A lo largo y ancho de la provincia de Burgos la Consejería de Medio Ambiente tiene contabilizados 668 montes de utilidad pública. Se trata de masas declaradas como tales por el servicio que presta a la sociedad, tanto en materia ambiental como social. Estas 320.000 hectáreas de terreno generan cada año un impacto en la economía de sus propietarios, los ayuntamientos, de 7 millones de euros, de los cuales 3,8 millones proceden de la venta de madera.
En el conjunto de la comunidad, el valor de los aprovechamientos forestales de los 3.584 montes de utilidad pública gestionados por la Junta alcanza los 40 millones. Son cerca de 1,8 millones de hectáreas las que están inscritas a nombre de los consistorios. Algo más de la mitad, alrededor de 23 millones, se generan de la madera, tanto en forma de leña como de biomasa. El 85% de lo recaudado va para los ayuntamientos propietarios de los montes y el 15% para mejoras del entorno. Así lo explicó ayer el consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio, Juan Carlos Suárez-Quiñones, durante una visita al Monte Hijedo.
Esta masa forestal, a caballo entre Burgos y Cantabria, está entre los tres robledales más relevantes del territorio nacional. Los municipios de Alfoz de Santa Gadea y Arija son dos de sus titulares en el extremo castellano. Se trata de un espacio natural del que hay constancia desde hace más de un millar de años y que ha sufrido numerosos vaivenes a lo largo de su historia. Sin embargo, las gestiones forestales desde mediados del siglo pasado permitieron que este pulmón verde en el noroeste de la provincia pudiera revivir. Los robledales albares en Castilla y León totalizan unas 24.000 hectáreas en masas puras y están presentes en otras 50.000 más en mezclas. De momento se obtiene sobre todo leña, pero si se aplica la silvicultura adecuada en el futuro, se producirá madera de mucha más calidad y valor, al tiempo que se fomentará la conservación de los valores naturales y de los servicios ecosistémicos.
El mejor cortafuegos. Mantener un monte en condiciones óptimas de conservación es el mejor aliado contra los temidos incendios que asolan las masas forestales. De las clásicas -y ya extinguidas- quemas de pastizales para su renovación se ha pasado a un mantenimiento a través de desbroces en el que colaboran de forma activa los ganaderos del entorno.
Los datos aportados por la propia Junta avalan estas prácticas: tan solo en el norte de Burgos se ha pasado de una media de más de 120 incendios cada año a principios de siglo a menos de 30 en estos últimos ejercicios. Para lograr estos resultados, las medidas de organización del pastoreo han ido acompañadas de la puesta en marcha de planes silvopastorales, siendo esta comarca -de todas las que conforman la región- la más paradigmática en cuanto a la aplicación de estas medidas y su resultado.