El donostiarra José Manuel Ramírez llevaba años buscando la forma de unir su vida al Camino de Santiago, pero no se decidió a dar el paso hasta hace cinco, «cuando me divorcié, me quedé libre, y compré esta casita para convertirla en el albergue Essentia», señala mientras juega en la puerta con su perro y espera la llegada de dos peregrinas catalanas que han decidido pasar la noche en Redecilla del Camino, la puerta de entrada de la Ruta Jacobea a la provincia.
Su primera opción no era Redecilla, «pero era mi destino», afirma este enganchado al Camino desde que lo hizo en 1999. Desde entonces colaboró como voluntario de diversas maneras hasta que encontró esta casa en Redecilla que la ha permitido cambiar de vida. «Esta siendo una experiencia fantástica porque cuando estás haciendo algo que te gusta no estás trabajando... estás viviendo, estás respirando... es un placer y muy pocas personas pueden decir esto», asegura José Manuel, quien puede estar desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche disfrutando del oficio de hospitalero «con amigos de un día, aunque algunos repiten porque hacen el Camino todos los años y el albergue les gusta».
José Manuel se encarga en solitario de todo, preparar desayunos y cenas, limpieza, registro de viajeros y hacer las compras para este albergue de diez plazas, «que permite reunir a una pequeña familia cada día», asevera, aunque reconoce que Redecilla «es un lugar de paso y los peregrinos suelen seguir las etapas que marcan las guías (Santo Domigo-Belorado) y nosotros estamos en mitad de la nada .., y está Grañón que tiene un punto místico-religioso que le hace atractivo para muchos peregrinos».
Este año, apunta José Manuel, «está siendo atípico y ahora mismos estamos entre una séptima o décima parte de los peregrinos que tendrían que estar viniendo», señala, mientras mira en el registro que hasta la fecha han pernoctado en su albergue 56 peregrinos, cuando el año pasado lo habían hecho 600, «porque los tres meses de parón no ha venido nadie».
«La mayor parte de los que viene este año a hacer el Camino es porque algo les ha colapsado en la mente y viene, de algún modo, a desintoxicarse. Están cansados de la ciudad, de los controles y algunos también de la relación familiar tras el confinamiento o porque están en un ERTE o han perdido el empleo», señala José Manuel, quien se define como un hospitalero-psicólogo, «lo puedo decir sin ningún problema porque si miras la biblioteca hay un montón de libros muy raros»... y es que viene del mundo de la psicológica.
Aunque afirma que los peregrinos «hacen el camino para resolver algo interno, encontrarse consigo mismo», José Manuel reconoce que está acostumbrado a escuchar y a disfrutar de largas tertulias con los que llega a su casa. «Hay muchos perfiles de peregrinos, desde el deportista puro, que quiere hacer bicicleta y solamente hace ciclismo, hasta el religioso puro, que en cada pueblo por el que pasa quiere meterse a las iglesias o hacer misas en el albergue, y aquí se hacen sin ningún problema», asegura.
A lo largo de estos cinco años, José Manuel tiene ya todo un catálogo de rarezas, como el de una muchacha que, «sin ser paralítica se le salen las piernas de las caderas y la digo que no tengo la casa preparada para alojarla, venía con su madre desde Sudáfrica. Inspeccionan la casa y dicen que se quedan y tuve que desmontar la puerta para que pudieran meter la silla de ruedas». Como buen psicólogo, no se le escapa ni una, ni ningún rollito, «aunque en alguna ocasión me han llegado a decir que no tengo ni idea de lo que pasó en mi casa esa noche y me callo, pero se lo que está pasando en cada momento y en cada rincón de la casa».
En Essentia, nombre entroncado con los pecados capitales, las pasiones... y el alma de las personas, el tema de estudio de José Manuel, este hospitalero-psicólogo crea un ambiente para que el peregrino «se sienta en su casa por un día» en el Camino de la vida, recupere fuerzas y siga buscando su destino, el que él ha encontrado en Redecilla del Camino, un lugar de que ha dejado de ser de paso.