Si hoy es su cumpleaños, estimado lector, el Sol estaba en la constelación de Ofiuco cuando nació. Y lo mismo ocurre si sopla las velas de la tarta cualquier día comprendido entre el 30 de noviembre y el 17 de diciembre. ¿Qué dice su horóscopo acerca de cómo va a irle en el futuro? ¿No lo encuentra?
Comencemos por el principio: mirando al cielo en una noche estrellada. Esa es una de las actividades que seguramente practicábamos los homininos desde que nuestro desarrollo cerebral nos permitió preocuparnos por algo más que el aquí y el ahora. Me gusta imaginarme a los primeros pobladores de la Sierra de Atapuerca sentados o tumbados fuera de sus cuevas alguna noche, mirando esos puntos que se movían lentamente en el cielo burgalés cuando el Sol ya se había ocultado tras el horizonte. Quizá hicieron eso Pink, los Homo antecessor de la Gran Dolina o los preneandertales cuyos cuerpos sin vida acabaron siendo arrojados a la Sima de los Huesos. Más tarde, es probable que el pensamiento simbólico de los neandertales y los sapiens sí los llevara a levantar la vista y hacerse preguntas.
Con el tiempo, aprenderían a fijarse en las periodicidades del movimiento aparente de esos puntos luminosos en el firmamento, tanto las estrellas que parecen formar la cúpula del cielo como los que, seguidos noche a noche, mostraban un movimiento caprichoso: los 'astros errantes' o planetas. En diferentes épocas del año, la aparición de unas u otras estrellas por el horizonte informaba sobre el ritmo de la naturaleza, las estaciones o las temporadas de caza. Cuando en el Neolítico nos hicimos sedentarios y desarrollamos la agricultura y la ganadería, los astros nos ayudaban a escoger el mejor momento para plantar nuestras semillas favoritas o para planificar las cosechas. Nuestra vida parecía depender de lo que dictaba el firmamento. Aquel fue el germen de la astrología.
Desde hace al menos 6.000 años, diferentes culturas comenzaron a imaginar líneas que unían las estrellas más brillantes, dibujando así constelaciones que recordaban la forma de animales u objetos familiares. Cada civilización, las suyas. Algunas de esas constelaciones estaban situadas en la banda por la que se movían la Luna y los cinco planetas visibles (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno), y también el Astro Rey durante el día. Esa línea recorrida por el Sol, que corresponde al plano del Sistema Solar visto desde la Tierra, se llamaría con el tiempo eclíptica (por su relación con los eclipses), y zodiaco la banda más ancha que la contiene (en griego, zoodiakos significa 'rueda de animales').
En el siglo VI antes de nuestra era, los astrólogos de la Babilonia de Nabucodonosor II dividieron esa circunferencia (con la Tierra como centro del Universo conocido) en doce sectores iguales, de 30 grados cada uno. Esa representación se mantuvo en la Grecia clásica, y dichos sectores o signos zodiacales se nombraron en función de la constelación que, de forma aproximada, los ocupaba en cada época: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Se asumía que cada 'signo solar' condicionaba la personalidad de quien había nacido en ese mes, y las 'cartas astrales' completas incluían además la supuesta influencia de los planetas y la Luna. Pero esos astrólogos (y los actuales) se olvidaron de una constelación que también está en el zodiaco, situada entre Escorpio y Sagitario: Ofiuco. Además, durante los más de 2.500 años transcurridos desde entonces, el desplazamiento del ángulo del eje de rotación de la Tierra (un lento movimiento llamado precesión) ha desplazado las fechas reales en las que deberían comenzar todos los signos zodiacales. Como resultado de ambos hechos, actualmente el 95% de las personas del mundo no nacieron bajo el signo que creen.
Pero hay algo más, sean doce o trece los signos: ningún estudio científico ha podido probar que exista alguna correlación entre la posición que ocupaba el Sol (o cualquier otro astro) el día del nacimiento de una persona (o en cualquier otra fecha de su vida) con su carácter, su compatibilidad con 'otros signos' o lo que el futuro le depare. La influencia gravitatoria (pues no puede haber otra) de la Luna, los planetas o incluso el Sol sobre usted… es insignificante en comparación con la de la Tierra. Todos los estudiantes de Bachillerato pueden calcularlo fácilmente. Desde que en el Renacimiento la astronomía se separó de los postulados mitológicos e irracionales de la astrología, esta última es una pseudociencia (de hecho, la más antigua de todas) sin valor explicativo ni predictivo alguno.
Por tanto, lector nacido bajo el signo de Ofiuco (o en cualquier otro): puede usted seguir creyendo en las cartas astrales (todavía con la Tierra en su centro, por cierto) y en los horóscopos, pero le están engañando. Es mucho más productivo trabajar para conseguir el futuro que uno busca, en vez de confiar en lo que le auguren los herederos de aquellos adivinos babilónicos.