Los extraordinarios bosques de haya, roble y pinares que se reparten a lo largo y ancho del norte de la provincia se han convertido en buen cobijo para el oso. Posiblemente dos ejemplares distintos dejaron su huella el norte de la provincia a lo largo del año. Ambos eran machos jóvenes, que abandonaron su manada en época de celo para evitar conflictos con los machos adultos, e iniciaron periodos de exploración, como explicaron desde la Fundación Oso Pardo. Pero nunca habían llegado tan lejos ni se habían adentrado tanto en el interior de la provincia.
En 2016 se tuvo constancia de las primeras incursiones de esta especie en tierra burgalesa en el Monte Hijedo, justo en la frontera entre el noroeste de Burgos y Cantabria, que comparten esta masa forestal. Del área del Alfoz de Santa Gadea y Arija no se había movido hasta que en junio de este año, los apicultores comenzaron a observar daños ocasionados por osos en sus colmenares. DB pudo constatar con los afectados que los primeros se produjeron a finales de mayo en Entrambosríos. Continuaron en junio en Villabáscones de Sotoscueva y el mayor volumen de pérdidas afectó a los colmenares de Ariadna Nava entre Quisicedo y Quintanilla del Rebollar. El oso había seguido una línea casi recta a lo largo de la Merindad de Sotoscueva disfrutando de sus parajes y su exquisita miel de brezo.
A 60 kilómetros. Después de los ataques, en julio una cámara de fototrampeo gravó al oso merodeando por el colmenar de Ariadna Nava, para entonces ya protegido con un pastor eléctrico que evitaba daños mayores. No había duda de que el plantígrado continuaba en el territorio de Sotoscueva, a escasos kilómetros de poblaciones habitadas, aunque nadie denunció ningún daño personal ni pudo ver al oso con sus propios ojos. En el camino de subida al refugio del Pico del Ángel sí se localizó una de las huellas del animal, proveniente posiblemente de la zona Cantábrica Oriental, situada entre el norte de Palencia y el sur de Cantabria, a juicio del gerente de la Fundación Oso Pardo, Guillermo Palomero.
A esta misma zona vaticinaba Palomero a finales de agosto que habría regresado el oso, de entre 3 y 5 años, después de varias semanas sin notar su presencia en colmenares u otros lugares donde pudiera causar daños. Pero la gran sorpresa llegó a principios de septiembre, cuando apareció un vídeo tomado por una cámara de espera en el mes de agosto en un paraje ubicado entre Huermeces y Montorio, a unos 60 kilómetros en línea recta al sur de Quisicedo. Grabó un oso joven de unos cinco años y Medio Ambiente verificó la validez de las imágenes. Poco después halló nuevas huellas del oso en Gredilla de Sedano, unos 25 kilómetros al norte, con lo que muy posiblemente el animal había tomado el camino de regreso a la zona Cantábrica. Desde Medio Ambiente valoraban la posibilidad de que estuviera «desorientado o buscando ubicación».
Pero todo apunta a que exploraba nuevas tierras que en un futuro podrían convertirse en territorio osero. El comportamiento de este animal en cuanto sus movimientos y asentamiento «es impredecible», según avanzaba a DB el experto Palomero. Habrá que esperar a la próxima primavera para comprobar si al oso elige de nuevos los bosques y la miel del norte de Burgos.