Un puñado de vecinos de los pueblos atravesados por la N-I nunca olvidarán el 30 de noviembre de 2018. Llevaban décadas sacudidos por las muertes, jugándose la vida en la carretera. Nueve años antes de la 'liberación' de la AP-1, conformaron la Plataforma de Afectados por la Nacional I hartos de la inacción y los incumplimientos. Nunca se vieron a sí mismos como justicieros, pero lo cierto es que batallaron para conseguir que nadie pagase por la vieja autopista. Y gracias a ellos, los fallecidos cesaron.
El éxito no llegó desde la confrontación o la quema de cabinas de peajes, sino desde las concentraciones pacíficas, los conductos oficiales o las reuniones con la administración. Una labor que encabezó con maestría Rafael Solaguren. «Dimos un paso al frente tras una reunión de la mancomunidad de municipios. Vimos que había muchos intereses de los alcaldes, que por ejemplo cobraban el IBI, y también dejadez para no molestar a los de arriba. Nos juntamos unos cuantos entre cervezas y formamos la plataforma», recuerda mientras paseamos a pie por el arcén de la N-I a la altura de La Brújula.
«Desde el principio acordamos que las concentraciones debían de ser cívicas», interviene la administradora del colectivo, Rosa González, quien añade que, de hecho, «en la primera que hicimos en Briviesca ni siquiera cortamos la carretera. Y cuando comenzamos a hacerlo, intentábamos generar el menor perjuicio posible». Lo cierto es que aprendieron rápido a mover cada vez a más gente. «Cuando había un accidente teníamos mecanizado lo que había que hacer, a quién debíamos llamar o cómo redactar un comunicado», evoca.
Héroes, valientes o adalides fueron algunos de los adjetivos que se ganaron a pulso en una década de lucha, pero Solaguren se apresura a negar la mayor. «Todo el que piense que fueron actos altruistas está equivocado. En realidad fue egoísta. Peleábamos por algo que nos afectaba a los vecinos de los pueblos que nos jugábamos la vida en la carretera cada día». Su compañera de batallas, Mari Cruz Rueda, recuerda que «no había municipio que no contara con un muerto, ya fuera conocido o no». Aun así, echaron en falta más compromiso de una sociedad burgalesa que acostumbra a estar adormecida.
Los tres sonríen al recordar la noche del 30 de noviembre de hace cinco años. «Nunca se me olvidará la imagen de la última persona que pagó el peaje en Briviesca», apunta Mari Cruz. Rafael y Rosa, por su parte, reconocen que hasta los días previos no terminaron de creerse la 'liberación' de la AP-1. «Claro que hubo dudas. Hasta que no se aprobó la moción no vimos que era real. Aquella noche fue muy emotiva. No sólo por la celebración entre nosotros, sino también por la Guardia Civil que nos apoyaba en las movilizaciones. Meses más tarde nos regalaron un trozo de peaje en una peana».
¿Y ahora qué?, es la pregunta. «Disfrutamos de la tranquilidad de la carretera. No nos hemos juntado desde entonces, pero sí nos gustaría hacer algún acto o una exposición», apunta Solaguren, quien cree que se deben exigir más mejoras en la AP-1 y reclamar otras infraestructuras como la A-12. Porque ellos, más allá del triunfo, permanecen muy pendientes. «Los alcaldes tendrían que estar dando guerra día sí, día también. Porque la falta de inversión es una negligencia». Se muestran sorprendidos por que se esté gastando dinero en las mejoras de la N-I casi 20 años después de proyectarse. «Es un sinsentido, un gasto innecesario que se podría destinar a otras carreteras que lo necesitan más».