Adrián Vázquez es un ser de luz, apasionado de la fotografía, la montaña -si es en solitario o con su pareja, mejor- y el mundo subterráneo, pero también de su profesión, la Enfermería. Sin embargo, lo que más le gusta atrapar con su cámara se encuentra en medio de la oscuridad, en ocasiones, la más absoluta y silenciosa, la de las entrañas de la Tierra. A ellas comenzó a asomarse con solo 7 años de la mano de su padre. De adolescente se adentraba en las cuevas de la comarca del Bierzo con sus amigos en camiseta y bañador. No había frío a 10 grados, ni miedo a los peligros que encerraban aquellas cavidades, "algunas pequeñas, pero cabronas", como las describe.
Comenzaron a pintar planos de las cuevas con la ayuda de una brújula y a escribir un catálogo de todas las que iban hallando gracias al apoyo de los aldeanos que incluso le invitaban a comer a él y a sus amigos. Un día se dieron de bruces con los espeleólogos del grupo Cornatel, que les invitaron a formarse y entrar a explorar con más capacitación y equipo. Solo él dio el paso y se sumó al grupo, aunque con sus amigos había dado con más cuevas que las que llevaba topografiadas el grupo Cornatel.
Después llegó la fotografía. Con 18 años comenzó "la fotografía nocturna me apasionaba", recuerda. Atardeceres, anocheceres, amaneceres o nieblas en los bosques eran su especialidad. Del exterior saltó al interior de las cuevas con su cámara. Y de su tierra, El Bierzo, y su ciudad, Ponferrada, saltó a Las Merindades hace una década con solo 28 años gracias a un contrato como enfermero en la residencia de la Junta de Castilla y León en Villarcayo. Años antes ya había pisado el suelo subterráneo de la comarca junto a sus compañeros de Cornatel, gracias al albergue de la Federación de Espeleología entonces en Santelices de Valdeporres.
01. Adrián Vázquez, afincado en Medina de Pomar, en una cueva. 02. Sima del Corralón en Castro Valnera. Imagen ganadora del Concurso Internacional de Fotografía Subterránea en 2022. 03. Paisaje al atardecer de Castro Valnera. - Foto: Adrián VázquezSabía que el destino profesional le había traído a "uno de los lugares privilegiados de España, de Europa y podría decir que del mundo incluso" en lo que a espeleología se refiere. La accesibilidad de las cientos de cuevas de la comarca es única, a su juicio. Pero además, "rozamos con Cantabria", el top de los amantes del subsuelo con territorios como los Collados del Asón, el lugar del mundo con más kilómetros de cuevas topografiados del mundo.
De la residencia de mayores saltó a un contrato con Sanidad de Castilla y León en el Centro de Salud de Soncillo y ahora ejerce en el de Medina de Pomar. Sigue disfrutando del mejor lugar donde puede vivir un espeleofotógrafo y además lo hace dentro de dos grandes grupos, el Grupo Espeleológico Edelweiss, y Espeleofoto, un grupo nacional, en el que ya tiene el privilegio de ser uno más desde hace una década y gracias a ello moverse por cuevas de toda España haciendo las fotografías más increíbles. Antes fueron su "inspiración" hasta que después de pulir mucho su técnica, una imagen de la sala Lérdano en los montes de la Peña del Valle de Mena y Valle de Losa llamó la atención al presidente de Espeleofoto, Roberto F. García -Rupo-, quien le invitó a sumarse a su selecto equipo.
las claves. Pero la gran pregunta es como se fotografía la oscuridad. En sus comienzos iluminaba con linternas. Ahora puede llegar a utilizar 16 flashes. Lo normal son seis. En ocasiones es suficiente un solo ayudante, pero puede llegar a necesitar veinte. "Fotografiar en la oscuridad de una cueva es como pintar un cuadro", explica. Primero estudia qué elementos de la esa sala o pozo le llaman la atención y después llega la composición del cuadro iluminando esos lugares concretos. Por eso, cada fotógrafo puede tomar una imagen muy distinta de otra en el mismo punto de una cavidad. "La fotografía subterránea tiene una parte artística, tiene composición, luz, color y cada fotógrafo tiene su toque artístico", resume. Para ello, ha llegado a colgar de una cuerda flashes cada 40 metros, además de contar con diez personas colgadas de cuerdas con otros tantos flashes. Lo hizo en la Sima del Corralón en los montes del Castro Valnera, de Espinosa de los Monteros. La imagen -en la página 1 de este reportaje- ganó el Concurso Internacional de Fotografía Subterránea en 2022. También lo ganó en 2020 y una larga lista de premios, el último en noviembre por la imagen que tomó del Pico Bodón en la Reserva de Argüellos, León.
01. Adrián Vázquez, afincado en Medina de Pomar, en una cueva. 02. Sima del Corralón en Castro Valnera. Imagen ganadora del Concurso Internacional de Fotografía Subterránea en 2022. 03. Paisaje al atardecer de Castro Valnera. - Foto: Adrián VázquezAdrián Vázquez no ha contado nunca la cantidad innumerable de fotografías que ha tomado, pero su actividad da una idea. Con sus compañeros de Espeleofoto sacó a la luz un libro de imágenes de la Cueva del Soplao, que patrocinó el Gobierno de Cantabria, tras cinco años de trabajo, pero también otro titulado 101 Cuevas y minas de España sorprendentes, y otro de la cueva de Fuentemolinos.
En la actualidad, de la mano del G.E. Edelweiss y con el apoyo económico de la Diputación Provincial se encuentra inmerso, esta vez como único fotógrafo, en la preparación de dos libros, uno con una selección de las más bellas de las 1.500 cuevas de los Montes de Valnera, y otro sobre los 110 kilómetros del complejo kárstico de Ojo Guareña. Cada miércoles se sumerge en este espacio natural protegido, a la vez que lo compagina con salidas al Valnera y otras personales. Un libro del desconocido Hayal de Ponata, con 90 kilómetros de cuevas, y otro de las cuevas de la Cordillera Cantábrica aderezado de anécdotas son otros proyectos de su propio cuño.
En medio de esta vorágine sigue saliendo a la montaña, donde las fotografías nocturnas, en las que trata de "magnificar el paisaje" son su principal ocupación. Igual que las imágenes en cueva llevan mucha preparación previa antes de adentrarse en ellas, las de paisaje las logra estudiando al detalle las condiciones meteorológicas, buscando nieve, nieblas o la Vía Láctea. Ha hecho locuras saliendo de trabajar y yéndose a Pirineos para regresar de madrugada y volver a su puesto al día siguiente. A la montaña prefiere ir solo o con su pareja para moverse libremente en busca de la mejor perspectiva. "Me he perdido 20.000 veces", sonríe. El GPS, su luz en el frontal y su valentía siempre le salvan en medio de la oscuridad que tanto ama y con la que tan bien dibuja la realidad.