El nuevo inmueble de la Fundación Atapuerca, el Centro Emiliano Aguirre, homenajea al paleontólogo que puso las bases del Sistema Atapuerca, pero es inseparable de otros tres nombres propios: el del arquitecto Luis García Camarero (del estudio A2G) y sus colegas Antonio García Muñoz y Jairo García Andrés. Los tres firman un proyecto ensamblado desde la base con su cometido. «Este edificio parte del conocimiento de la evolución humana y nosotros creemos que ahí también entran la arquitectura y la construcción, porque han evolucionado con el tiempo», comentaba García Camarero, para explicar el porqué de la combinación de materiales y técnicas tradicionales con otras contemporáneas.
«Hay una cierta voluntad, porque eso es también seña de identidad», añade el arquitecto antes de especificar que esa es la razón por la que una de las fachadas -la de la imagen de la información adjunta- conserva la piedra de sillería original, «recuperada y colocada por canteros con la técnica tradicional», pero también piedra de fachada ventilada, «colocada con técnicas del siglo XXI». Otro material tradicional y protagonista, con toda la intención, es la madera. Y este siglo ha sumado el acero para los cercados y el vidrio para los ventanales, «porque el edificio tiene atención especial con la luz».
Todo ello es evidente tanto en el interior como en el exterior del inmueble, una realidad gracias a que hace tres años que la Fundación Atapuerca completó la compra de tres casitas ubicadas junto a su sede en Ibeas de Juarros para unirlas y reconvertirlas en depósito permanente del ingente legado de Emiliano Aguirre. Así, tiene algo más de 600 metros cuadrados que se reparten en dos plantas: la primera está dedicada a la biblioteca y al archivo, con una sala de consulta, y conforma lo que se ha calificado de «la memoria del Sistema Atapuerca»; mientras que la segunda alberga los despachos y el laboratorio al que da nombre la reina Sofía, entre otras dependencias para el personal.
Pero, como se reiteró, la joya es el archivo. Su responsable, así como de catalogar los 42.000 documentos de EmilianoAguirre que ya custodia, es Victoria Moreno y explica que la apertura permitirá «aglutinar información generada a lo largo de muchos años» -unos 75- pero no se quedará ahí. «El proyecto es ambicioso, porque irá sumando materiales», señala, antes de matizar que «no será una biblioteca al uso del siglo XX, sino del XXI».
Igual que el inmueble que lo acoge, que se basa en la tradición para dar respuestas de futuro.