La crónica del trágico final de la joven que hace justo una semana desapareció en Orbaneja del Castillo generó un significativo debate en el perfil en Instagram de este periódico sobre la idoneidad de ofrecer algunos detalles acerca del hecho en cuestión. Con cierta educación o evidente borreguismo, unos y otros usuarios expresaron su opinión al respecto sin llegar a entendimiento alguno. La polarización, palabra del año 2023, sigue muy vigente hoy, primeros de 2025, en las redes.
Con nombre, apellido y foto reconocible o tras un apodo y la imagen de un paisaje, de un dibujo o de espaldas, hubo quien consideró «lamentable» y «llena de morbo y sensacionalismo» la crónica de la desaparición, búsqueda y desgraciado desenlace de la joven, quien vio en la redacción de los hechos «falta de sensibilidad y respeto hacia la familia y amigos» y exigió «un mínimo de ética y moral» o quien directamente consideró «desinformación» y «no contrastada» la narración y el titular «solo buscando el clickbait» de la compañera que durante horas y sobre el terreno cubrió lo sucedido y habló con testigos.
Que la joven, descalza y en pijama, se escapara de noche de su domicilio cuando un médico trataba de atenderla a requerimiento de su familia por encontrarse en unas condiciones psicofísicas muy alteradas aporta contexto a la información; que desapareciera horas después de volver de la 'rave' ilegal que durante días se había celebrado en el aeropuerto de Ciudad Real también parece relevante para tratar de entender lo que le pudo ocurrir.
Pero da igual. Las redes sociales, esas que cuentan con más de 3.000 millones de usuarios en todo el mundo y que están controladas por dos multimillonarios, están muy lejos de recuperar esa civilidad a la que aludía anteayer Álex Grijelmo en su columna en El País.