El chavismo lleva gobernando Venezuela de forma ininterrumpida desde 1999 y su objetivo es eternizarse en el poder con Nicolás Maduro a los mandos de la nación. Pero sus aspiraciones podrían verse trastocadas en esta ocasión ante el resurgir de una oposición unida que ha dejado de lado sus discrepancias para las elecciones presidenciales del domingo. Y, por primera vez en un cuarto de siglo, la posibilidad de ganar no parece una utopía.
Es más, las encuestas tradicionales e independientes del país dan como ganador, por un amplio margen, al abanderado de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia, frente al candidato oficialista.
Fracturado en diversas ocasiones, el bloque mayoritario antichavista ha pasado los últimos años entre peleas internas, acusaciones públicas y diferencias de criterio sobre cómo lograr un cambio político, si bien la perspectiva de vencer en los comicios ha hecho que se vuelva a reunir. Para ello, la oposición se decantó por elegir a su líder en unas primarias en las que resultó vencedora María Corina Machado, quien finalmente no pudo competir por la Presidencia al ser inhabilitada hasta 2036.
La historiadora Corina Yoris se convirtió en su primera alternativa, pero, de acuerdo a la PUD, el sistema no permitió su postulación, sin que hasta la fecha exista una explicación por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Después de diversas trabas y aspirantes que no llegaron a convencer, la alianza política superó lo que en otro momento podría haber derivado en un escenario de ruptura y eligió de forma unánime al exembajador González Urrutia, inscrito en un principio como provisional.
«Acepto el inmenso honor y la responsabilidad de ser el candidato de todos los que quieren un cambio por la vía electoral», proclamó entonces este funcionario público retirado de 74 años.
Durante la campaña, Urrutia ha mostrado ser un político inusual, pues es de hablar pausado y siempre lleva su discurso, breve pero contundente, bien preparado. Su mensaje se ha centrado en la promesa de mejorar los servicios básicos y, especialmente, «reconciliar» a todos los venezolanos. El diálogo también ha sido uno de sus puntos fuertes, indicando que está dispuesto a conversar con cualquiera.
Sea como fuere, el chavismo pronosticó un fracaso en las primarias de octubre y, posteriormente, vaticinó que Machado llamaría a la abstención ante la imposibilidad de concurrir a las elecciones, pero estas apuestas fracasaron. Que la oposición se mantuviera en la contienda se ha convertido en un incómodo contratiempo para el oficialismo, que se ve perdido en los sondeos.
Aun así, Maduro no reconoce públicamente los pronósticos adversos y mantiene un discurso triunfalista en un intento por continuar al frente del país por otros seis años más y convertirse en el futuro en el gobernante con más tiempo en el cargo.
Convencido de que solo él está capacitado para gobernar, el excanciller de 61 años -que ocupa la silla presidencial desde 2013 tras la muerte de Hugo Chávez- libra una lucha sin cuartel contra todo aquel que se interponga en su camino.
El líder izquierdista ha ido fortaleciendo su carácter con el paso del tiempo y sus ambiciones manifiestas revelan el deseo de eternizarse en el poder, hasta el punto de que ha llegado a advertir de un «baño de sangre» y una «guerra civil» si no hay un resultado favorable en la cita con las urnas. Y, en caso contrario, cuenta con un as bajo la manga: el mandatario tiene todas las instituciones a su favor.
«Prepárense para la paliza que le va a dar el pueblo a Venezuela el 28 de julio», manifestó al principio de la campaña Maduro, un deseo que ha seguido repitiendo de manera incesante en sus mítines.
A juzgar por sus discursos, la victoria está tan asegurada para el chavismo como que la PUD gritará «fraude» tras conocerse los resultados. Esa relación entre el eventual triunfo del chavismo y el posterior reclamo de la oposición es el que amenaza con desencadenar, según el propio Gobierno, una alteración del orden público. No obstante, serán las urnas las que finalmente decidan un cambio de ciclo, o no.