soto y Alonso, la marquesina comenzaba a recibir visitas. Cristina, una adolescente que viajaba a Arcos de la Llana para pasar la tarde con su novio, esperaba junto a Queco, que tenía el coche en el taller y había decidido coger el bus. En esta ocasión no había mucho viajante joven, cosas del directo, pero no parecía ser la tónica habitual. «Hoy es mal día porque empiezan las fiestas, pero a los chavales viene muy bien», alegaba Queco. Compartía opinión con Anita, que todos los sábados tenía que ser recogida en coche por su hijo para ir a Buniel a ver a sus nietos. «El anterior finde subieron muchísimos jóvenes, a mi nieto le viene perfecto, porque ya no depende de su padre», explicaba contenta.
Gracias a la amabilidad de Mónica, una simpática conductora que llevaba mucho tiempo sin realizar la línea M-1, el autobús se detuvo unos minutos más en la parada, tiempo suficiente para que Zach pudiera montarse. Es un joven de Texas que vive con una familia de Buniel para enseñarles inglés. «Es un poco pequeño, pero lo prefiero así», decía del pueblo. Aun así, de vez en cuando se deja caer por Burgos para hacer compras y el servicio de autobús le otorga libertad de movimientos. «No tengo coche, por eso estoy aquí», dijo antes de que Mónica reanudara la ruta.