La luz que guía al Cronicón

S.F.L. / Oña
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La representación se celebrará hasta el domingo e incluye nuevo vestuario y escenografías en la fachada del patio de San Íñigo, en el Monasterio de Oña. Hay entradas disponibles por 13 euros

Más de un centenar de actores procedentes de Oña y localidades cercanas dan vida a personajes que pasaron por la villa hace más de mil años. - Foto: S.F.L.

El estreno de la nueva edición de El Cronicón de Oña vuelve a sorprender al público con una iluminación que, además de destacar todo el escenario principal, logra crear un entorno más dinámico y acentuar los efectos dramáticos gracias a la incorporación de escenografías en la fachada del patio de San Íñigo. La atmósfera recreada con tonalidades azules y el reflejo de luces que imitan al antiguo Monasterio da la bienvenida al espectador, que al momento queda envuelto en una historia que le mantiene expectante durante casi dos horas.

Cada escena narra un momento importante de la historia de la villa  y la fundación de su abadía -en el año 1011 por el conde Sancho García- y ofrece un ambiente totalmente diferente al anterior. Sobre el escenario y en la balconada de las plantas superiores aparecen -y desaparecen- pocos elementos de atrezo, pero el importante papel que juegan los focos, efectos de humo y el sonido hace innecesario rellenar más el escenario. El vestuario y los complementos -como coronas, collares, pendientes, anillos velos o pieles- que lucen los más de 100 personajes ayudan al público a retroceder mil años en el tiempo.

Los cambios, perceptibles para cualquiera que repita asistencia, se aprecian, sobre todo, en la decoración del escenario a base de color y en el entramado de los seis accesos por los que aparecen y desaparecen los protagonistas tan sutilmente. El pasillo central por el que hasta el año pasado se empleaba para entrar y salir de escena desaparece  para dar paso a otro situado en el lateral izquierdo que llega hasta un pequeño espacio suplementario donde también se desarrolla parte de la historia. Junto a los espectadores desfilan Doña Munia y las damas que la acompañan en su boda con el rey Sancho III el Mayor de Navarra, monjes benedictinos, grupos de soldados que portan el cadáver de Sancho II -enterrado en el panteón real de la iglesia de Oña- y hasta el mismísimo Cid Campeador. 

Las jóvenes damas de la corte estrenan parte de su atuendo y a este se le han incorporado nuevos elementos con el fin de lograr un vestuario más apropiado para la época en la que transcurren los hechos narrados. El equipo de costureras hace posible que cada año se incluyan trajes nuevos en los armarios de los actores y que el salto en el tiempo al siglo XVI en la escena de calle se comprenda mejor. «Hemos adaptado algunas prendas que teníamos y otras las hemos confeccionado desde cero con restos de telas que hay en el taller», comenta Inés Polo. El trabajo se ha alargado meses pero los resultados son impecables. 

La escena de la calle se representa en la escalinata de la iglesia de San Salvador y por primera vez, El Cronicón viaja al año 1545 con la única intención de poner en valor la figura del monje Fray Pedro Ponce de León, que llegó a Oña y enseñó a comunicarse a dos sobrinos del Condestable de Castilla, Pedro Fernández de Velasco e hijos del marqués de Berlanga, Juan Sancho de Tovar y Velasco. Los ropajes que portan las personas que representan a estos personajes han supuesto una gran inversión de horas de trabajo al requerir patrones complicados de diseñar y manipular tejidos con grabados.   

Intérpretes. La XXXVI edición de la representación teatral cuenta, como cada año, con un amplio elenco de actores, unos veteranos, como Rubén o Víctor, que debutaron hace ya tres décadas, y otros que participan por primera vez. Las hermanas Efrosina y Berta Tricio son las encargadas de dirigir y coordinar a todas esas personas que por amor a su villa dedican parte de su periodo de vacaciones -o hacen el gran esfuerzo mientras trabajan- en ensayar y actuar durante siete noches seguidas -desde ayer hasta el domingo- para que todo salga a la perfección. 

Recuerdan que ninguna se dedica a la interpretación y que la inmensa mayoría solo se ha subido a estas tablas. Aún así, sus miradas y movimientos dicen lo contrario. La profesionalidad con la que actúan bien merece una visita y todavía es posible porque quedan entradas disponibles por 13 euros en la taquilla (Oficina de Turismo).