La justicia ha traído un Arandina-Real Madrid como regalo bajo el árbol. Sonaría más poético decir que han sido los Reyes Magos, pero fueron once gladiadores vestidos de blanquiazul los que se encargaron de que el premio no tuviera que venir desde Oriente. Además, viendo el panorama… la Arandina no se merecía esperar más un momento así. De esos que hacen valer la pena cada una de las cuentas pendientes que dejó el fútbol.
Ha pasado una semana y todavía hay quien se frota los ojos. Y ya no hablo de la visita merengue. Los de Álex Izquierdo doblegaron a un Primera División. Sí, suena surrealista. E incluso a alguno ya se le ha olvidado. Pero es digno de poner en valor el camino recorrido. Y no sólo por el resultado, sino por la forma que se hizo. Álex Izquierdo transmitió a la perfección una de esas sabias reflexiones (más bien enseñanzas) del gran Marcelo Bielsa. «Es un error pensar que para conservar un resultado hay que hacer lo contrario de lo que se hizo para lograrlo», decía El Loco. Y así fue. Valientes y sin complejos movieron agua y balón para derrocar al Cádiz. Sin perder la identidad. Con la fe por bandera.
Ahora no sólo llega la visita del Madrid, Aranda tiene la oportunidad de demostrar su grandeza. Esto va de mucho más que fútbol. El orgullo de ver a los suyos en el foco mediático va más allá de gustos. El corazón jugará del lado local. El barco abre sus puertas para los rezagados. La Arandina necesita a los arandinos y si había un mejor escenario posible, era el de recibir al Real Madrid. Grande como institución, pero con once jugadores, el mismo balón y el mismo campo. Al igual que lo hará la Arandina, pero con el aliciente de saber que vivirá el partido de su vida.