«Sé lo que dicen de los 'menas', pero no es verdad»

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Abdel se fue de casa con 16 años porque quería cumplir sus sueños y sabía que en su entorno no era posible. Llegó a Melilla, pasó año y medio en un centro de menores y ahora trabaja como camarero y tiene una incipiente y prometedora carrera de modelo

Abdelwahab El Karouni fue un 'mena' que llegó con 16 años a España y ahora trabaja como camarero en Sotopalacios y tiene una incipiente y prometedora carrera como modelo. - Foto: Luis López Araico

Pedro Alegre, trabajador social con una gran experiencia con menores, asegura que si quienes esparcen bulos sobre los niños que llegan de África para encontrar aquí un futuro menos incierto los conocieran de cerca, no tardarían nada en cambiar de opinión. "Los prejuicios, la ignorancia y los populismos baratos intentan atemorizar y transmitir un miedo irracional a la población con respecto a estos chicos, cuando lo único que quieren es aprender español, formarse y trabajar para enviar dinero a casa", explica el coordinador de Hogar Burgos, una casa sostenida por la Junta de Castilla y León, que gestionan la Fundación Salud y Comunidad y la entidad vasca Lagunduz, y en la que viven en la actualidad 9 chavales que han llegado del África subsahariana y para quienes el día a día es idéntico al de cualquiera de su edad. Esos prejuicios son los mismos que podrían hacer admirar el trabajo de Abdelwahab El Karouni a quien no supiera de su origen o de su pasado en un centro de menores tras marcharse de su casa en Marruecos. "Yo tenía muchos sueños, quería estudiar, quería ser modelo, actuar, escribir, aprender a cocina, viajar... y en mi entorno sabía perfectamente que eso no iba a pasar. A mi padre no le gustaban mis objetivos y nunca me apoyó, al revés, me lo impidió", explica.

Abdel fue un adolescente que llegó a España solo y con lo puesto, literalmente vestido con un pantalón corto, una camiseta y unas chanclas, y en las manos, un Nokia muy antiguo. Tenía poco más de 16 años. "Me marché de mi ciudad porque estaba harto de no recibir apoyo para mis proyectos y de que mi padre me maltratara. A mi madre le decía muchas veces que me iba pero no se lo creía. Cuando le llamé desde Melilla se pensó que era una broma", cuenta.

No fue fácil. Hasta en tres ocasiones intentó llegar a la ciudad autónoma y siempre le echaban para atrás, pero en un día de especial movimiento y mucho gentío en la frontera se pudo mimetizar con una familia europea con muchos niños y llegar a suelo español. "Como no tengo la piel muy oscura ni pinta de africano no saltaron las alarmas y me colé. Cuando me di cuenta de que ya estaba dentro eché a correr sin parar como si me hubieran abierto las puertas del cielo. Llegué a un centro comercial y luego fui a una comisaría. Allí nos tuvieron -a mí y a otros chicos que también eran pequeños- muchas horas hasta que nos llevaron a un centro de menores que está en las afueras de la ciudad, a unos pocos kilómetros".

Las limpias credenciales de Abdel.Las limpias credenciales de Abdel.

En Sotopalacios no solo he encontrado un empleo sino una familia. Los considero unos hermanos que me cuidan y se alegran cuando las cosas me salen bien"

No pasó mucho tiempo antes de que se decretara el confinamiento por la pandemia de covid y Abdel, como tantos otros chicos de su edad, pasaba las horas muertas mirando las redes sociales. Hasta que una noche decidió no ser un espectador pasivo. Comenzó a hacer 'directos' e invitar a quienes le seguían a participar en el clásico juego de rellenar una serie de casillas con nombres de distintas categorías que empiezan con la misma letra: un país, una marca, un color, un animal... Por esos misterios del algoritmo, las citas nocturnas fueron ampliando su público cada vez más y creándose el ambiente familiar que se suele extender entre personas que comparten los mismos espacios virtuales. En una de estas veladas, contó a sus seguidores que era un menor marroquí en un centro a punto de ser mayor de edad y preguntó que a qué ciudad le aconsejaban trasladarse. "Una chica, también árabe, me seguía desde Burgos y me dijo que era una ciudad muy tranquila, así que me fui para allá".

Aquí, encontró mucha ayuda en Atalaya Intercultural, el proyecto social de ayuda a inmigrantes cuyo lema es 'las personas antes que las fronteras'. Con sus voluntarios vivió y convivió, aprendió español y se formó, mientras su éxito en las redes iba a más. Ahora, con 22 años tiene más de 22.000 seguidores en Instagram (@kaledel99) con quienes comparte las cosas buenas que le están pasando. La mejor, haber encontrado un trabajo "y una auténtica familia" en Sotopalacios. Abdel trabaja como camarero en el restaurante que lleva el mismo nombre de la localidad, a cuyos dueños, Tania y Álvar, siente como si fueran hermanos. "Ellos me han ayudado siempre mucho y se ponen muy contentos cuando los proyectos me salen bien". Se refiere a que, además de su día a día en el restaurante, ha empezado a hacer sus pinitos en publicidad, pero a lo grande, porque ha participado en Dubai en una campaña de la tecnológica Samsung, lo que le está permitiendo mejorar su calidad de vida y, sobre todo, viajar durante sus vacaciones, una actividad que le apasiona.

Ya sé lo que dicen de los menores que vienen de África pero no es verdad. España me ayuda y yo ayudo a España"

A pesar del buen momento que atraviesa -se ha reconciliado, además, con su padre, al que mantiene con lo que gana aquí, hasta el punto de que ha dejado de trabajar- ni tiene pensado abandonar su empleo ni Sotopalacios ni se olvida de nada de lo que le ha ocurrido en estos últimos años. De hecho, quiere escribir un libro del que ya imagina la portada, una suerte de ángel sin alas al que alguien se las coloca, un trasunto de él mismo: "Quiero explicar mi vida en tres partes, los intentos para llegar a España, la experiencia en el centro de menores, en el que hubo cosas buenas y cosas malas, y lo que me pasa desde que estoy aquí".

Es un chico listo, Abdel. Y sabe lo que ocurre en el mundo y en este país, en el que hay personas que creen que es un delincuente únicamente por el hecho de haber nacido en África: "Ya sé las cosas que dicen, pero yo solo vine aquí a tener un futuro bueno, no a dañar a nadie. España me ayuda a mí y yo ayudo a España", dice, muy serio y sin darse cuenta de que acaba de crear un gran lema publicitario contra el racismo.

Las limpias credenciales. Abdel guarda como si fuera un tesoro el informe que le redactó el director del centro de menores en el que estuvo más de un año en Melilla y ha aceptado hacerlo público. En él se describe al joven como "tranquilo, amable y apacible", se destaca su manejo del idioma como "medio-alto" y se aportan detalles de toda la formación profesional que realizó con aprovechamiento durante los meses en los que estuvo acogido.