Seis años. Ese es el tiempo que cumplirán en enero Venezuela y Estados Unidos sin relaciones diplomáticas, cuando los protagonistas de la crisis bilateral de 2019, Nicolás Maduro y Donald Trump, tienen previsto jurar como presidentes de sus países, sin certeza de que el republicano reconozca al chavista tras su cuestionada reelección en julio. De hecho, todo apunta a que el magnate seguirá los pasos de su predecesor en el cargo, Joe Biden, cuya Administración designó esta misma semana al opositor Edmundo González Urrutia como mandatario electo.
Pese a este eventual escenario, el dirigente de la nación caribeña expresó, después de las elecciones de EEUU, que, aunque no les «fue bien» en el primer Gobierno del empresario neoyorquino -quien entonces reconocía a Juan Guaidó como presidente interino-, espera que este sea un «nuevo comienzo» para que ambos Ejecutivos apuesten a una relación «ganar-ganar».
El exembajador Óscar Hernández Bernalette, antiguo cónsul de Venezuela en San Francisco y Portland, cree que será clave lo que Trump decida respecto a si dar continuidad, o no, al reconocimiento a Edmundo, así como al rechazo del triunfo de Maduro, señalado como fraudulento por la oposición del país y buena parte de la comunidad internacional. Hay «muchas expectativas» al respecto, según el diplomático, quien apunta a dos escenarios: una reanudación de la política de máxima presión o una estrategia más pragmática enfocada en el ámbito económico y comercial.
A su juicio, el republicano es impredecible, por lo que es difícil saber si seguirá los pasos de Biden o si corresponderá a las declaraciones del líder bolivariano, quien también mostró su disposición a establecer «relaciones positivas» con el territorio norteamericano.
Los lazos entre Caracas y Washington están hoy en su «peor» momento, según Hernández Bernalette, para quien el gran perjudicado es el ciudadano, sobre todo, al haber en Estados Unidos unos 600.000 ciudadanos de la nación latinoamericana, lo que obliga a «hacer mayores esfuerzos por garantizar una relación estable».
Señala que, en los 80, cuando fue cónsul en EEUU, el país caribeño tenía 13 consulados, cuando había entonces unos 10.000 venezolanos, en su mayoría estudiantes. En la actualidad, cuando los que quedan permanecen cerrados, considera que debería haber, al menos 40, en vista de la población migrante.
«Eso demuestra la necesidad de mantener una relación que sea productiva y respetuosa, porque estás tratando con un país que, además, es un gran receptor de tus nacionales», defiende. En su opinión, el deterioro en los vínculos tiene su origen en la llegada de Hugo Chávez al poder, en 1999, con «señales de querer tener un distanciamiento» de Washington por motivos ideológicos, una postura antiimperialista que continuó su sucesor, quien ha acusado a EEUU de ataques contra el sistema eléctrico y de estar implicado en supuestos planes de golpe de Estado.
En 2019, con Trump en la Presidencia, la Casa Blanca asestó el golpe contra el corazón de la economía venezolana: el petróleo, su principal fuente de ingresos, lo que agravó la crisis que el territorio registraba a causa de cuestionadas decisiones económicas y una corrupción reconocida por el propio chavismo.
Incluso sin relaciones, ambos países no han dejado de comunicarse y, durante la Administración de Biden, hubo varios acercamientos que resultaron, por ejemplo, en un alivio del férreo esquema de sanciones legado por el republicano o en el canje de presos. Esto ha permitido la reanudación de operaciones de transnacionales en la nación sudamericana, entre ellas, la estadounidense Chevron, que recibió un permiso en noviembre de 2022, en medio de la crisis energética por la guerra en Ucrania.
Fuente de ingresos
Bernalette considera que, para Washington, «es importante» tener lazos con un poseedor de «tantas riquezas naturales» como Caracas, pero también para establecer una «cooperación mutua» como parte de su lucha contra el narcotráfico, al ser considerado Venezuela un lugar de tránsito de drogas. Para Maduro, tener un comprador de crudo a «días en barco» es una ventaja, mientras que, en el ámbito turístico, EEUU podría ser una de sus «fuentes para la recepción» de viajeros que quieran conocer el «potencial» de Latinoamérica.
En todo caso, «nadie puede decir exactamente qué va a hacer» Trump cuando vuelva al Despacho Oval, por lo que, de momento, un nuevo comienzo es incierto.