Es un vallejo acunado por lomas suaves, salpicadas de encinas y de tierras de labor que tienen frescas las huellas del arado. La arqueóloga Fabiola Monzón se mueve por esta tierra elegida como si lo hiciera por su casa, y de alguna manera lo es: desde el principio hasta el final, ella estuvo al frente de la excavación de uno de los enigmas arqueológicos que los principales expertos en tan compleja materia esperan descifrar pronto. Estamos cerca de Modúbar de San Cibrián, de donde nace el camino -que es ruta cidiana- que nos lleva a un emplazamiento de todo punto singular. Nada, en el entorno, haría prever o imaginar que en uno de los márgenes de ese sendero existe un yacimiento que lleva años despertando todo tipo de incógnitas; preguntas a las que se espera dar respuesta esta misma semana (los días 14 y 15 de diciembre), en una jornadas que van a reunir en la propia localidad de Modúbar de San Cibrián a los estudiosos más acreditados en materia altomedieval.
Bajo el título 'Modúbar de San Cibrián: los monasterios altomedievales y su papel en la ordenación del territorio', esta reunión científica, que está organizada por los arqueólogos y codirectores de la excavación, y Fabiola Monzón y José Ángel Lecanda, y el Área de Historia Medieval de la Universidad de Burgos, congregará a a un grupo de especialistas en monasterios y organización del territorio altomedieval «con el fin de entre todos entablar un distendido diálogo que permita contestar y repensar en las características de estos centros de culto y en el papel que jugaron en el proceso de formación de aldeas en el ámbito de Castilla. Sin lugar a duda, las conclusiones de estas jornadas van a servir para obtener nuevas perspectivas científicas a tener en cuenta a la hora de retomar los trabajos arqueológicos de la ermita de san Cornelio y san Cipriano», explica Monzón.
La historia es bonita: en el año 2008, durante unos trabajos de desbroce en una parcela cercana al manantial que llaman 'Fuente de los Mártires' que estaba llevando a cabo la Junta Vecina de esta localidad (que pertenece al Ayuntamiento de Ibeas de Juarros) se descubrieron los restos del templo de San Cornelio y San Cipriano cuya existencia, aunque era conocida por numerosos documentos, había sido olvidada, especialmente su emplazamiento, ya que el edificio fue derruido en el año 1819 por mandado del propio obispado ante el acusado deterioro que presentaba; para evitar «irreverencia y profanación». Geográficamente, el yacimiento se sitúa en una zona de contacto entre el relieve residual de páramo y la estrecha vega conformada por el arroyo del Espinar, que atraviesa la paramera. Los restos se emplazan en la margen oriental de este arroyo, en un terreno de suave pendiente con suelos arenosos junto a los que se observan afloramientos del sustrato rocoso calizo. Precisamente por sus características, actualmente se dedica a tierra de pastos.
Unas jornadas científicas tratarán de arrojar luz sobre el origen y la historia del enigmático yacimiento altomedieval de Modúbar de San Cibrián. - Foto: Luis López AraicoTras el hallazgo, se programó una investigación arqueológica con campañas de excavación en los años 2009, 2010 y 2018, las dos primeras financiadas con presupuesto municipal, y la última en colaboración con la Diputación Provincial. Además, en 2013 se acometió un proyecto de acondicionamiento de los restos exhumados. «Tras la paralización de las excavaciones durante varios años, se tiene previsto reanudar los trabajos en 2024 gracias de nuevo al interés del gobierno municipal», explica la arqueóloga y codirectora. «A lo largo de estos años se ha obtenido un amplio registro arqueológico del yacimiento, si bien también son muchos los interrogantes que se pueden plantear a partir de los restos arqueológicos, como a lo que nos cuentan las fuentes históricas. En este sentido, a fin de ahondar en la fundación y evolución de este centro cultual, pero también en el papel que este templo jugó en la formación y consolidación medieval de la actual población, se celebrarán estas jornadas.
Esta reunión científica, de la mano de los codirectores de excavación: Fabiola Monzón y José Ángel Lecanda, y del Área de Historia Medieval de la Universidad de Burgos, congrega a un grupo de especialistas en monasterios y organización del territorio altomedieval con el fin de entre todos entablar un distendido dialogo que permita contestar y repensar en las características de estos centros de culto y en el papel que jugaron en el proceso de formación de aldeas en el ámbito de Castilla. «Sin lugar a duda, las conclusiones de estas jornadas van a servir para obtener nuevas perspectivas científicas a tener en cuenta a la hora de retomar los trabajos arqueológicos de la ermita de San Cornelio y San Cipriano.
Gran potencial. El potencial arqueológico del lugar «queda refrendado por la presencia de materiales adscritos a diferentes contextos culturales: Campaniforme, Hierro I, Romano y Medieval, siendo éste último el más representativo».Señala Monzón que la iglesia/monasterio estaba construida en el año 944, cuando se funda en las proximidades el monasterio de san Martín. «Ambos contaron con un poblado que aprovechó las fértiles tierras del valle del río Ausín y la red viaria existente, si bien la política expansionista del Monasterio de Cardeña, apoyada por la familia condal de Lara, provocaron la jerarquización del espacio con la génesis de un centro receptor que supuso su abandono en favor de la iglesia de Santa María, predecesora de la actual iglesia parroquial de san Pedro Apóstol. Aquellos templos sólo pervivieron como ermitas, siendo la de San Cibrián la que hemos investigado ante el hallazgo de sus cimientos. Del monasterio de San Martín proceden los sepulcros antropomorfos que hoy en día canalizan el agua de la fuente situada en el pueblo y conocida como 'Fuente de los sarcófagos'».
Los cimientos localizados responden a una nave de planta rectangular con una superficie de 63 metros cuadrados, delimitado por muros creados con sillares grandes e irregulares a los que se suman contrafuertes en la cabecera. «En su interior la cabecera está separada de la nave por medio de unos peldaños. El testero, a mayor altura en concordancia con la normativa canónica, tiene un suelo de guijo dividido en cuatros secciones por medio de adoquines calizos que simulan una cruz. Al exterior, los contrafuertes esquineros nos remiten a un gótico tardío o renacimiento hispano, en la transición de los siglos XV-XVI. Estos prototipos no aparecen en la arquitectura española hasta momentos finales del siglo XV y sobre todo del siglo XVI, una cronología que podría ponerse en relación con las piezas de nervadura recuperadas en el lugar y pertenecientes a una bóveda de nervadura o esquifada, la cual apunta fechas posteriores al siglo XIII. La tipología de la planta descubierta, su sistema de cubierta, o el acabado de su cabecera forman parte de un estilismo que nos remite a modelos propios del gótico tardío o de renacimiento hispano».
La entrada al santuario se posiciona al sur, zona en la que se localizaron varios enterramientos. «Se trata de inhumaciones realizadas en fosa simple, una fosa que ha sido prácticamente imposible distinguir a consecuencia de la mimetización del terreno sobre el que fue practicado el hoyo y el relleno con el que posteriormente fue colmatado. El cementerio se define al sur de la ermita y en su tercio central prácticamente coincidente con el espacio definido como puerta. Por encima de estos restos en posición anatómica se constata un amontonamiento de huesos que constituyen un enterramiento secundario, producto de la remoción de unas inhumaciones anteriores para la reutilización y aprovechamiento del mismo espacio».
En todos los enterramientos (entre los que hay dos pertenecientes a sendos niños) se ha seguido un rito funerario similar: «El cuerpo del difunto ha sido depositado directamente sobre el suelo, en posición de cúbito supino, con las extremidades inferiores extendidas y los brazos en posición variable, apoyados sobre el pecho y/o sobre el abdomen. La orientación sigue el esquema repetido en los cementerios cristianos de este a oeste, con la cabeza hacia oeste y mirando así hacia oriente. La utilización de fosas simples para los enterramientos es una de las prácticas que más se ha dilatado en el tiempo lo que dificulta establecer una cronología precisa, más aún cuando éstos carecen de ajuar o de algún útil que nos sirva de fósil guía para su datación. Debemos por tanto tener en cuenta su disposición estratigráfica y su ubicación espacial».
En el cuadrante suroeste exterior se conservan unas toscas estructuras abandonadas con anterioridad al siglo XIII. «Un suelo de tierra y unos muros de mampostería junto a la pobreza del material arqueológico aportado nos remiten a una fase altomedieval, acompañada de varios silos. Un suelo de opus signinum (siglo V-VI d.C.), asociado con un conjunto cerámico posiblemente 'visigodo'. «En este sentido, es posible que nos encontremos ante los restos del primitivo monasterio asentado sobre una construcción familiar y aislada generada en un entorno rural en la tardo-antigüedad, perimetral a antiguos espacios vilicarios. En este sentido, el conjunto cerámico recuperado en su contexto parece ser en su escasez mayoritariamente como 'visigodo'. Lo más difícil resulta establecer su funcionalidad y sentido histórico de este contexto de ocupación. Entendida, en principio, como una construcción aislada en un entorno rural, perimetral a antiguos espacios vilicarios, al lado de un manantial y con dos silos, relativamente pequeños, parece posible interpretarla como una especie de granja familiar».
La problemática de la nueva reestructuración del poblamiento y articulación social tras la desaparición de las villae bajoimperiales y tardorromanas a lo largo del siglo V es un tema candente en arqueología y del que apenas hay registros. «¿Hasta qué punto fue importante este poblado con su centro de culto que dio el apelativo a la aldea de Santa María, predecesora del actual núcleo de Modúbar de San Cibrián? Hemos de resaltar el hallazgo de un objeto en forma de concha, realizado en terracota y decorado en una de sus valvas con una cruz latina pintada en color blanco. En principio, parece lógico interpretarla como un amuleto o, tal vez, como una ofrenda votiva. Pero dadas sus similitudes con el símbolo que por antonomasia define el Camino de Santiago, es muy sugerente en este caso pensar que esta concha pueda vincularse con el paso de un peregrino por el lugar.
Como apunte de cara a reflexionar en un futuro, los expertos señalan que la documentación histórica da cuenta de varias vías existentes en los siglos X y XI, relacionadas con el Monasterio de San Martín de Modúbar. «Curiosamente San Martín es una advocación muy vinculada con la ruta jacobea sobre todo a partir del siglo XI. Tampoco debemos olvidar que en el siglo XI ya existía un entramado de caminos y que según la tradición por ellos pasó el Cid Campeador Camino del Destierro, período en el que el rey Alfonso VI está fomentando el paso de la vía peregrina por la ciudad de Burgos».