A muchos les será familiar en Miranda el nombre de Manuel Celdrán Gomáriz. El maestro valenciano dirigió la Banda de Música de la ciudad del Ebro y el Orfeón Mirandés entre 1964 y 1975 y fue entonces cuando compuso la melodía de uno de los himnos sanjuaneros que más aprecian los mirandeses, la Canción del Blusa. Pero muy pocos podían imaginar que en el archivo de la escuela de la Asociación de Amigos de la Música de Villarcayo quedó atrapada una valiosa carpeta con las partituras del pasodoble Villarcayo, una pieza inédita compuesta por Celdrán que regaló a su añorada y querida villa en 1993. Se estrenará en el concierto de Santa Cecilia, que se ha aplazado al día 30, y será la sorpresa del 35 aniversario de la refundación de la banda.
Un comentario del veterano trompetista de la banda villarcayesa, Diego Rodríguez, a su director, Rubén Rivera, fue el punto de partida. A este profesional, formado en el Conservatorio Superior de Aragón como instrumentista y en dirección de orquesta, Máster en Investigación Musical, si hay algo que le apasione es «el rescate de obras que no se han tocado por desconocidas o porque se han olvidado». Así que cuando oyó que había «una obra con el título de Villarcayo sin estrenar» se puso a buscarla. Todo comenzó en verano.
En una carpeta que tenía el nombre equivocado en la portada, al poner Cebrián en vez de Celdrán, aparecieron las joyas, decenas de partituras de una pieza con «giros armónicos muy interesantes y una estructura muy novedosa», a su juicio. «Un trabajazo». «Muy bien manuscrito a pluma» sobre pentagramas localizó el guion del director del pasodoble de concierto, donde aparecen las voces de los instrumentos, la melodía, el acompañamiento y la percusión, y las partichelas para cada integrante de la banda, entre 25 y 30 voces, para madera, metal y percusión.
Pero la pregunta que se hizo Rivera Visa y que se haría cualquier villarcayés es por qué el director de la banda de Miranda de Ebro quiso dejar un pedazo de su saber musical en Villarcayo antes de fallecer en 2009. Con su investigación ha atado todos los cabos y ha logrado saber que Celdrán conoció Villarcayo ya en la década de los 40 del siglo pasado siendo muy joven. Una de sus hijas, Alicia Celdrán, con la que ha contactado, le ha relatado como acompañó a su padre, Manuel Celdrán Riquelme, afinador de pianos, a realizar un trabajo a la villa y ya entonces le impactó esta tierra.
De miranda a san roque. Cuando en 1963 ingresó por oposición en el Cuerpo Nacional de Directores de bandas civiles de primera categoría pidió ser destinado a Miranda de Ebro, quería volver al norte, cerca de Villarcayo. En aquellos años, la villa carecía de banda de música. Aunque su historia se remonta a finales del siglo XIX, vivió duros momentos y uno de los peores le llegó con la emigración masiva a las ciudades en los sesenta. Fue entonces, cuando la banda de Villarcayo se sumió en el silencio hasta 1989, en que la refundó la Asociación de Amigos de la Música bajo la batuta de Eloy Arrizabalaga.
Este hecho motivó, como ha podido saber Rubén Rivera gracias al entonces subdirector de la banda de Miranda de Ebro, Ricardo López de Heredia, de 88 lúcidos años, que entre 1964 y 1975 era el conjunto mirandés, a las órdenes de Celdrán, el que amenizaba cada agosto los pasacalles y conciertos de las fiestas patronales de la Virgen y San Roque de Villarcayo, así como otras celebraciones. De aquellos años, Celdrán guardó buenos amigos, como Santos el alguacil, y gratos recuerdos que su hija ha explicado a Rivera, así como una brecha en una ceja tras un resbalón en la ducha.
El valenciano, que había sido director de las bandas de Genovés y L'Alcudia antes que de la mirandesa partió después a Motril (Granada) y a Almería capital, donde dirigió su banda hasta su jubilación, porque los médicos recomendaron un clima más benigno para mejorar la salud de su mujer. Pero siempre volvía a visitar las tierras del norte y Villarcayo, como recuerda su hija. Por este motivo, y aunque no lo ha escuchado, Alicia Celdrán está segura de que el pasodoble Villarcayo «será elegante, solemne y hecho desde el corazón».