La noche del martes 18 de abril se presentaba rutinaria en la Comisaría Provincial de Burgos. Tanto, que uno de los subinspectores del turno tenía pensado salir un poco antes. Pero al filo de la madrugada, todo comenzó a complicarse. Recibieron un aviso de que tenían que estar alerta. Hacia la capital se acercaba un agente del Cuerpo Nacional en A Coruña en situación de baja. Había robado un arma y se había dado a la fuga. Montaron un dispositivo con la Guardia Civil a las afueras, cerraron todas las entradas y esperaron pacientemente. A eso de las 3:30 de la mañana, el seguimiento se tornó en un tiroteo en el que se neutralizó al policía perseguido. Todo ocurrió en cuestión de minutos, pero los protagonistas de esta historia lo narran siete meses después como si hubieran sido horas.
El mencionado subinspector, un oficial y un policía formaban parte del amplio dispositivo de seguimiento de Óscar Piñón Casal. «Sólo sabíamos que había robado un arma a un compañero esa mañana, que tenía dos cargadores y que sabía usarla. Ni siquiera teníamos la certeza de que iba a pasar por aquí», recuerdan. De hecho, en un principio tampoco tenían orden de detenerle. «Nosotros estábamos en el acceso oeste, justo a la salida de los túneles de Tardajos, donde fuimos escuchando por radio sus movimientos desde que entró en la provincia», narra el oficial.
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