Samir es infalible. Lo sabe bien su compañero Valentín. Aunque sólo tiene tres años, el olfato de este pastor belga nunca se equivoca. Se clava allí donde ha olido veneno, una de las principales causas de muerte no natural de la fauna. Azota el viento en la mañana neblinosa, comarca del Arlanza, donde una ingente cantidad de buitres, a menudo víctimas de sustancias tóxicas, parecen esperar su turno para comer. Un equipo del Seprona especializado en muertes no naturales de animales está haciendo una batida por la zona, donde se han dado antecedentes de la aparición de fauna envenenada. Esta unidad (a la que hoy se ha sumado -procedente de Zamora- la dupla formada por Samir y su guía, Valentín Blanco, del Grupo Cinológico de la Benemérita) realiza una media anual de medio centenar de actuaciones o servicios, que en su mayoría tienen como objetivo la búsqueda de cebos envenenados, aunque incluyen también la de cepos, jaulas trampa o productos fitosanitarios prohibidos.
El teniente Alberto Colinas, que coordina las unidades del Seprona en Burgos, explica que de un tiempo a esta parte las torres electrificadas se han convertido en el principal foco de muerte no natural de la fauna, superando ya al veneno, lo cual no es óbice para que se hagan batidas en busca de sustancias tóxicas. «Las líneas eléctricas son ahora la causa principal de mortandad no natural. Cuando localizamos un animal con posibles indicios de electrocución, el procedimiento a seguir es similar al del veneno y el objetivo, cuando se confirma, es que la empresa propietaria tome medidas para la protección de la avifauna. Desde hace unos años, todas las nuevas que se instalan están obligadas a llevar sistemas que eviten las electrocuciones y las colisiones. Si se da un caso de muerte en un tendido anterior, las empresas están obligadas a tomar medidas y, si no lo hacen, son sancionadas».
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