Su decisión para ponerse al volante de su coche y plantarse en Ucrania con su cámara para documentar lo que ocurría en ese país tras la invasión rusa, sus ocho meses -en distintas estancias- pateando el territorio para registrar la devastación, el cansancio de los soldados, la masacre en la población civil, él solo, sin traductor ni redactor al lado, acaba de valer a Diego Herrera Carcedo el Premio al Mejor Fotoperiodista Independiente en el Festival Internacional de Fotografía Xposure de Sharjah (Emiratos Árabes Unidos). Un galardón en el que se impuso a más de 200 profesionales de 55 países y que es el primer reconocimiento a su trabajo en este conflicto.
«Ganar un festival importante como este da más caché a mis fotos, ayuda a darme a conocer y puede servir para conseguir más trabajo, que, al final, es lo importante (ahora trabaja con la agencia turca Anadolu Agency)», valoraba a través del teléfono desde Suecia, donde estudia su novia y pasa unos días antes de venir a España este mismo lunes. No estará mucho tiempo. El 10 de marzo vuela de nuevo a Ucrania, con el plan de volver con su cámara al frente y esta vez también a la retaguardia.
Las diez imágenes de Ucrania: la última guerra de Europa, serie con la que ha ganado, forman una de las muchas exposiciones incluidas en el programa de esta cita, que este año celebra su séptima edición.
Exposición con las diez imágenes de la serie ‘Ucrania: la última guerra de Europa’. - Foto: Mahmoud Khaled (Xposure)Más allá de la proyección de su obra, afirma que este reconocimiento reconforta y hace que valga la pena todo el esfuerzo que arrastra cada instantánea. «Al final, no es solo hacer la fotografía. Yo he estado allí trabajando solo, conducía, traducía, buscaba los temas... Normalmente, la prensa extranjera trabaja con un traductor o una persona local que les ayuda y yo lo he hecho todo solo, que creo que le suma un valor a las fotografías», anota y apostilla que tampoco le importaría viajar alguna vez con un gran medio que allane el camino.
Advierte que ser solo uno facilita los accesos y los movimientos y entablar una relación más cercana con la gente, un contacto en el que juega con la baza de saber su lengua. También es más peligroso, por supuesto. Pero es un riesgo que ha decidido asumir, sin temeridad. Por ejemplo, cuenta que en Bajmut, una ciudad en la que ha estado la mayor parte de los últimos meses, con constantes bombardeos, vivía con el Servicio de Emergencias de Ucrania, una amistad que le ha ayudado a moverse más fácilmente y a sobrellevar emocionalmente esa soledad.
Toda su experiencia hasta ahora se resume en Ucrania: la última guerra de Europa. Desde la huida de los ciudadanos al inicio del conflicto a la muerte de civiles en las calles; desde los soldados atentos al ataque a familias sobreviviendo en los sótanos...
Se acaba de cumplir un año de la invasión. Y Herrera es pesimista sobre un fin cercano: «La intensidad sigue prácticamente igual que al inicio y tiene pinta de que no va a acabar pronto. Sí es cierto que Rusia no tiene un ejército tan fuerte como se esperaba, pero aun así no se va a retirar, sería humillante, y Ucrania ahora también se siente fuerte porque ha recibido el apoyo de Europa y Estados Unidos. Hay dos fuerzas potentes, una no quiere ceder territorio y la otra no puede permitirse de cara a sus ciudadanos y el mundo ser derrotada por un país supuestamente inferior».
Así las cosas, le cuesta ver un rayo de luz. Él sobre todo se ha movido por la línea del frente y todo es oscuridad. Si acaso vislumbra esperanza en la moral alta de los soldados, que quizás pronto puedan volver a abrazar a sus familias, aunque sea con un permiso corto, y en los voluntarios que sacan a la gente de esas zonas de peligro y la dan una oportunidad en otro lugar. Si acaso...
Un libro sobre su experiencia en Gagauzia. Un voluntariado europeo llevó a Diego Herrera y su pareja, Lara Sánchez, trabajadora social, a Moldavia. Allí descubrieron la desconocida Gagauzia, una región al sur del país, dedicada a la agricultura y ganadería, muy envejecida debido al éxodo de sus jóvenes en busca de un lugar mejor para vivir. El fotoperiodista pateó sus pueblos, habló con sus gentes, se empapó de sus costumbres y su cultura. A esta etnia abre una ventana en el fotolibro Gagauzia, las tierras negras del pueblo gagaúz, en inglés y español, que ya está a la venta.