Los responsables políticos están sujetos al error. No hay humano que, en un momento determinado, no se pueda equivocar pero si hay algo que se puede exigir siempre a quienes nos representan es que sepan estar. Saber estar es algo distinto a la toma de una decisión concreta. Saber estar significa tener sentido de la institucionalidad, tener conciencia de lo que se es y de lo que se representa y de este saber estar la política española está muy en ayunas. La opinión pública lo percibe, lo apunta y lo juzga con severidad.
La política española está en ayunas de ese saber estar. Sin entrar en valoraciones políticas de las decisiones políticas, aunque a veces es difícil realizar esa separación, es obvio, por ejemplo, que el presidente Mazón no ha sabido estar. No tuvo conciencia de qué era y qué representaba cuando se fue de comida mientras muchas localidades de la autonomía que gobierna estaban anegadas por el agua.
No ha sabido estar el Presidente del Gobierno, que ha evitado por todos los medios que le manche una brizna de barro. No quiere foto en Valencia como si lo ocurrido le fuera ajeno. Si Mazón debería haber dimitido hace tiempo, hace tiempo que el Presidente debería haber actuado de otra manera dedicando unas horas a estar con las víctimas en la medida que es la segunda autoridad del Estado.
No sabe estar la Oposición cuando, en el Congreso, el grupo parlamentario popular organiza follones y griterío que degrada a la Cámara y en nada beneficia a la bancada del PP, dando munición al PSOE, por no mencionar, que hay que mencionar, las risotadas del propio Presidente cuando se dirige al presidente del PP en todo un alarde de chabacanada.
No saben estar ni unos ni otros cuando, al mismo tiempo que se exige la presunción de inocencia, se acusa al contrario sin tenerlas. Es temerario concluir que los indicios dictan sentencia y eso ha ocurrido siempre, pero no aprenden. Durante años Francisco Camps fue considerado un delincuente de libro y ha sido absuelto, y esos mismos que le acusaron sin sentencia, sentencian ahora a personas que ni siquiera se han llegado a sentar en el banquillo.
No sabe estar el Presidente del Gobierno cuando habla, nada menos, de cartas marcadas y de connivencia entre jueces y PP y lo mismo cabe decir del ministro de Justicia. Ni uno ni otro son unos cualquiera y el saber estar debería llevarles a una mayor contención dialéctica, a una cierta prudencia, porque sus palabras, aunque no lo crean, generan, poco a poco, una cierta cultura. ¿Cómo pedir contención a los demás cuando los primeros obligados a ellos son los que tienen mayor responsabilidad?
La lista del no saber estar puede ser interminable pero todavía no ha terminado, de manera que nadie tiene derecho a protestar cuando la gente en la calle grita, insulta, abuchea... el clima político es irrespirable. Nos salva que los ciudadanos no están, no estamos en ello. Convivimos con más educación, con más prudencia que nuestros políticos, que están muy lejos de dar ejemplo y, mucho menos, lección alguna.